'Hombres en prisión': de qué hablamos cuando hablamos de prisión
La imponente radiografía de Victor Serge, publicada por Gatopardo, nos permite ver qué ocurría tras los muros de una cárcel francesa de principios del siglo XX. Una joya de la literatura penitenciaria
En 1912, Victor Lvóvich Kibálchich —alias Victor Serge— tuvo que ponerse frente a un tribunal francés. Los delitos que el juez le imputaba eran la asociación delictiva con la banda anarquista de Jules Bonnot y estar al frente de la edición del periódico L'anarchie. Tras ese proceso judicial, y por negarse a delatar a sus compañeros, lo condenaron a cinco años de cárcel. A partir de ahí, Victor Serge dejó de ser quien era y se convirtió en el preso 6731. Del repaso a aquella etapa de su vida salió Hombres en prisión.
«La cárcel es una máquina concebida para triturar la vida lentamente». Traducido del original francés por Álex Gibert, al sumergirnos en este libro nos enfrentamos a un testimonio crudo y muchas veces difícil de digerir, pero que a la vez está repleto de sensibilidad, humor y humanidad. A través de capítulos cortos, de no más de diez páginas, el autor hace un eficaz recorrido por cada una de las facetas carcelarias, tanto durante su etapa en prisión preventiva en La Santé —donde estuvo durante cuatrocientos días privado de salir a cielo abierto— como en Melun, con condena ya en firme.
Es gracias a estos capítulos breves y efectivos que el lector consigue armarse una visión holística de lo que supone la privación de libertad. No hago spoiler, pero por obviedades: no es bonito y nada tiene que ver con las imágenes que a veces nos llegan por WhatsApp de las cárceles españolas, con piscina olímpica y tres comidas al día. En 1914 las cárceles francesas guardaban más similitudes con los campos de concentración que con una residencia Erasmus. La arquitectura, los patios, los talleres de trabajo; la comida, la (falta de) higiene, los castigos; la enfermería, la muerte, la pena capital: todas estas realidades son objeto de revisión en la obra de Serge.
gatopardo / 288 págs.
Hombres en prisión
Y el preso nunca está solo, lo que constituye la mayor de sus condenas. Por eso, y para lograr generar esa atmósfera de pérdida de intimidad, el autor no solo se centra en su propia experiencia, sino que pone a desfilar por las páginas de su obra a multitud de hombres de todo pelaje y condena, quienes solo en su interior son capaces de hallar la fuerza necesaria para soportar las calamidades a las que a diario se ven sometidos. «Entre quienes logran plantar cara a la locura, la intensidad de la vida interior conduce a una concepción más elevada de la existencia, una conciencia más profunda del yo, de su valor, de su fuerza. La victoria sobre la prisión es una gran victoria. A veces uno se siente en ella sorprendentemente libre. Uno piensa que si esta tortura no le ha quebrado, ya nada podrá quebrarle».
Como el propio Serge indica al inicio de su libro, Hombres en prisión oscila entre la ficción y la no ficción: mientras que su germen se enraíza en la vivencia personal, la literatura logra brotar entre los espacios que los recuerdos nítidos y la especulación bien medida dejan entre ellos. Así, esta obra no es otra cosa que un testimonio basado en la experiencia: la del autor que ha padecido en primera persona los sufrimientos carcelarios y la del autor que conoce muy bien el oficio de la escritura.
Llevo ya años relacionándome con abogados, criminólogos y opositores a instituciones penitenciarias y, aun así, sigue sorprendiéndome esta paradoja: la cárcel repele a quienes les toca sufrirla, pero despierta una fascinación inexplicable a los que están fuera de ella. «Todo aquel que haya conocido la verdad de la cárcel sabe que su abrumadora influencia se extiende mucho más allá de sus muros materiales». Con esta frase abre Hombres en prisión, una obra única por su realismo e irrepetible por su calidad. No se priven de esta joya de la literatura penitenciaria.