El barbero del rey de Suecia
Realidad y esperanza
Ayer se falló el LVIII premio Adonáis de poesía joven. Es una gozosa paradoja que el premio por antonomasia de la joven poesía sea el premio poético más vetusto del país. Vale como metáfora: la poesía es eternamente joven. El catálogo de la colección de Adonáis impresiona. Ha acogido a lo más granado de los últimos sesenta años, y además, casi siempre en sus libros inaugurales, tan decisivos para entender una obra.
Con buen ojo, no sólo editorial sino también poético, Rialp ha empezado a reeditar algunas obras señeras de su colección Adonáis que estaban ya completamente agotadas. Reivindica su historia, pero también refuerza a los jóvenes premiados, pues les permite hacerse cargo de la tradición que alienta por detrás de su nuevo casa. Los grandes poetas que arrancaron en Adonáis son parte –intangible– del premio de publicar en ese sello. Se les regalan raíces.
Desde esta perspectiva, se redobla el acierto de reeditar Abril del alma de José Antonio Muñoz Rojas (Antequera, 1909-2009) en facsímil. Fue el número IV de la colección, publicado en 1943.
También lo aplaudo por lo personal. Yo había leído este libro en antologías y en la Obra completa en verso que editó Pre-Textos en 2008, pero allí aparecía algo emboscado entre Cantos a Rosa (1954) y Objetos perdidos (1997), sus libros más señalados. Aquí, exento, facsímil, esponjado, libre, ha recuperado toda su unidad y su fuerza. Ha resultado una sorpresa (con más de 80 años desde su publicación). Como decíamos, la poesía es eternamente joven.
Hay en este libro una delectación casi japonesa en la contemplación de la naturaleza. En prosa, Muñoz Rojas la mostrará en su famoso libro Las cosas del campo (1951), pero aquí tiene como un verdor temprano, y deja más a la vista sus raíces literarias. Es un amor al agro arraigado en los clásicos, como Espinosa. Véase este verso indiscutiblemente barroco y delicioso: «valles donde los céspedes a las espaldas urgen». Hombre de su tiempo y de su espacio… y de su formación, también hay influencias inglesas. A ratos nos resuena a un G. M. Hopkins traducido por Guillermo García-Valdecasas y cantado por Cezo. (Óigase su «Belleza maculada».)
Más allá de la literatura y la afición a la naturaleza, este libro es un largo poema de amor. Y ahora resuena –en la misma tradición, otra veta– Lope de Vega y, más cerca, José Luis Tejada, Luis Rosales, José María Valverde. Hay un gozo (un abril del alma) que pasa del campo al canto, del lenguaje y el ritmo a la amada y su presencia que cae de vuelta sobre todas las cosas y todos los cánticos, elevándolos. Cuánta alegría hay en estos versos de amor. Los jóvenes poetas del Adonáis reciben una herencia colmada, rebosante. Pongamos unos versos de muestra y de demostración:
un espejo en que ver la hermosura del mundo.
*
¡…y van adelantadas las sueltas esperanzas
lo mismo que lebreles tras la presa segura!
*
¡Oh dulcísimo otoño, que con lengua de luces
que tan quietas se entienden, nos dices que la tierra
nos aguarda y recibe lo mismo que a semilla
para luego tornarnos en gloria nueva alzados!
*
…y de llamas alegres en las noches oscuras,
que con su lengua abren un camino al misterio!
*
¡Oh invierno a mediodía, la paz de tu presencia!
*
ternuras como ríos y amores como mares,
deseos como llamas y llanos de sosiego
*
…y sin usura sombra los árboles nos prestan!
*
Porque te tengo, tengo la riqueza del mundo.
*
Por eso lo creado como un perro te ronda.
*
Asomado a las aguas sin rizo de tus ojos,
¡cuántos peces de dicha he visto discurriendo,
de tu alma a mi alma sin que traspondan linde!
*
…y me cercan los sueños
como el mar a las barcas o a las rosas el aire.
*
Ya gozo y esperanza tienen un nombre solo
[…]
y borra las paredes entre el pecho y la dicha,
y encomienda a los ojos su misión de ternura
*
¡Oh tu amor en mi alma, qué siembra de ternura!
*
Voy con mi corazón asomado a las cosas,
como si fuera andando por el mar sin saberlo.
*
…cantar es simplemente soñar que voy contigo
*
Yo no quiero un minuto
que no vaya derecho como raíz al agua
en busca de su esencia.
*
Me encontraba a mi alma temblando entre las cosas
[…] y existir era un puro
ascender a regiones donde no había frontera
que partiese en dos mundos realidad y esperanza.
*
¡Cómo agrandaba el mundo pensar que te tenía!
*
¡Qué morosa delicia hacerte en las ausencias!
*
Yo necesito darle a lo mejor del mundo
mi corazón.
*
…con raíces tan fuertes como troncos de encinas,
y con flores tan frágiles como flores de encinas.
*
¡Qué pequeña en la playa concentras la hermosura
vastísima del mar y la arena remota!
*
Que poco a poco vas quitando a la esperanza
sus últimos rincones y se los das al gozo.
*
Siempre te estoy buscando y encontrando,
y por eso estoy solo y nunca a solas
y llamo soledad mi compañía.
*
Si tengo libertad es por buscarte
[…]
Sólo quiero los ojos para verte
y si los cierro es sólo por mirarte:
[…]
¡Oh tú, mi sola tú, mi sola, sola!
*
Eres de prisa y eres de ternura,
hecha del metal mismo de las flores.
*
Las playas que se mueren de ventura,
pensando que tu planta, que la huella
de tu cuerpo, las hará por el estío,
feliz, con sólo echarte reclinada.
*
Si quieres que te quiera, que te quiera,
deja que como pueda te lo diga