Diez frases de Turguénev, el liberal al que leen todos los rusos y que prefiguró sin querer el comunismo
Se cumplen 140 años de la muerte de uno de los más grandes escritores de la historia, que se enfadó (y luego se reconcilió) con Tolstoi y Dostoievski
Cuando Iván Turguénev murió el 3 de septiembre de 1883, descubrieron que su cerebro pesaba dos kilos, casi uno más de lo que pesa el cerebro de cualquier otro adulto. Claro que allí estaban metidas todas las Memorias de un Cazador, los Padres e Hijos del mundo y hasta el Primer Amor: la vida del hombre y casi de la humanidad. Turguénev fue una especialidad entre los escritores rusos del XIX por su acusada tendencia europeísta (adquirida en su juventud, durante sus estudios de Filosofía en Berlín), frente a destacados eslavistas (la corriente predominante en Rusia) como Dostoievski.
'Memorias de un cazador'
La diferencia entre unos y otros es que los primeros miraban más a Occidente y los segundos a Oriente. A los europeístas como Turguénev les gustaba más París (al modo de los nobles de San Petersburgo, que hablaban en francés entre ellos como símbolo de distinción), y los eslavistas creían en la unión cultural, política y religiosa (la iglesia ortodoxa enfrente de la católica) de los países eslavos. Esta fue una de las razones de su desencuentro con el autor de Crimen y Castigo, y también con Tolstoi, con el que estuvo casi veinte años sin hablarse.
Memorias de un Cazador le convirtió en una celebridad a mediados de siglo. La realista descripción de las condiciones de vida de los campesinos y los siervos, a los que observaba y con los que compartía la vida durante sus partidas de caza emocionaron al mismísimo zar Alejandro II, pese a que sin quererlo cuestionaba el sistema sobre el que se sostenía su trono. Mas allá llegó con Padres e Hijos una década después, la novela con la que provocó un terremoto silencioso y profundo en una evolución de la «mera» descripción de sus relatos para ahondar en la realidad del pensamiento sobre ellos.
'Padres e Hijos'
El joven protagonista, el nihilista Bazárov, se convirtió en un héroe para una juventud que quería romper con el sistema de sus padres, una novela generacional después de la colección iniciática de sus andanzas mucho más que cinegéticas. El nihilismo que prefiguró el comunismo, a pesar de los esfuerzos del autor porque no lo pareciera, después de que las autoridades miraran con recelo sus Memorias y, sobre todo, su obituario a Gógol, otra de las glorias rusas del siglo, por lo que fue, primero encarcelado y luego confinado en su casa, tras lo que se alejó para siempre, no solo física, sino interiormente de Rusia, a la que amaba, como se puede comprobar en sus maravillosos cuentos.
Aquel nihilismo soterrado de su protagonista, una condición que se convirtió en característica fundamental de la obra que empezó a publicar en la revista de derechas El Mensajero Ruso, y que asustó en ambas direcciones, a derecha e izquierda, por su liberalismo sin complejos. Unos le acusaron de incitar a la rebelión y los otros le criticaron por la revista en que se publicó y la deriva natural, humana y no socialista de Bazárov, que al final no cumple las expectativas deseadas por los totalitarios, de izquierdas en este caso. Sin quererlo, solo deseando un mundo mejor, su exposición narrativa habló del nihilismo al que después se agarraron Marx y Engels en aquel «todo lo solido se desvanece en el aire» de El Manifiesto Comunista.
Enamorado de una española
Turguénev nunca se casó y pasó la vida enamorado de la cantante de ópera española, Pauline Viardot-García, por la que recorrió Europa y llevó una vida mundana y artística entre figuras como Brahms, Chopin o Massenet bajo un amor real e imposible que terminó con la muerte del escritor en Bougival, Francia, donde ambos tenían casas separadas, pero dentro de una misma finca. Flaubert fue su amigo escritor más cercano, y sus relaciones tumultuosas con Dostoievski y Tolstoi tuvieron finales emocionantes, como cuando el artífice de El Jugador, después de llegar a parodiarle en sus obras, como en Los Demonios, terminó encumbrándole públicamente el día de la inauguración del monumento a Pushkin; o como cuando, luego de incluso haberse retado a duelo con Tolstoi, en su lecho de muerte musitó, dirigido al autor de Guerra y Paz: «Amigo, vuelve a la literatura». Dicen que después de estas palabras el maestro de Yasnaia Poliana volvió efectivamente a la literatura tras el silencio de casi una década desde Ana Karenina.
Diez frases de Iván Turguénev:
- «La mayoría de la gente no entiende cómo la otra parte se puede soplar la nariz de una manera distinta a la suya».
- «Es dulce ser la única fuente, la causa tiránica e inapelable de las grandes dichas y de la desesperación más honda de otro ser» (Primer Amor).
- «Un nihilista es una persona que no se doblega ante ninguna autoridad, que no acepta ningún principio como un dogma de fe, por mucho respeto que este principio infunda a su alrededor» (Padres e Hijos).
- «¿Usted desea ser afortunado? Aprenda a sufrir entonces».
- «El tiempo, como es sabido, a veces vuela como un pájaro y otras se arrastra como un gusano, pero cuando las personas están verdaderamente a gusto, ni siquiera se dan cuenta de si pasa rápido o lento».
- «Las personas pendemos de un hilo, en cualquier momento un abismo se puede abrir bajo nuestros pies; Pero nosotros, entretanto, nos dedicamos a crearnos todo tipo de dificultades, a estropear nuestra vida».
- «¡Lo que sentía era tan nuevo y tan dulce! Seguía sentado, mirando un poco hacia atrás, sin moverme, y sólo de vez en cuando me reía calladamente, recordando algo, o me estremecía al pensar que estaba enamorado, que lo que sentía era el amor» (Primer Amor).
- «En la vida de las personas hay grandes misterios y el amor es uno de los más inaccesibles».
- «La muerte es una vieja historia y, sin embargo, siempre resulta nueva para cada individuo».
- «No estoy de acuerdo con la opinión de nadie. Tengo la mía propia».