'La fortaleza': la lección histórica de Przemyśl y el expansionismo histórico de Rusia
Alexander Watson presenta un magnífico ensayo sobre el asedio ruso a la ciudad de Przemyśl, el mayor de la Primera Guerra Mundial, en el estratégico y siempre disputado territorio de Galitzia
Los asedios se encuentran íntimamente entrelazados con el ideal heroico más arcaico. Por ello fue bajo una muralla, la de Troya, donde Aquiles Pelida dio rienda suelta a su cólera, donde Diomedes Tidida hirió a la más hermosa de las diosas olímpicas, y donde el dolor de Príamo por la muerte de su primogénito fue capaz de enternecer el corazón más iracundo de los guerreros aqueos. Muy bellamente ornamentado apareció el poema homérico al concluir la Época Oscura, y aun así es fácil entrever los horrores que se producen en una guerra de asedio. A finales de la Edad del Bronce, asediar una ciudad significaba asediar una cultura al completo, una potencia individual, un microcosmos. A comienzos del siglo XX, sin embargo, la toma de una ciudad como la Przemyśl –en la Galitzia polaca por entonces dentro del Imperio austrohúngaro–, varios centenares de veces la Troya de Príamo, no era más que otro objetivo que cumplir de un plan operacional complejo mucho mayor.
Mucho tiempo media entre la guerra de Troya y el asedio de Przemyśl durante la Primera Guerra Mundial, y aun así ambos asedios comparten una importante característica: la duración del asedio. El asedio de Przemyśl no duró diez años, como el conflicto entre aqueos y troyanos, pero sí fue el más largo de la Gran Guerra (6 meses y 6 días entre el 16 de septiembre de 1914 y el 22 de marzo de 1915); tampoco se escribieron cantos ni poemas épicos sobre él, pero por lo hechos acaecidos en su desarrollo bien lo merecería. Ante la falta de dichos poemas se presente la magnífica obra de Alexander Watson, que Desperta Ferro Ediciones ha tenido el acierto de traer a los hispanohablantes con el título La fortaleza. Przemyśl, la ciudad que desafió a Rusia en la Primera Guerra Mundial.
desperta ferro / 352 págs. + 16 a color
La fortaleza
La existencia de esta obra resultaba de imperiosa necesidad, especialmente en España, por varias razones. En primer lugar, porque rompe el monopolio historiográfico, dentro del ámbito de estudio de la Primera Guerra Mundial, ostentado por los títulos dedicados al Frente Occidental, y más concretamente a las batallas de franco-británicos contra alemanes, dando visibilidad al Frente Oriental, y más específicamente al choque entre los Imperios austrohúngaro y ruso (auténtico epicentro de la gran conflagración de 1914 a 1918).
En segundo lugar, por ofrecer la visión de un tipo de guerra muy distinta a la de trincheras, en apariencia omnipresente en la contienda pero realmente marginal en el Frente Oriental, mostrando, asimismo, una guerra de asedio donde la nueva tecnología armamentística deja en evidencia el fin de este tipo de guerra como la humanidad lo había conocido, y que da paso a un tipo de guerra de asedio totalmente distinto, y que en la Segunda Guerra Mundial tendrá ejemplos paradigmáticos como Leningrado.
En tercer lugar, por ser uno de los casos de la Primera Guerra Mundial en los que la limpieza étnica y los pogromos tuvieron un papel muy significativo, ya fuera en el caso de las fuerzas austrohúngaras para con la población rutena greco-católica (ucranianos), ya en el de las fuerzas zaristas con la comunidad judía, muy presente en toda la Galitzia desde el siglo XVI.
Por último, y no por ello menos importante, este volumen nos ofrece una lección magistral de lo que puede enseñarnos la Historia al presentar un precedente casi idéntico de la invasión rusa de Ucrania efectuada en febrero de 2022: agrupación de fuerzas en la frontera, ejercicios militares previos, ataque total, estancamiento de la campaña, ensañamiento con la población civil… La lectura de este libro, cuya narrativa (gracias a su buena traducción y edición) no deja al lector soltar el volumen, suscita una extraña sensación de déjà vu, de haber oído ya lo que Watson narra con tantísimo detalle de la mano de los protagonistas del asedio, como el checo Jan Vit o el polaco Stanisław Marceli Gayczak. La fortaleza es mucho más que el relato de un asedio, es una enseñanza histórica magistral que nos zarandea y nos hace descender a la realidad de que el conocimiento de la historia no nos libra de su repetición, sino de su incomprensión.