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El rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera, Higinio Marín, en el congreso 'El Conservatismo hoy'

El rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera, Higinio Marín, en el congreso 'El Conservatismo hoy'CEU

El Conservatismo hoy

Higinio Marín: «El conservadurismo es hijo de la Modernidad, porque es la Modernidad crítica»

El rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera (Valencia), Higinio Marín, explica cómo «Ser conservador hoy: retos y propuestas», en la clausura del congreso «El Conservatismo hoy: la defensa de las libertades, las tradiciones y la cultura», organizado por CEU-CEFAS y The European Conservative

Tras dos días dedicados a hablar en el Colegio Mayor San Pablo sobre conservadurismo, y con voces como la de Enrique García-Máiquez, Elio Gallego, Alfonso Bullón de Mendoza o Gregorio Luri, junto con varios ponentes e invitados extranjeros, le ha correspondido el turno al rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera. El profesor Higinio Marín ha comentado: «Es la primera vez que hablo en público sobre conservadurismo», y para ello ha tenido que sintetizar el contenido de varios libros suyos, como La invención de lo humano y Teoría de la cordura. Antes de su intervención, el profesor de Literatura y escritor Carlos Marín-Blázquez ha destacado algunos detalles sobre el rector de la Universidad CEU en Valencia: asegura que, en «un tiempo desabrido» como es nuestra época, caracterizado por el «afán de disolución de los referentes éticos, culturales, religiosos», Higinio Marín proyecta una «luz fecunda». Marín-Blázquez señala que, a partir del protestantismo, irrumpe la dialéctica en la Modernidad, lo que supone la confrontación de «posiciones excluyentes» en un juego dominado por el progresismo, que es el que establece las reglas de esta dialéctica.

El rector Higinio Marín asegura que el conservador únicamente puede existir en nuestro tiempo, en tanto que «hijo de la Modernidad, la Ilustración y quizá la revolución». Además, «es preciso que exista ahora, por su visión crítica, porque el conservadurismo es la Modernidad crítica», lo cual supone una paradoja y una condición problemática. Añade que también es moderno el tradicionalismo, conciencia y actitud que no existía antes de la crisis de la tradición. De igual modo que el progresismo es el rechazo o la duda de la tradición, el tradicionalista es una reacción reivindicativa frente a este planteamiento. En una situación intermedia se halla el conservador, que «acepta la libre disponibilidad de la tradición».

Por otro lado, el rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera entiende que el conservador sabe que es «contingente». Para dar hondura a este concepto, cita un pasaje de Ratzinger que diserta sobre denominaciones latinas de la Iglesia primitiva; tras rechazar «Imperator» como término propio de Cristo, sondeó la opción de «conservator», pero se decantó por «Salvator». En otras palabras; el conservador no agota la tarea definitiva, que es la salvación, y tiene de ello plena conciencia. Al mismo tiempo, el conservadurismo aparece en la historia y requiere de una actitud humilde, un «principio de modestia» —unido a los de cortesía y moderación—; se posiciona de modo relativo ante los cambios y, por eso, «renuncia a transformarse en ideología», concepto que Higinio Marín liga con idolatría y con religión falsa. De hecho, el conservador tampoco deifica la razón ilustrada, al asumir la «raigambre vital» del raciocinio: «es el rasgo que más me seduce del conservadurismo», reconoce. Visto así, «el conservador sabe que hay un punto de vista más definitivo que el propio».

Según Marín, Europa se ha definido como la negación a identificar o confundir el poder político con una ideología o religión, contexto cultural que hoy está cambiando de manera alarmante por el auge del progresismo, que sí supone la unión de estos conceptos. Asimismo, el conservador acepta tanto el pasado como el futuro de forma sintética, a través del presente; por el contrario, el progresista «cancela» el pasado e idolatra el futuro, mientras que el tradicionalista funciona con un esquema inverso. Para el conservador, «el pasado es deuda y el futuro es un deber».

De acuerdo con la exposición del profesor Higinio Marín, la Antigüedad delimitaba al individuo de una manera cerrada a través de su filiación, y en consecuencia la vida y sus contornos —oficio, matrimonio— estaban más definidos por la genealogía que por la biografía. Sin embargo, según Marín, «el cristianismo entra en colisión con este contexto, debido al concepto de salvación y de persona; el individuo es el que comparece en el Juicio mediante su autodestinación». Es más, afirma: «La forma de vida religiosa es la del protociudadano europeo», puesto que el monje y el fraile se configuran por medio de una vocación interior y no de una inercia familiar. De esta manera, se provoca «el choque entre política y linaje» y dará inicio la «dinámica de la Modernidad», que consiste en repudiar «el antecedente con relevancia condicionante».

Al punto al que se ha llegado en la actualidad es bien diferente: hoy se niega el sexo biológico como factor condicionante y heredado, y se erige al Estado como «lugar donde la naturaleza pierde su entidad» y pasa a quedar a disposición de la voluntad. Es la «muerte del pasado». Desde el progresismo, se critica al conservador, precisamente por aceptar que el sexo biológico ejerce en nuestras vidas ese carácter condicionante; de ahí que el progresista diga que el conservador tiene una «conciencia vasalla», puesto que no se ha liberado de la determinación que supone haber nacido varón o mujer.

El Estado es otro tema de que habla Marín. Según él, no se puede entender al hombre contemporáneo, sin tener en cuenta la existencia y entidad del Estado, como no se puede entender al hombre según el concepto aristotélico, sin la idea de polis. El Estado actual se reviste de capacidad y plenos poderes para «redefinir la realidad», lo cual celebra e idolatra el progresista. Sin embargo, los conservadores, en su «estatuto de marginalidad», «estamos a favor del Estado, pero no de este Estado». Prosigue: «no somos muy capaces de dar ejemplos históricos o una descripción del Estado que queremos».

La propuesta conservadora de Marín consiste en una manera moderna de reivindicar la pietas: «Estado sin estatalismo; nación sin nacionalismo; lo social sin el socialismo; el pasado sin la nostalgia fetichizante; el futuro sin utopismo». Defiende los «hábitos del corazón» como seña conservadora, el sentido común, y el matrimonio como «promesa incondicional». El conservador venera, pero no idolatra, las instituciones, la autoridad y la ascendencia. Su pietas moderna, su primer «hábito del corazón», es el agradecimiento, que consiste en reconocer que la propiedad que uno posee la ha recibido de otro. «El agradecimiento no cancela el pasado, la familia y las generaciones previas», señala. E insiste: la pietas del conservador «esclarece la conciencia de la filiación», frente a la pietas antigua, que imponía la «sujeción al padre».

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