La Orden del Temple, con todo detalle y a todo color

«Payns, un caballero decidido y temeroso de Dios, así como sus compañeros de armas, se presentaron ante el líder religioso y el líder civil del reino de Jerusalén con una solicitud que nunca antes se había oído en el mundo cristiano. Pretendían convertirse en monjes, pero, al mismo tiempo, querían servir a su señor celestial mediante las armas, tal como habían hecho durante su vida. Deseaban dedicar sus habilidades guerreras a la protección militar de los peregrinos que recorrían la ruta a la Ciudad Santa desde el mar».

Así narra Zvonimir Grbašić el momento en el que, casi veinte años después de la Primera Cruzada (1096-1099), el caballero francés Hugo de Payns pedía a sus superiores espirituales y temporales autorización para crear una orden de monjes-guerreros. El objetivo era proteger en Palestina a los peregrinos cristianos que, debido a una lógica propia del momento y muy difícil de entender a ojos de la mentalidad moderna, habían emprendido un largo camino repleto de peligros hacia la Ciudad Santa.

Así pues, «en la Navidad de 1119, en la Iglesia del Santo Sepulcro, el patriarca de Jerusalén aceptó los votos de pobreza, castidad y obediencia» de nueve caballeros, que adoptaron temporalmente la Regla de San Agustín y la denominación de Pobres Caballeros de Cristo. El rey les adjudicó la zona del palacio en la que en la antigüedad se había emplazado el Templo de Salomón, de donde devendría el nombre por el que generalmente se les conoce: Orden del Temple o templarios.

Seguramente la mayoría ya conozcan estos detalles. No pasa nada: hay muchísimo más. Grbašić no se limita a repetir todo lo que ya sabemos y hemos leído en el magnífico libro de la gran historiadora Régine Pernoud. Aquí encontraremos un desglose completo del ejercicio de las armas templario, es decir, una visión centrada en el aspecto militar de la orden. Monturas, armas y armaduras, tácticas de combate, logística, fortalezas, líderes, etc. Y, muy necesario, un capítulo expresamente dedicado a «los rivales del Temple», donde el autor pasa lista a los principales soldados enemigos a los que los templarios tuvieron que hacer frente: turcos, mamelucos, kipchak y cumanos, mongoles, etc. Un capítulo que rompe la idea del enemigo indeterminado y la falsa concepción, tan repetida por Hollywood, del soldado europeo con armadura y gran yelmo que se enfrenta a las hordas de infantes ligeros con túnicas y turbantes al viento: nada de eso.

También merece especial mención un estupendo capítulo dedicado a las «otras órdenes militares en Tierra Santa», donde el autor nos acerca a las muchas veces olvidadas órdenes del Santo Sepulcro, de San Lázaro, Teutónica, etc. En definitiva: el autor evidencia la complejidad del tema, pero la aborda de manera solvente y sencilla, dando una buena respuesta tanto para especialistas como para legos. Hay que destacar las ilustraciones de manos del autor, que iluminan con verosimilitud y cual manuscrito medieval lo que pudo ser la realidad de estos caballeros, además de las magníficas imágenes, fotografías, mapas e iluminaciones –estas sí– de manuscritos medievales (como las de la magnífica Biblia Maciejowski, custodiada en la Morgan Library de Nueva York).

Por último, por tratarse del tema que es, no podemos terminar sin un aviso a navegantes: ¡en este libro no se habla de tesoros templarios escondidos en Norteamérica, ni de sociedades secretas que llegan a nuestros días (carne de novela mala)! Este es un buen libro para amantes de la historia.