Se publica 'Manuel de Falla-Adolfo Salazar. Epistolario 1916-1944', la correspondencia entre dos amigos
El Archivo Manuel de Falla ha emprendido la labor de publicar la totalidad de los epistolarios del autor de El amor brujo con sus amigos y colaboradores
Después de siete años junto a Debussy, Ravel o Dukas, Manuel de Falla vuelve a Madrid y estrena La vida breve en el teatro de la Zarzuela.
Entre el público que aplaudió a rabiar la obra del compositor gaditano estaba un joven Adolfo Salazar, que con el tiempo se convirtió en su amigo y en uno de los más importantes musicólogos españoles del siglo pasado, como se desvela en este volumen publicado por el Archivo de Manuel de Falla en colaboración con la Residencia de Estudiantes.
La correspondencia del compositor
Desde hace unos años, el Archivo Manuel de Falla ha emprendido la labor de publicar la totalidad de los epistolarios del autor de El amor brujo con sus amigos y colaboradores. De este modo, han salido ya a la luz las cartas entre Manuel de Falla y Leopoldo Matos, así como las escritas con sus colaboradores María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra, o con John B. Trend, catedrático de la Universidad de Cambridge.
En esta ocasión, Manuel de Falla-Adolfo Salazar. Epistolario 1916-1944, recoge las 345 cartas conservadas entre estos dos amigos. En este volumen acompañamos a un Manuel de Falla que busca un lugar donde instalarse para trabajar en silencio en su gran poema sinfónico La Atlántida.
La ansiada tranquilidad le espera en Granada donde se muda a un «carmen» de la calle Antequeruela Alta, no muy lejos de la Alhambra. Desde allí, la comunicación con Adolfo Salazar se mantiene gracias a una profusa correspondencia en la que se informan el uno al otro sobre sus proyectos y su vida cotidiana.
El carmen de Antequeruela Alta
En alguna ocasión, Salazar visitará al compositor en Granada. Al regresar a la capital, publicó en la prensa (25 de octubre de 1921) una crónica en la que da noticia pormenorizada de la obra que estaba componiendo Falla: El retablo de maese Pedro. Y en el primer párrafo comenta el «retiro campesino» de Falla en la colina de la Alhambra, aludiendo al «carmen» de la Antequeruela, y de «una puerta azul, ventanas azules en medio de la blancura de la cal. El sol pone un resplandor naranja en el ambiente; en algún rincón brilla el flanco de un jarro de loza antigua. Membrillos y granados en fruto casi ocultan la lejana silueta de la sierra. Bajo lo tupido de la parra, este espeso calor de octubre se hace soportable; cerca, el canto de una fuente es el obligado complemento del cuadro. ¡Algo de literatura ¿eh? Maestro! Falla sonríe, entornando los ojos». y ahora podemos disfrutar de su lectura.