
El cantante Bob Dylan en la década de los 70
Medio siglo de 'Blood on the Tracks', el disco de Dylan del que su hijo afirmó: «Son mis padres discutiendo»
La transición trajo iras de sus legiones, se podría decir que hasta que este disco en 1975, con las letras de un joven que ya no lo es tanto y no habla para los jóvenes sino para los adultos que antes también fueron jóvenes y entonces le comprendieron
Bob Dylan negó que este disco, Blood in the Tracks, fuese autobiográfico. A Dylan le preguntaban a como a un escritor porque escribía, más allá de la música. Fueron los tiempos después de la separación de su esposa Sara y los tiempos del regreso del poeta del que decían los jóvenes de entonces que el tiempo se paraba al escucharle, hipnotizados, y del que luego renegaron, cuando buscó añadir más cosas a la poesía, a la guitarra y a la armónica.

Portada de Blood in the Tracks (1975)
A aquellos jóvenes les bastaba con eso. Era lo que les había cambiado la vida y no querían otra cosa. Hubo hasta una revolución fanática, incluso violenta, cuando Dylan dejó de ser el Dylan que adoraban. Los conciertos se convirtieron en manifestaciones contra el impostor que les había estropeado el sentimiento. Pero era la vida que continúa, también en Dylan, el autor que no podía estar siempre cantándole en medio del bosque a su querido niño de ojos azules.
La fama no es que le hubiera cambiado, aunque sí, pero uno mira de otro modo las cosas cuando se hace mayor, cuando crece, cuando madura, cuando escribe. La transición trajo iras de sus legiones, se podría decir que hasta que llegó Blood in the Tracks en 1975, incluso con otra voz. Eran los músicos que antes sobraban atenuados, probados y desechados y luego vueltos a aceptar. Era el timbre afinado con las esencias de la juventud, madurado, adaptado, encontrado y eran las letras de un joven que ya no lo es tanto y no habla para los jóvenes sino para los adultos que antes también fueron jóvenes y entonces le comprendieron.
Porque la vida había cambiado y Dylan había vuelto como el dios que había sido antes y volvía a serlo conformado en su nueva identidad que es la misma, pero con la vida más vivida, la vida de los hombres hecha poesía con música, menos rugosa, más suave, más clara y más profunda por la excavación en el alma, a través de la cual cruzó la Tierra de polo a polo y se encontró con aquellos que le silbaban otra vez adorándole por contarles, por expresarles.Esa es la grandeza. No fue fácil la creación, ni la grabación. Nadie le comprendía. Y esa es la grandeza. Lo hizo solo y alcanzó los cielos de la hondura y del clasicismo y de la evolución. Y de la muda de piel. Con cada canción se siente como se va desprendiendo del amor narrando el desamor: «Estaba quemado por el cansancio, enterrado en el granizo./ Envenenado en los arbustos y volado en el camino/ Cazado como un cocodrilo, devastado en el maíz./ Entra, dijo./ Te daré refugio de la tormenta/ De repente me di vuelta y ella estaba parada allí./ Con pulseras de plata en las muñecas y flores en el pelo...».
La pérdida y el lamento
Tormenta, lágrimas, viento, «cariño, la vida es triste», sótanos, fondos, tardes oscurecidas, hoteles extraños, habitaciones vacías, todo esto y más, en el mismo sentido y con el tono melodioso de la pérdida y del lamento, como un lobo que aúlla en la noche encaramado a un risco sobre el valle es lo que Jakob Dylan, el hijo, líder de The Wallflowers, dijo: «Son mis padres discutiendo» en la conversación, en la vida pasada, en el tiempo convertido en joya.