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Alberto Durero

Alberto Durero, autorretrato

Ensayo / Arte

Un viaje imaginario por el mundo de Durero

Naturaleza e imaginación, realidad y fantasía, se dan la mano en este particular acercamiento a la creación de Durero, donde desfilan un conjunto de personajes anacrónicos, fuentes de inspiración de los repertorios del maestro, y críticas y estudios actuales sobre su trayectoria artística.

Detalle de portada. «Alberto y la ballena» de Philip Hoare

ático de los libros / 360 págs.

Alberto y la ballena

Philip Hoare

Philip Hoare nos invita a un particular acercamiento a la obra de Alberto Durero (1471-1528), gran representante del Renacimiento alemán y uno de los mayores renovadores de la pintura desde su imitación de la naturaleza. La innovación del maestro encuentra eco en el planteamiento de este libro, alejado de las biografías tradicionales, o de las monografías que recogen a modo de catálogo la trayectoria de los artistas

Hoare nos propone un viaje en el tiempo y en el espacio, una mezcla de realidad y fantasía, una narración libre de ataduras, en consonancia con su protagonista. El autor estructura el texto a partir de los motivos de la naturaleza que inspiraron la obra de Durero y de los sentimientos que despierta la contemplación de sus pinturas. Hubiera entrado dentro de los cánones haber arrancado la narración desde la formación del maestro, o desde su viaje a Venecia, determinante en la consolidación de su lenguaje pictórico, pero el relato comienza con la travesía que Alberto Durero realiza en 1520 para observar de forma directa una ballena en una playa de Zelanda. Sin duda, un momento elegido por la fascinación que Hoare siente por el mar y sus criaturas, lo que ya reflejó en una publicación anterior, Leviatán o la ballena.

Un viaje en el tiempo y en el espacio, una mezcla de realidad y fantasía, una narración libre de ataduras, en consonancia con su protagonista

El viaje del pintor es punto de partida para plantear qué importancia tiene la naturaleza como fuente de inspiración de los artistas del renacimiento y hasta qué punto procede la imitación literal de esta. En este sentido, Hoare pone en boca del pintor la siguiente advertencia: «no creas que podrás mejorar lo que la naturaleza, una creación divina, puede generar, dice el artista con gesto severo. Así que se construyó su propio bosque». Sirva esta afirmación para recordar cómo, a lo largo del texto, la creatividad del pintor es siempre superior a la mera copia que no deja de ser un mero ejercicio académico, pudiéndose trazar un paralelismo con el original planteamiento del propio Hoare. Esto nos recuerda el parangón entre literatura y pintura que continuamente buscaban los principales artistas del renacimiento. 

La narración nos abre, a partir de la pintura de Durero, a numerosos puntos de vista: mecenazgo, partiendo de importantes protectores del pintor, como los Paumgärtner de Núremberg, o los Fugger de Augsburgo; nuevas técnicas, como xilografía y grabado, que llevarán a una mayor difusión de los modelos pictóricos; mercado del arte; fabricación y calidad de los pigmentos... A través de estos temas Hoare, que no es especialista en Historia del Arte, se revela como un erudito que se ha formado sobre la vida y la obra de Durero para plantear en su libro un marco multidisciplinar.

A lo largo de las páginas desfilan personajes de muy distintas épocas, desde la Edad Media, a la que nos introducen los conocimientos de Alberto, hasta la contemporaneidad de los siglos XX y XXI, introduciéndose el propio autor como coprotagonista en los últimos coletazos de su escrito. Desde continuos anacronismos, participan en este complejo entramado argumental papas, como León X, emperadores y reyes, entre los que destacan Carlos V, Francisco I o Federico III, pintores de la talla de Rafael, Mantegna o Leonardo da Vinci, marinos tan relevantes como Cristóbal Colón y Hernán Cortés, físicos como Isaac Newton y Robert Oppenheimer, renombrados críticos de arte como John Ruskin o historiadores del arte como Panofsky, cuyo estudio sobre Durero (Vida y arte de Alberto Durero) ha sido, a buen seguro, fuente para la preparación de Alberto y la ballena. 

Tan variado elenco abre amplios horizontes en la narración, trazando saltos temporales a veces un tanto forzados. En su recorrido Hoare aborda también varios géneros de pintura –religiosa, mitológica, bodegones, pintura de fantasía, autorretratos– para lo que integra diversas láminas y dibujos que ayuden a una mejor comprensión al espectador, si bien hubiera sido deseable una relación más estrecha entre las imágenes y el relato.

Hoare se revela como un erudito que se ha formado sobre la vida y la obra de Durero

En definitiva, Philipp Hoare se propone introducirnos en un viaje paralelo al autor, en el tiempo y en el espacio, para redescubrir la obra de Durero desde la atemporalidad, la realidad y la fantasía, creando lo que él llama su «Mundurero», un mundo propio, alejado de los estudios histórico artísticos, pero que a la vez requiere de un cierto conocimiento para identificar los muchos actores que entran en escena en estas páginas. Nos propone la necesidad de creatividad y renovación en los campos del arte y de la literatura a partir de la realidad, de la naturaleza que nos rodea.

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