El Conde de Teba
El Conde de Teba

Los cuatro elementos (III): el viento

Para la gente del campo el viento es enemigo. Evapora la humedad del suelo, baja el nivel freático y seca las plantas. Al agitar las ramas mece el tronco y da una cierta holgura por donde entra el aire y acaba desenraizando a los árboles jóvenes. Hacen temblar a los bomberos al tornar incontrolable al incendio

Actualizada 11:10

Campo de trigo zarandeado por el viento

Campo de trigo zarandeado por el vientoEuropa Press

Queridos Incautos: el viento es el aire en movimiento. Recuerdos de juventud. Retumban los ecos de aquellos crueles críos que fuimos canturreando entre maliciosas sonrisas, «las orejas de Miguel en movimiento…», mientras éste lloraba desconsolado.

La cuerda de tender la ropa. Aquellos blancos cegadores que olían a lejía y se mecían suavemente bailando las brisas. Al poco tiempo todo seco. Esa virtud de secar, se torna estrago en estas tierras abrasadas por el sol.

«En la lona gime el viento
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul
Y va el capitán pirata,
cantando alegre en la popa…»

Ansiado afanosamente por navegantes y deportistas, hoy día, controvertido, también por productores de electricidad. Algunos los ven como molinos, cuando son solo espantosos gigantes. Terrorismo estético que mata buitres y arruina horizontes. Nos cierran las nucleares y fomentan estos adefesios. Mintiendo que es para salvar el planeta.

El viento es causado por la rotación de la tierra, pero sobre todo en nuestro paisaje tan montañoso, por las diferencias de temperatura y presión debidas a la orografía. Vientos húmedos cuando vienen del mar y terribles y ardientes cuando vienen de tierra. Para la gente del campo el viento es enemigo. Evapora la humedad del suelo, baja el nivel freático y seca las plantas. Al agitar las ramas mece el tronco y da una cierta holgura por donde entra el aire y acaba desenraizando a los árboles jóvenes. Hacen temblar a los bomberos al tornar incontrolable al incendio.

En las montañas, las mallas de las alambreras quedan cubiertas de hielo, se convierten en una pared que derriba el viento. Era todo un fastidio sobrellevado con resignación. Como las moscas o los resfriados. Hasta que llegué a Inglaterra. A su viento helador encontraron una solución: los setos. Plantan cada medio metro un arbolito. La mayor de las veces hayas. Cuando el árbol alcanza el grosor de media pulgada, y una altura de algo más de un metro un especialista pega un corte parcial a 45°. Giran la parte de la copa enterrándola en el suelo hacia la siguiente planta. En un par de años se obtiene un sólido seto muy denso que sirve además de para sujetar el ganado, como cortavientos. Estos setos se han convertido en su emblema nacional. Los saltan en lo que ellos llaman hunting la caza del zorro a caballo con sus perros sabuesos que llaman hounds.

¡Ay de ti! si llamas dog a un hound. Y también si llamas hunting (cazar a caballo con perros) a lo que ellos llaman shooting (disparar). Una afrenta casi tan grave como llevar ropa nueva.

Alguna vez mete el caballo la pata en un blandón y se hunde hasta la rodilla. Los caballos fuertísimos sacan la pata y la succión arranca las herraduras

Los setos ingleses tienen muchas veces una cacera anexa que llaman ditch para drenar sus campos encharcados. Galopando alguna vez mete el caballo la pata en un blandón y se hunde hasta la rodilla. Los caballos fuertísimos sacan la pata y la succión arranca las herraduras. Se debe saltar solo por las zonas habilitadas, o mejor aún por las puertas, pues se ve lo que hay al otro lado. Si no, te puedes encontrar con la sorpresa de la zanja detrás. No me explico cómo, el caballo reacciona en el aire, y aterriza salvando la zanja… las más de las veces… Otras veces caes en mitad y sales empapado de agua helada y barro echándote a rodar rápidamente para que no te caiga encima el caballo que viene detrás. Tus flemáticos amigos preguntan si estás bien mientras aguantan la carcajada. La idiosincrasia británica es reírse de los demás sin que se den cuenta.

Los setos son el refugio de las ovejas. No son muy altos. Rara vez más de 3 metros. Pues les interesa recortarlos por arriba para que se macicen por abajo. Al amparo de los setos crece más pasto. Por cada metro de altura hay casi 10 m de resguardo del viento. Además, son el refugio de infinidad de fauna.

Menos estéticos, pero igualmente efectivos son los setos salvajes de zarza. También perfectamente recortados. Compuestos por escaramujo (rosa canina) majuelo (espino albar) y zarzas silvestres de mora, grosella, frambuesa etc. Lo que los franceses generalizan como Framboise. «Cherchez les framboise!!» animan los gabachos a sus sabuesos pointevinos en su variante local de la caza a caballo que es la «Chasse a courre». En aquel caso especializados solo para venado, para corzo o para jabalí. Aunque allí el paisaje es muy distinto. No hay saltos. Bosques de altísimos árboles recorridos por laberintos de calles transitables al trote, guiados de oído, al son de trompas y ladridos.

De aplicación acá serían los perdederos que bordean nuestras siembras. En mis prados, cuando me alcanza, los separo con una doble alambrera separada unos 4/5 metros. Y en ese espacio sembramos de todo. Desde piornos a zarzas y todo tipo de árboles. Al no alcanzarse y olisquearse, los caballos y los toros no se la llevan por delante para pelear.

Cada región tiene sus vientos. La tramontana, en Cataluña y Mallorca donde da su nombre a una sierra. El húmedo orvallo gallego, el gregal, que viene de Grecia a las Baleares; el siroco africano que trae arenas del Sahara, el mistral o cierzo del noroeste frío fuerte y racheado, el solano «viento solano, agua en la mano». Y los más temidos y más conocidos: el levante y el poniente. Que conforman a Cádiz, la provincia entre dos mares: «La mare que parió al levante y la mare que parió al poniente». Lejos, muy lejos queda aquel proverbio portugués que decía: «De Espanha, nem bom vento, nem bom casamento»

Conjurado, tras casarse obligado por su padre el horrorizado futuro Rey Fernando VI con la espantosa hija del Rey de Portugal, Bárbara de Braganza tan feísima que los pasquines cantaban «fea, pobre y portuguesa. Chúpate esa». Jamás hubo un matrimonio más feliz. Al morir ella joven, el Rey moriría después de pena, habiendo levantado para enterrarla el hermosísimo templo de Santa Barbara en Madrid.

Es Portugal, el país hermano, al que admiro y adoro, poblado por gentes educadas y encantadoras, que todos sentimos como que un poco nos pertenece. Hoy día, «les soplan mejores vientos» pues eligen a gobernantes mucho más sensatos que los nuestros.

Aunque eso no es difícil.

  • El conde de Teba, Jaime Patiño Mitjans, es ganadero y arquitecto

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