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'La tripulación perdida': nostalgia ochentera con un giro galáctico
La serie protagonizada por Jude Law deja entrever un futuro prometedor, especialmente para aquellos que aún creen en la capacidad de Star Wars de transportarnos a una galaxia muy, muy lejana
En un intento por conjurar tanto el cansancio narrativo como la pátina woke que tantos arañazos le está provocando a la marca Disney, La tripulación perdida parece un regreso a la casilla de salida. Un reseteo. Porque esta expansión de la galaxia de Star Wars combina la aventura juvenil de los ochenta con un giro galáctico. Inspirada en el tono de clásicos como Los Goonies o Exploradores, la serie busca conquistar a dos públicos: niños que se sumen al universo creado por George Lucas y padres que persiguen un eco nostálgico en la pantalla.
La trama nos presenta a cuatro jóvenes que, por accidente, terminan embarcados en una peligrosa aventura intergaláctica, alejados de su hogar en el planeta At Attin. Este mundo, inédito en la franquicia, ofrece un escenario futurista y colorido, con un diseño visual que se aleja de los áridos desiertos (Tatooine) y cantinas lúgubres (la de Mos Eisley) que suelen marcar el tono de la saga. Entre piratas, mercenarios y arcanos del hiperespacio, los protagonistas luchan por encontrar el camino de regreso mientras maduran sus propios miedos e incertidumbres.
Sin embargo, a La tripulación perdida le cuesta arrancar. Los dos primeros episodios gastan demasiado metraje en pintar la vida idílica de At Attin y en forzar las coincidencias necesarias para que los personajes despeguen su inesperada aventura. Es un inicio que peca de esquemático y algo previsible, carente de la espontaneidad y el dinamismo que demanda una aventura de este calibre.
Es en el tercer episodio donde el relato encuentra su ritmo y empieza a coger personalidad. La llegada de Jude Law, que interpreta a un tipo tan misterioso como ambiguo, añade la chispa que necesitaba la historia. Gallegueando entre mentor y oportunista, su papel como líder improvisado de este grupo de desarraigados funciona, dado su carisma y la intriga que genera en el grupo. De hecho, este equilibrio entre héroe y posible traidor insufla al relato una dosis extra de tensión dramática, subiendo el envite de la química de los personajes y anticipando un anclaje emocional más estimulante, por contradictorio.
Con un acabado visual muy aseado en su espectacularidad, La tripulación perdida apuesta decididamente por el tono familiar, más que otras series recientes de la franquicia como la madura Andor o la fracasada The Acolyte. En un momento bastante delicado para el universo de La guerra de las galaxias, esta nueva serie tiene la complicada misión de redimir la fórmula y devolverle parte de su magia. No es tarea sencilla, aunque esta vez, al menos, se vislumbran algunas señales prometedoras.
La clave de Skeleton Crew (título original en inglés, que podría traducirse como «personal mínimo imprescindible») reside en su simplicidad. Parece una historia independiente de la telaraña intertextual de la saga y no pretende reinventar la rueda televisiva ni añadir capas excesivas de complejidad moral o política. Al contrario: tras estos tres episodios, se constata que abraza el espíritu de la aventura clásica, con personajes que aspiran a ser entrañables y una estética que celebra la imaginación sin perder de vista el legado visual y temático de Star Wars. Aquí, el contraste entre lo nuevo y lo familiar se percibe de manera más orgánica: un androide destartalado, un joven valeroso y flipadete, una compañera eficaz y dura de pelar, y hasta un elefantino azul que agrega una nota de humor ingenuo.
Con todo, el éxito de La tripulación perdida dependerá en gran parte de su capacidad para mantener el equilibrio entre acción, humor y emoción en los próximos episodios. El potencial está ahí: un grupo variopinto, una figura paternal subsidiaria y enigmática, y un escenario que mezcla peligros intergalácticos con un mensaje universal sobre el nervio de la amistad, la lealtad y el regreso a casa. Si logra profundizar en estas relaciones de manera orgánica y evitar los excesos que han lastrado a otros productos de la franquicia, puede que sea el respiro que necesita la saga.
Por ahora, el tercer episodio marca una mejora notable en comparación con el preámbulo titubeante. Aunque es temprano para declararla un éxito, La tripulación perdida deja entrever un futuro prometedor, especialmente para aquellos que aún creen en la capacidad de Star Wars de transportarnos a grandes y pequeños, al menos durante un ratito, a una galaxia muy, muy lejana.