El mítico Íbice Alpino. Un milagro de la caza, como conservación
Docenas de guardas subían diariamente alfalfa, heno y grano, para que los pocos animales que quedaban pudieran sobrevivir a las enormes nevadas de los duros inviernos alpinos

Íbice Alpino en el Parque Nacional Gran Paraíso, en 1856, los reyes de Italia consiguieron salvarlo de la extinción
Hoy veremos otro claro ejemplo de cómo la caza deportiva de trofeos, es el instrumento que ha salvado a muchas especies de la extinción. Esto ocurrió a mediados del siglo XIX en los Alpes italianos. Fue gracias a la generosidad del último Rey de Italia, Víctor Manuel III de Saboya, su afición a la caza, a la fauna y a su protección.
Los cazadores, los mayores defensores de la fauna
Hoy voy a contarles como el Primer Rey de la Italia unificada, Víctor Manuel II de Saboya, salvó a una especie, el Íbice alpino, de la extinción.
Esta historia podría comenzar sobre el año 1850. En aquellos años que la población de Íbices de toda la cordillera de los Alpes, estaba al borde de la extinción, pues apenas quedaban 60 ejemplares. La matanza abusiva por carne de la población local de los Alpes, casi lo exterminó. Se mataba indiscriminadamente cualquier Ibex, fuera macho hembra, joven o cría para llevar algo carne a casa en los duros inviernos alpinos.
Además, determinados despojos como el pequeño cartílago en forma de cruz que se forma en el corazón de estos duros animales, valía mucho dinero en aquellos tiempos. Se creía que protegía de cualquier accidente y muerte violenta. La carne era algo que echar a una caldereta y su grasa se le atribuía propiedades vigorizantes y medicinales. Las increíbles facultades físicas de los habitantes de los Alpes, fueran italianos, franceses, suizos y austriacos, mataban todo animal que se pusiera delante de sus primitivas armas.Esta caza indiscriminada hizo que apenas unos 50 íbices alpinos sobrevivieran refugiados en lo más alto del Valle de Aosta, en Italia. Justo enfrente de los picos más altos duros y difíciles de los Alpes, como el Mont Blanc, Monte Rosa y Cervino.
La magnífica gestión de un Rey de Italia
En 1856 el Rey de Italia Víctor Manuel II de Saboya, primer Rey de la Italia Unificada, declaró el Valle de Aosta, Reserva Real de Caza. Creó un cuerpo de guardas especializados para luchar con la matanza por carne.

El palacio de Sarre, en el alto valle de Aosta
Hizo construir una red de más de 700 kilómetros de senderos y caminos por laderas inimaginables. Por ellos se facilitaba la aportación de comida a los íbices en los duros inviernos alpinos. Docenas de guardas subían diariamente alfalfa, heno y grano, para que los pocos animales que quedaban pudieran sobrevivir a las enormes nevadas de los duros inviernos alpinos. Estos caminos aún se conservan y se usan en la actualidad.
Declaró veda total de caza de varios años. Solo permitió la realización de una cacería anual, en verano en las que se cobraban solo unas docenas de ejemplares viejos y adultos. Precisamente porque estos animales, que ya han cumplido su ciclo vital y reproductor, son los que portan grandes trofeos. Esta caza, deportiva, controlada y la ayuda alimenticia a los íbices en invierno, pronto hizo recuperarse la población.
Su colección de caza se encuentra perfectamente conservada en el palacio de Sarre en Aosta, donde construyo una alta torre. Desde ella le gustaba contemplar a los íbices que había salvado de la extinción gracias a la caza deportiva y la creación del Coto Real.
El «duro bache» de la Primera guerra Mundial.
Antes de la Primera Guerra Mundial ya la población había subido a 4.000 ejemplares en el Coto Real. Nefasto conflicto, cuyo frente entre Alemania y Austrohungría y las potencias aliadas de Italia, Francia e Inglaterra estuvo justo en mitad del hábitat de los Ibices Alpinos. Por la falta de guardería y de nuevo la matanza por carne, la especie fue llevada otra vez al límite de la extinción. El furtivismo por falta guardería, lógico en una zona de guerra, produjo el desastre de nuevo y la población se redujo de los 4.000 ejemplares apenas a 300.
Fuera del valle de Aosta solo existían unos pocos Íbices, pasados de contrabando, siendo chivos, por unos pastores al Cantón de Valais en Suiza. Estos dieron lugar a una pequeña población de unas decenas de íbices que fueron el origen a la, hoy enorme, población Suiza. Junto con los escasos ejemplares sobrevivientes del Coto Real, no quedaban más Ibex en los Alpes. La matanza por carne de nuevo estaba a punto de acabar con los últimos escasos 300 ejemplares que sobrevivían de esta especie, en todo el mundo.
Víctor Manuel III donó las 75.000 Hectáreas de su coto de caza. En 1920, el nieto de su creador, el Rey Víctor Manuel III de Saboya, último Rey de Italia, donó su reserva personal de caza, al Estado Italiano. A cambio, pactó que se suprimiese la matanza furtiva por carne, para que se protegiesen los últimos Ibex de los Alpes.
Este Rey fue muy bajo de estatura pero muy grande de corazón. Donó su Coto de caza al Estado Italiano, para crear el Parque Nacional de Gran Paraíso de 75.000 hectáreas de superficie. Este parque hoy ocupa principalmente en los altos valles de Piamonte y Aosta y fue el primero de Italia. Combina valles, inmensos bosques de conífera, glaciares y culmina en el pico que le da nombre el Grand Paradiso de 4.061 metros de Altitud.
Hoy casi 5.000 Ibex viven solo en ese Parque Nacional. Desde ahí han emigrado naturalmente a otros valles y cruzado la frontera francesa. Además, a partir de 1970 importantes repoblaciones a las vecinas Francia, Suiza, Austria, el sur de Alemania y Norte de Eslovenia. Hoy entre 50 y 55.000 Ibex Alpinos pueblan los Alpes en una población en franca expansión, viable y sometida a una caza deportiva racional y perfectamente organizada.
- Roque Armada es director de Armada Expediciones y de la Escuela de Tiro de revista Trofeo