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16 de septiembre de 2024

Hyde, en la clásica y magistral interpretación de Fredric March

Hyde frente a su alter ego, en la clásica y magistral interpretación de Fredric March

Jekyll y Hyde: actualidad de un clásico

Una novela extraordinaria por su atmósfera, por su modernidad y con un contenido que nunca ha sido más actual

Estamos ante una novela extraordinaria pero muchas veces incomprendida, tanto por los que ven un mensaje demasiado básico como por los que simplifican un mensaje mucho más complejo. Siempre he visto a Robert Louis Stevenson como miembro de una familia de escritores contemporáneos que aparentemente tienen muy poco en común entre sí –ni nacionalidad, ni época, ni estilo– pero a quienes, sin embargo, se les reconoce un fino hilo conductor donde la ficción prima sobre la realidad, la narración sobre la descripción. Además del escocés, se encuentran en este ilustre grupo autores como G. K. Chesterton, Franz Kafka, Jorge Luis Borges o Italo Calvino. No son los únicos, pero sí los más célebres. De todos ellos, el lector comprobará que Stevenson es el más veterano, lo que le aporta indudable mérito, a la vez que cuestiona el ninguneo que sufrió por parte de los modernistas ingleses, con Virginia Woolf a la cabeza, y su catalogación como autor juvenil que incluso aún hoy perdura.

Portada de Dr. Jekyll

Cátedra (Letras Universales) (2005). 224 Páginas

El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Robert Louis Stevenson (Manuel Garrido ed.)

De todos los libros de Stevenson, probablemente sea El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde el más fabuloso, y tomo el adjetivo tanto en sentido literal como figurado. El éxito popular del libro es incuestionable. Entre otras virtudes puede señalarse que es uno de los libros más versionados: llega a las cuarenta películas y series hasta la fecha y la primera de ellas se rodó apenas veinte años tras su publicación, lo que no es fácil si consideramos que el cine apenas tenía diez años de vida.

Ese éxito también se ha reflejado, como en tantos casos, en la simplificación del mensaje y en una lectura estereotipada del personaje principal. Para muchos, la figura doble de Jekyll y Hyde representa las dos caras del bien y el mal que existen en el ser humano. Esa lectura, por redonda que pueda parecer, no aportaría ninguna originalidad al relato: el maniqueísmo data del siglo III y la lucha contra la tentación se ha tratado de cientos de maneras desde las Confesiones de San Agustín, escrito un siglo después. Si el libro de Stevenson ha trascendido su época y se ha convertido en un clásico contemporáneo es porque dice algo de nosotros que hasta ese momento no se había dicho. La relación entre Jekyll y Hyde habla de la complejidad del ser humano, de su debilidad y contradicciones y, también, de su aspiración al bien.

La novela apareció en un momento en el que se estaba reconfigurando la cosmovisión del hombre. A finales del siglo XIX nuestra realidad se mostraba mucho más compleja de lo que aparentaba hasta entonces: las fronteras entre el bien y el mal, la virtud y el vicio se manifiestan mucho más difusas. La figura de Jekyll es la de un ejemplar caballero británico, educado en la virtud y la bondad pero con unas pulsiones internas que le arrastran como si fuera un barquito de papel en una tormenta marina.

En esta novela, Stevenson nos dice que no somos ángeles, sino hombres –con todo lo bueno y lo malo que llevamos en nuestra naturaleza– cuando el debate sobre el origen biológico del ser humano estaba tan encendido. Nos dice que el exceso de civilización termina en barbarie, tres años antes de que Hitler naciera en Austria. Nos dice que la virtud sin alma, vivida como un imperativo de la razón crea monstruos internos, décadas antes de que Freud, otro austriaco, comenzar a difundir sus teorías psicoanalíticas.

Pero no solo eso, si los clásicos son atemporales por definición, también saber dar respuestas (o hacer preguntas) a cuestiones futuras. Este aspecto me parece especialmente singular en esta novela, pues en sus páginas podemos encontrar el germen de muchos retos actuales: el mundo digital crea escudos casi tan eficientes como Hyde para cometer las mayores tropelías, fomenta adicciones conductuales tan destructoras como la poción de Jekyll. Finalmente, el desarrollo científico y tecnológico, en su orientación transhumanista, también recuerda a las aspiraciones de intentar desvincularse de las ataduras del cuerpo.

Recomiendo mucho leer El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pero recomiendo leerlo bien, con todas sus complejidades y ambigüedades.

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