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Portada de «Más allá de las tierras del norte» de Eleanor Rosamund Barraclough

Portada de «Más allá de las tierras del norte» de Eleanor Rosamund BarracloughDesperta Ferro

'Más allá de las tierras del norte': cómo concebían los vikingos su propio pasado

A través de un sobresaliente conocimiento de las sagas, la especialista en historia y literatura medieval Eleanor Rosamund Barraclough nos presenta una interesante perspectiva: acercarnos a los vikingos mediante su propia visión

La ciencia histórica ha avanzado significativamente en el último medio siglo. Los dogmas han sido debidamente puestos en duda, y se han revisitado y reevaluado, lo que ha conducido a algunas teorías a la condena del olvido y a otras al difícil de ocupar puesto de las teorías vigentes. La arqueología, cuya andadura es difícil de seguir desde que los renacentistas se ocuparan con fruición de desenterrar las copias romanas de mármol de las esculturas griegas que se ocultaban en los terrenos de sus grandes villas, ha tenido un papel crucial en este aspecto. Ahora bien, en muchas ocasiones un excesivo apoyo en la arqueología ha conformado imágenes de las personas que vivieron tiempos pasados como meros armazones, sin alma, mente ni corazón, únicamente como seres que vivieron, lucharon, comerciaron, se casaron y tuvieron bienes preciados con los que quisieron ser enterrados.

Esta imagen, igual de irreal que los vikingos con cuernos del Bayreuth wagneriano, es el resultado de eliminar de la ecuación para reconstruir a las poblaciones del pasado lo que dejaron escrito, que a aquellos investigadores más apegados a la cultura material resulta incómodo e, incluso, inconveniente. El caso nórdico es paradigmático de esta situación. Sin embargo, por suerte, se alzan voces que alertan del peligro de esta tendencia, y gritan: «¡No olvidéis los escritos!».

Portada de «Más allá de las tierras del norte» de Eleanor Rosamund Barraclough

desperta ferro / 384 págs.

Más allá de las tierras del norte

Eleanor Rosamund Barraclough

En su nuevo libro Más allá de las tierras del norte. Los viajes vikingos y las antiguas sagas nórdicas la especialista Eleanor Rosamund Barraclough se propone este objetivo, tan valiente como necesario: subrayar la importancia que tienen las sagas en el estudio integral de las sociedades nórdicas medievales. La perspectiva de Barraclough es sumamente interesante, y se podría resumir con la siguiente pregunta: ¿qué pensaban los nórdicos de sí mismos y de su propio mundo?

Ciertamente, como la autora postula, no hay descubrimiento arqueológico tan importante, ni ADN mitocondrial tan abundante, como para que nos arroje suficiente luz a este respecto. Solo existe una fuente, una manera: los textos, la literatura de estos pueblos. Las sagas, situadas, como dice acertadamente Barraclough, «en la difusa frontera entre realidad e invención, oralidad y alfabetización, pasado y presente», son la única fuente a la que podemos recurrir para acercarnos a la idea que los nórdicos medievales tenían de sí mismos.

Muchas son las sagas que pasan por las páginas de Barraclough: la Saga de Njál, la Saga de Grettir, la Saga de Hervör, la Saga de Egil Skallagrímson, la Saga de Ketil Haeng, y un largo etcétera. No podemos adentrarnos aquí en estas, pues no es el objetivo, pero sí que podemos afirmar, en total acuerdo con la autora, que «las sagas son el incomparable legado narrativo de la Islandia medieval al mundo». No solo en cuanto a su inmensa riqueza literaria, sino también en cuanto a incomparable fuente de datos sobre los escandinavos, y que son necesarios para complementar los datos arqueológicos, para estudiar el mundo nórdico medieval, especialmente el anterior al siglo XII, cuando empezaron a pasarse por escrito estas magníficas historias.

Y hay una idea que Barraclough tiene el acierto de resaltar y es la de las «historias contadas al calor del fuego». Señala la autora que las sagas, «moldeadas por muchas bocas, se reelaboraron para incorporar nuevos detalles y se embellecieron a fin de convertirlas en mejores cuentos que contar en el invierno junto a la lumbre. Esto se refleja en el propio término «saga», que está relacionado con el verbo nórdico antiguo segja, que significa ‘decir’ o ‘contar’». En estas pocas líneas, Barraclough expone la forma en que, no solo los nórdicos, sino toda la humanidad ha creado, a lo largo de los siglos, su comprensión de sí mismos y de cuanto les rodeaba: reunidos a la luz de la lumbre. Los habitantes de la Hélade hicieron lo propio con sus propias mitologías sirviendo como mercenarios de los faraones egipcios, los germanos de época antigua lo hicieron sirviendo a los emperadores romanos, y los escandinavos lo hicieron en sus temporadas de pillajes y sirviendo, también, a soberanos extranjeros: de los reyes de la Heptarquía anglosajona desde comienzos del siglo IX hasta los emperadores bizantinos en los siglos X y XI.

Mención especial merece la estructura en que Barraclough divide la obra: Norte, Oeste, Este y Sur, siguiendo la estela de los barcos largos vikingos por mares y ríos. Y tras las huellas de estos, su rastro en las sagas: «igual que los propios nórdicos medievales –señala Barraclough– las sagas son muy viajeras. En conjunto, su mundo es amplio y multidimensional. Se extiende desde la Escandinavia ártica, en el extremo norte, hasta Bizancio y Tierra Santa, en el sur; desde los reinos y ríos rusos del este hasta Groenlandia y los confines de Norteamérica, en el oeste». Y no solo por su temática eran viajeras las sagas: lo eran realmente. Una fuerte (y lógica) conexión cultural entre Islandia, Dinamarca y Noruega produjo un importante trasiego de manuscritos, unos más elaborados que otros, que extendieron las historias familiares de las sagas por todo el norte europeo. Asimismo, como recuerda Barraclough, con las sagas ocurre exactamente lo mismo que con el resto de literatura a lo largo de los siglos: «existieron muchas más [sagas] que las que sobrevivieron». Incendios, naufragios, robos, pérdidas y otras catastróficas desdichas redujeron considerablemente el corpus de sagas que llegó al siglo XIX, cuanto tuvo lugar la primera recopilación de textos de este tipo.

En definitiva, este libro no solo atrapará a los interesados en el mundo nórdico medieval, sino a todos aquellos apasionados por la humanidad y cómo esta forja su historia, su mentalidad, su cosmovisión, desde la niebla de una cultura ágrafa hasta la caleidoscópica luz aportada por aquellos que, siglos después, recogen esas historias enriquecidas y embellecidas hasta el punto de hacer difusa la frontera «entre realidad e invención, oralidad y alfabetización, pasado y presente».

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