Fundado en 1910
eeee

En 1978, Gianfranco Chiti colgó el uniforme y vistió el hábito de los frailes, adoptando el nombre de Gianfranco MariaMonica Palermo_2014

El soldado que vistió uniforme fascista, salvó judíos y se hizo fraile capuchino, camino de los altares

Durante su tiempo como militar, realizó numerosos actos de caridad, mostró respeto hacia el enemigo y ofreció ayuda a los perseguidos políticos

A los 15 años, Gianfranco Chiti vestía con orgullo el uniforme militar de la Escuela de Milán, decidido a forjarse un futuro en el ejército. Era 1936, y su vida parecía destinada al rigor, a las campañas y a las medallas. Pero este joven nacido en 1921 en Gignese, Italia, no se quedaría en el camino que parecía marcado.

De héroe en el gélido frente ruso, condecorado por su valor, a salvador de partisanos y judíos durante la Segunda Guerra Mundial, Chiti terminó dejando atrás el uniforme y el alto rango para enfundarse el humilde hábito de fraile capuchino. Una transformación que parece sacada de una novela, pero es tan real como el camino hacia los altares que ahora recorre, ya que fue declarado venerable en 2024 por el Papa Francisco.

Tenía 21 años y Chiti ya era subteniente. Se encontraba como voluntario en el helado frente ruso en la batalla del Don, durante la Segunda Guerra Mundial. Allí, no solo enfrentó al enemigo, sino también al implacable invierno. Herido y con las piernas casi congeladas, los médicos sugirieron amputación de uno de los pies. Pero él se negó rotundamente, prefiriendo compartir el destino de sus hombres antes que abandonarlos, logrando más tarde recuperar el uso de su extremidad.

Un soldado que lucha por la paz

Chiti, en medio del caos bélico, mostró siempre compasión. Recibió prisioneros rusos, entre ellos ancianos, mujeres y niños, destinados a una ejecución segura. En lugar de cumplir órdenes, les dio la oportunidad de escapar, desafiando las crueles expectativas de la guerra. «Cualquiera que se acercaba a su puesto de mando, de forma inexplicable, encontraba en su bolsillo algunos cigarrillos, dos galletas, un pedazo de carne o un poco de mermelada», cuenta uno que vivió la experiencia de primera mano y recoge el diario italiano Avvenire.

Posteriormente, y a pesar de no compartir la ideología fascista, Chiti se unió a la República Social Italiana convencido de que era lo mejor para su país, intentando siempre salvar a judíos y partisanos perseguidos. Fue detenido por los aliados en mayo de 1945 y llevado a prisión, pero fue liberado en diciembre del mismo año. Reconocido por su lealtad, fue reintegrado al Ejército, prestando juramento a la República Italiana y ascendiendo a capitán en 1948. En 1950, se ofreció como voluntario para la misión militar en Somalia, donde sirvió durante cuatro años, demostrando su dedicación al deber y a su país. Cuando regresó a Italia llegó a alcanzar el rango de general de brigada.

Llegado a ese punto, en lugar de retirarse, decidió alistarse en una nueva misión. En 1978, colgó el uniforme y vistió el hábito de los frailes capuchinos, adoptando el nombre de Gianfranco Maria. Además de optar por una vida contemplativa, se arremangó y restauró el convento abandonado de San Crispino en Orvieto, transformándolo en un refugio espiritual para muchos.

Según los datos biográficos publicados por el dicasterio para las Causas de los Santos, el Venerable vivió su vida buscando constantemente la voluntad de Dios, guiado por una profunda fe y coherencia evangélica. Su devoción mariana y eucarística era central en su vida, llevando siempre imágenes religiosas en sus destinos como soldado y reservando espacios para rezar el rosario. Su fe, vivida con fortaleza, lo mantuvo firme en los momentos más difíciles, humanizando todas sus acciones y convirtiéndose en un modelo de vida cristiana.

Durante su tiempo en el Ejército, «si bien era consciente de haber actuado en cumplimiento de su deber como soldado, sintió un malestar de conciencia que lo acompañó durante toda su vida». Es quizás por ello que siempre realizó numerosos actos de caridad, mostró respeto hacia el enemigo y ofreció ayuda a los perseguidos políticos. Fue cercano y cariñoso con sus compañeros, y en los campos de batalla rezaba por los caídos, pidiendo ser él quien tomara su lugar.

En una entrevista en el año 2000, Gianfranco Maria expresó su profundo sentimiento de vocación, subrayando que el verdadero trabajo de un soldado no es solo la lucha, sino sobre todo la defensa de la paz, el derecho y la justicia. Murió a los 83 años y fue enterrado en Pesaro, vistiendo ropa militar bajo el hábito capuchino.

comentarios
tracking