Asesinato en el Hotel Paradise (XXIII)
Tenía claro que estaba mintiendo
3 de agosto, 08:30
Julieta carraspeó. Miró disimuladamente a Ludwig, que apenas le había dirigido una mirada desde que habían entrado en aquella estrecha habitación y permanecía impasible mirando a un punto fijo de la pared.
–Me levanté antes… –su voz temblaba– porque me encontraba mal. Necesitaba ir al baño.
–¿Puede alguien confirmar la teoría? Quizás en la recepción la hayan visto cruzar al baño, ese era el más cercano, ¿no es así?
Julieta negó con la cabeza y se colocó un mechón rubio detrás de la oreja.
–No… pero no fui al de recepción, sino al de la primera planta –explicó –. Está al lado de mi habitación, me gusta más, no sé…
Silvia asintió. Siguió observándola, esperando algo más de información.
–Y, bueno, cuando se fue la luz me asusté un poco, al bajar fui directamente hacia Cal porque escuché los aplausos del salón. Cuando llegué… Bueno…
Sus ojos se anegaron en lágrimas. Óscar torció ligeramente el rostro para ver a Mercedes. La mujer miraba sin expresión aparente a Julieta. Hasta entonces nunca les había visto juntas y por lo que conocía a Mercedes, y después de la información que había podido averiguar sobre Julieta, tuvo claro dos cosas.
Uno, que Julieta estaba mintiendo en su declaración.
Dos, que Mercedes lo sabía.
Y no parecía ser el único que lo pensara. La inspectora estaba debatiendo internamente cómo formular su siguiente pregunta.
–Dejadme hablar a solas con Julieta. Necesito aclarar una cosa.
–¿Está segura? –empezó murmurando Ludwig.
–¿Me ve con cara de no estarlo, Wagner?
Este resopló impasible dirigiéndose al exterior junto a Mercedes. Óscar sonrió levemente a Julieta en un intento de dar ánimo y salió junto al resto.
–No os vayáis lejos, aún no he acabado de hablar con vosotros –advirtió.
Óscar hizo un gesto militar mientras comunicaba lo mismo a Ludwig y Mercedes. Los tres se sentaron en la recepción. Mientras, se percataban del aumento de policías que iban y venían del Paradise.
–¿Cómo van las reservas? –preguntó incontrolable.
Ludwig resopló.
–Mal. Cada hora que pasa sin resolver este maldito asesinato es un día de más cancelaciones. La razón por la que muchas siguen intactas es porque son del extranjero o han prescindido de mirar las noticias en sus vacaciones.
Mercedes sacó de su bolso el móvil para buscar lo que decía la prensa de ellos.
Transcurrieron unos segundos en silencio. Óscar miró a Ludwig de reojo, pero a pesar de las dudas que tenía sobre él, de pronto se sintió culpable por incriminarle y es que, en el fondo, sabía la razón de su rabia.
–¿Por qué vendisteis el hotel a Manzanares? –volvió a formular un Óscar exasperado.
–¿Cómo dices? –añadió Mercedes levantando la vista de su pantalla.
Ludwig apenas se inmutó.
–Cal se metió en un lío. Hace un par de años le ofrecieron un… proyecto muy arriesgado… pero hasta hace siete meses no lo había aceptado –contestó apartando la mirada. Mercedes le miró unos segundos, interrogante.
–Dime de qué se trata, Ludwig.
–No es… 'mist', se trataba de un negocio de escorts que llevaba el imbécil de Manzanares. Cal quería dinero extra… pues… porque sabía que las cuentas de esta familia eran prácticamente públicas y necesitaba dinero en negro, mucho dinero… pues porque había dejado embarazada a una chiquilla.
Mercedes abrió los ojos. Aquello sí que le había sorprendido. Y sin poder evitarlo, se levantó fugazmente y corrió al baño más cercano.