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El protagonismo de las bacterias intestinales, bajo la lupaGTRES

La clave para tratar el autismo podría estar en el intestino

Una investigación conecta las bacterias intestinales con la creación de oxitocina

La oxitocina es una hormona que actúa en diferentes áreas del cuerpo. Se le llama la hormona del amor, pues es una de sus funciones más conocidas, pero también media en procesos relacionados con la reproducción, como el parto o la lactancia.

Hasta el momento la ciencia sostenía que se fabricaba o sintetizaba únicamente en el cerebro, concretamente en el hipotálamo. Ahora, un estudio de la Facultad de Medicina de Baylor (Texas) ha demostrado que la oxitocina también se produce en el intestino.

Los investigadores explican que el microbioma intestinal, una comunidad de billones de microbios que viven en los intestinos humanos, afecta no solo la salud intestinal sino también a la salud de los órganos distantes del intestino. Para la mayoría de los microbios del intestino, los detalles de cómo pueden afectar a otros órganos siguen sin estar claros, pero para la bacteria L. reuteri, residente en el intestino, las piezas del rompecabezas están empezando a encajar.

La bacteria L. reuteri, la clave

La Dra. Sara Di Rienzi, coautora del estudio, explica que la «L. reuteri es una de esas bacterias que puede afectar a más de un órgano del cuerpo» y añade: «Los investigadores han descubierto que estas bacterias reducen la inflamación intestinal en adultos y en modelos de roedores, suprimen la pérdida ósea en modelos animales de osteoporosis y en un ensayo clínico en humanos, promueven la curación de heridas en la piel en ratones y humanos y mejoran el comportamiento social en seis modelos de ratones del espectro del autismo».

Los investigadores consiguieron visualizar la oxitocina en muestras de tejido intestinal humano

Para poder llevar a cabo procesos como la capacidad de promover el comportamiento social y la curación de heridas se requiere señalización mediante la hormona oxitocina, pero los científicos no conocía con precisión cómo ocurría esto. «Investigamos el vínculo que conecta la bacteria L. reuteri con la oxitocina y órganos distantes como el cerebro y descubrimos hallazgos inesperados», explica la Dra. Heather Danhof, profesora asistente de virología molecular y microbiología en Baylor y primera autora del estudio: «La oxitocina se produce principalmente en el hipotálamo, una región del cerebro involucrada en la regulación de la alimentación y el comportamiento social, así como en otros órganos. Dado que otras hormonas producidas por el cerebro también se producen en el intestino, probamos la novedosa idea de que la propia oxitocina también se produce en el epitelio intestinal donde normalmente reside L. reuteri».

Los investigadores consiguieron visualizar la oxitocina en muestras de tejido intestinal humano, demostrando que la oxitocina es una hormona intestinal. Danhof explica: «L. reuteri estimula las células enteroendocrinas del intestino para que liberen la hormona intestinal secretina, que a su vez estimula otro tipo de célula intestinal, el enterocito, para que libere oxitocina».

El Dr. Robert Britton, profesor de virología molecular y microbiología, añade: «Estas bacterias tienen efectos positivos en varias partes del cuerpo, pero no se entendía cómo sucedía. Nuestros hallazgos revelan que la oxitocina también se produce en el intestino y un nuevo mecanismo por el cual L. reuteri afecta la secreción de oxitocina. Ahora, estamos trabajando para identificar tratamientos potenciales para los trastornos del espectro autista utilizando un nuevo modelo de ratón deficiente en oxitocina intestinal para obtener una nueva comprensión de la conexión entre la oxitocina producida en el intestino, el comportamiento social y el cerebro», concluye el Dr. Britton.

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