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El ministro de Cultura, Ernest Urtasun

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun

Los «cuatro ideas» más repetidas por Urtasun que muestran su sectarismo anticultural

Del mismo modo que solo una obra es ejemplar si trata sobre el tema que debe tratar, con total ajenidad a su verdadero valor artístico, la preocupación por el cambio climático no es por el planeta y los hombres, sino una consigna prefijada

Se dice cuatro «ideas» como quien dice coloquialmente pocas cosas. En realidad el ministro de Cultura, su gestión, si es que se puede llamar así, es la ideología. Y la ideología son gestos, palabras, que en lo concreto se pierden como lágrimas en la lluvia. Hasta el replicante de Blade Runner le podría enseñar algo de gestión a Urtasun, además de mostrarle algo de belleza.

Allí donde hay un poco de belleza este Gobierno está ausente. La belleza repele al Gobierno y por lo tanto también a Urtasun. En su caso se puede sospechar solo con ver la clase de Premios Nacionales, mayormente, que bajo su mandato se han concedido. Ese ramillete de galardones bien vale un perfil casi completo del ministro.

El Nacional de Poesía fue para una escritora en gallego e independentista. El de Teatro para el Teatro del Barrio, cuna de los inefables Willy Toledo y Alberto San Juan. El de ensayo fue para un antitaurino, antiisraelí e indigenista. El de cómic mostraba en su portada una suerte de virgen comulgando con una pastilla. Urtasun suprimió el Nacional de Tauromaquia y al último premiado, El Juli, no le aplaudió al recogerlo.

Son los gestos y la inanidad de los mismos, los positivos y los negativos. Podría decirse que a Urtasun le importa un bledo El cuerpo de Cristo, el cómic ganador y su pastilla, es probable que ni siquiera lo haya leído, del mismo modo que no comprende la Fiesta, pero es la ideología, son los gestos. No es la calidad y el talento lo que importa, sino la tendencia. ¿El cuerpo de Cristo puede ofender a los cristianos?: pues un Premio Nacional.

El arte premiable, válido para el ministro es el arte ideológico. No importa el talento, el trabajo o la belleza, importa la cuerda con la que está hecho, los gestos, los signos, la política. El museo bueno es el «descolonizado». Los libros buenos son los que tratan sobre los «temas correctos» que son los temas premiados: la ideología de género, el cambio climático, el anticlericalismo del XXI, el antifascismo (sin fascistas) delirante o la diversidad en todo su amplio e indefinido significado, que incluye un antiespañolismo latente.

Del mismo modo que solo una obra es ejemplar si trata sobre el tema que debe tratar, con total ajenidad a su verdadero valor artístico (la anticultura más espantosa), la preocupación por el cambio climático, por ejemplo, no es por el planeta y los hombres, sino como consigna prefijada.

Esta, como las otras esbozadas o lo propalestino, lo antifranquista de salón o lo que se podría llamar el «lalachusismo» (la provocación sin ingenio), son las «cuatro ideas» repetidas por Urtasun (sobre las que gira sin solución y sin apertura) que muestran el inocultable sectarismo del ministro de Cultura que atenta contra la cultura porque, como en otros ámbitos de la triste gobernabilidad actual, la ideología es el primer y único baremo disfrazado burdamente de maravillosa gestión pública.

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