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Claustro de Roncesvalles

Claustro de RoncesvallesMiki Pons

‘Emboscada a Navarra. Mitos, falsedades y otras tácticas del panvasquismo’

Este nuevo libro de Fernando Vaquero Oroquieta, cierra su trilogía sobre la irrupción cancerígena del nacionalismo vasco en el viejo reino de Navarra

El nacionalismo vasco, al igual que cualquier otro, se estructura en torno a unos mitos movilizadores, una ideología y un conjunto de tácticas adecuadas a la consecución de su fin último, la formación de un estado totalitario vasco. Sin embargo, al igual que ha sustituido su ideología inicial, lo mismo viene procediendo con sus mitos fundantes. Si en origen los hermanos Sabino y Luis Arana fusionaron su propuesta política racial con una interpretación teocrática, de particular arraigo en Vascongadas y Navarra, a través del integrismo de entonces, en la actualidad, tanto la comunidad procedente de aquel viejo PNV, como la estructurada desde ETA en la siempre belicosa izquierda abertzale, vienen abrazando los dogmas del globalismo, la Agenda 2030 y las imposiciones LGTBQI+. En consecuencia, aquellos mitos primigenios están sufriendo una verdadera mutación. Veamos uno de ellos.

Portada de Emboscada-a-Navarra

Ediciones Pompaelo (2024). 484 Páginas

Emboscada a Navarra

Fernando José Vaquero Oroquieta

La novela Amaya o los vascos en el siglo VIII (1877), para muchos prefiguradora de algunos de los mitos iniciales del nacionalismo, obra del tradicionalista navarro Francisco Navarro Villoslada, se remite en sus tramas y personajes a una cristiandad hispana reconstituyéndose en contraste con el Islam. Hoy, desde presupuestos expresamente nacionalistas, pero «políticamente correctos», similares tramas y personajes intercambiables se deforman en la película Irati (2022), decantándose por un hipotético paganismo ancestral, abandonando el cristianismo como elemento identitario y emitiendo guiños favorables al Islam; una verdadera inversión de valores.

De ese modo, puede constatarse que el nacionalismo desarrolla una sorprendente capacidad de absorción de las corrientes y modas predominantes en Europa, como dice el profesor Barrycoa, como el romanticismo en el siglo XIX, o el globalismo hoy. Sin duda, tal y como rescata nuestro autor, esta cualidad es fruto de su naturaleza de «religión de sustitución», lo que explica tamaños cambios, a la vez que es capaz de proyectarse en el tiempo construyendo social y culturalmente un entramado movilizador de afectos, sentimientos e intereses. Y así es: aunque despegado por completo del catolicismo, el nacionalismo panvasquista ha optado por una «revolución permanente», apoyándose en su narcisista creencia en absolutos («lo vasco», según su entender excluyente), ciertos códigos de conducta y cultos rituales públicos y privados. Inmanencia, frente a trascendencia.

Hoy día ningún nacionalista se reconoce en el machismo de los hermanos Arana, sin embargo no tienen inconveniente en reconocerles que fueran ellos quienes «descubrieron» que Euskadi era una nación y que el pueblo vasco tenía el derecho a romper España. Y ya que hablamos de un libro que versa sobre Navarra, nuestro autor desvela cómo el nacionalismo se viene apropiando de buena parte de los lugares comunes del navarrismo antaño predominante; una corriente político-cultural que nació en contraposición del nacionalismo en los años 20 del pasado siglo. Así, de la batalla de Roncesvalles, que nos ha llegado en gran medida vía Chanson de Roland, no se sabe con certeza casi nada: ni quiénes participaron, ni siquiera en qué lugar tuvo lugar. Pero si algo anunció al mundo aquella gesta fue que, en esas montañas sometidas a presión, entre el expansionismo islámico y la reacción carolingia, los cristianos peninsulares pugnaban por nuclearse en su identidad y sobrevivir, con la mirada puesta en el pasado de la Hispania goda y católica. Por su parte, los autores y activistas nacionalistas vienen reelaborando un relato, como: «Orreaga –que no Roncesvalles- el acto de aparición del pueblo vasco en la historia cuya soberanía llega hasta nuestros días a través del Reino de Navarra, que por un tiempo reunió a todos los vascos, y sus fueros». Un Viejo Reyno transformado en coartada ideológica de un nacionalismo vasco que viene edificando, desde las factorías intelectuales de Nabarralde y otras empresas culturales, un nabarrismo –sí, con b- panvasquista, con el que enterrar al navarrismo hispánico; todo ello al servicio de una Nación Vasca en el marco de una Europa de los Pueblos acorde con los valores del globalismo.

Mitos y falsificaciones históricas, conforman el relato del panvasquismo, implantados a través del terror impuesto por el terrorismo perpetrado por ETA. Esa es la línea que sigue y, por ello, un subtítulo del todo apropiado que une los cuarenta y cinco apartados de este entretenido y erudito texto, deconstruyendo tópicos y lugares comunes que, merced a la machacona agit-prop nacionalista, empiezan a sentirse como veraces e incuestionables en amplios sectores de la sociedad navarra. De tal modo, desfilan por el mismo Arturo Campión y otros autores prenacionalistas de la Asociación Euskara de Navarra, a quiénes tanto debe la identidad navarra en las décadas siguientes; símbolos y formulaciones previas nacionalistas, caso del Zazpiak Bat; sus obras literarias y doctrinarias fundamentales; las empresas culturales más decisivas hoy; la conformación del «bloque dirigente» de ETA y su izquierda abertzale; la persistencia de la violencia abertzale en las calles navarras; la verdadera lingua navarrorum; un supuesto castillo navarro de Arrigorriaga; el inexistente genocidio sufrido por Navarra tras la batalla de Noáin de 1521; el cristianismo simbólico propio del eguzkilore, tan de moda hoy gracias a Trilogía del Baztán de Dolores Redondo, pero difundido a modo de creencia pagana y anticristiana; la campaña de «la mano de Irulegui»; el euskera durante el franquismo; la historia de las ikastolas navarras; las líneas rojas entre foralismo, tradicionalismo y nacionalismo vasco; las razones por las que la izquierda abertzale pretende demoler el Monumento a los Caídos de Pamplona; las inquietantes derivas extremistas de la peña futbolística ultra Indar Gorri; las problemáticas relaciones entre guipuzcoanos y navarros… Un vademécum, en suma, explicativo además del cambio antropológico acaecido en Navarra en las últimas décadas.

No podemos terminar esta reseña sin remitirnos al magnífico prólogo del navarro Óscar Elía Mañú, doctor en filosofía, analista de seguridad y política exterior, miembro del GEES y profesor en la Universidad Francisco de Vitoria, quien finaliza proponiendo, frente al actual estado de cosas, aquellas palabras que pronunciara Juan Pablo II en su viaje a España de 1982 y que, en términos locales, podemos repetir y hacer propias: Navarra, sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces.

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