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Medio ambiente

La corriente oceánica clave para el clima se resiste al colapso: un estudio afirma que no se ha debilitado

Una nueva investigación contradice a las anteriores y asegura que la AMOC no ha disminuido en los últimos 60 años

El año pasado, varios estudios científicos alertaron sobre la posibilidad de que la Circulación de Retorno Meridional del Atlántico (AMOC) colapsara, algo que, según ellos, ocurriría «mucho antes de lo esperado». Este término se refiere al sistema de corrientes oceánicas que desplaza agua cálida y salina desde los trópicos hacia el norte, ejerciendo una influencia significativa en el clima regional y global. Este sistema desempeña un papel crucial en el equilibrio climático al transferir calor hacia el norte del Atlántico desde las regiones tropicales.

Por ello, la posible desaparición de la AMOC tendría consecuencias desastrosas para el clima, y algunos escenarios contemplan la posibilidad de un enfriamiento generalizado en todo el hemisferio norte, cubriendo de hielo las Islas Británicas y los países escandinavos, así como el norte de Polonia y Alemania. Además, reaparecerían de forma robusta los glaciares en los Pirineos y los Alpes y aumentaría notablemente el hielo al noroeste del Atlántico.

Pero frente a la alarma surgida el año pasado, un nuevo estudio viene a traer calma. Un equipo de científicos de la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI) cuantificó el pasado para ayudar a determinar hacia dónde podríamos dirigirnos. Este trabajo, publicado en Nature Communications, asegura que la AMOC no ha disminuido en los últimos 60 años.

Asimismo, los expertos que han participado en su realización creen que estos resultados concluyen que la AMOC es actualmente más estable de lo esperado. «Nuestro estudio sugiere que la AMOC aún no ha mostrado signos de debilitamiento», afirmó Nicholas P. Foukal, adjunto en Oceanografía Física en el WHOI y profesor asistente en la Universidad de Georgia, quien lideró la investigación en el WHOI. «Esto no implica nada sobre su evolución futura, pero no parece que los cambios anticipados hayan ocurrido hasta ahora».

Sus resultados desafían investigaciones previas, especialmente un estudio de 2018 citado en su trabajo, que sostenía que la AMOC se había debilitado en las últimas siete décadas. Este estudio anterior utilizó mediciones de temperatura superficial del mar para evaluar los cambios en la AMOC, pero afirman que la temperatura superficial del mar no es tan precisa como se pensaba inicialmente.

Para reducir la incertidumbre, los investigadores se apoyaron en datos más recientes del Proyecto de Intercomparación de Modelos Acoplados (CMIP), una colección de modelos climáticos globales del Programa Mundial de Investigación Climática. Utilizando 24 modelos diferentes del CMIP, descubrieron que los datos de temperatura superficial más recientes no lograban reconstruir adecuadamente el comportamiento de la AMOC.

Dando un paso adicional, desde Metored explican que se centraron además en un indicador diferente: los flujos de calor aire-mar, que se refieren al intercambio de calor entre el océano y la atmósfera. Cuando la AMOC es más fuerte, el océano libera más calor hacia la atmósfera en el Atlántico Norte.

Los autores derivaron este indicador de la AMOC a partir de los modelos CMIP y lo aplicaron a los datos de observación disponibles. Los flujos de calor más precisos sobre el Atlántico Norte provienen de productos de reanálisis, que combinan observaciones directas con modelos, de manera similar a las previsiones meteorológicas. El equipo se enfocó en dos conjuntos de datos de reanálisis que datan de los años 50, lo que les permitió reconstruir la AMOC.

Todo esto podría implicar que la AMOC no está tan cerca de un punto de inflexión como se había sugerido anteriormente, ya que la AMOC promedio decenal no ha mostrado signos de debilitamiento entre 1963 y 2017. «Si bien todos coinciden en que la AMOC se ralentizará en el futuro, aún se discute si sufrirá un colapso», destacó Foukal. «Este estudio sugiere que todavía hay tiempo para tomar medidas antes de que lleguemos a ese posible punto de inflexión».

Posibles consecuencias del colapso

Pero, ¿cuáles serían las consecuencias de este hipotético colapso? Como decimos, estas corrientes modulan fuertemente el clima, por lo que una variación podría traducirse en un enfriamiento generalizado en todo el hemisferio norte, con temperaturas que en Europa podrían ser de entre 10 y 30 grados centígrados menos durante el invierno.

Asimismo, el Atlántico Norte contaría con una cobertura de hielo mucho mayor y se producirían grandes cambios en la precipitación de los trópicos. En toda Europa se fortalecerían las borrascas de invierno, y estarían protagonizadas por ciclogénesis explosivas más frecuentes y potentes que dejarían una mayor proporción de precipitaciones en forma de nieve y se produciría, con ello, un aumento en el número de meses con una capa de nieve significativa.

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