La Inteligencia Artificial: un nuevo capítulo en la educación
Para aprovechar los beneficios de la IA sin caer en sus trampas, es necesario un enfoque equilibrado
La educación está en un punto de inflexión. La irrupción de la inteligencia artificial (IA) ha desencadenado un debate global sobre su potencial para transformar la enseñanza y el aprendizaje. Mientras algunos ven en ella una oportunidad para democratizar el acceso al conocimiento y personalizar la educación, otros temen que amplíe las brechas existentes y deshumanice el proceso educativo.
La IA ofrece un potencial inmenso para revolucionar la educación. Una de las promesas más atractivas es la personalización del aprendizaje. Al analizar los datos de rendimiento de cada estudiante, la IA puede adaptar el contenido y el ritmo de enseñanza a las necesidades individuales, maximizando así el potencial de cada alumno. Además, los sistemas de tutoría inteligente pueden ofrecer soporte personalizado, liberando tiempo a los docentes para centrarse en tareas más estratégicas.
En áreas rurales, con escasez de docentes, la IA puede ser una solución parcial. Los asistentes virtuales pueden impartir clases básicas, corregir ejercicios y proporcionar retroalimentación inmediata, aliviando la carga de trabajo de los profesores. Esto podría ser especialmente beneficioso en Comunidades Autónomas como la mía, Castilla y León, o con bajos recursos, donde el acceso a educadores cualificados es limitado.
Sin embargo, el camino hacia una educación impulsada por la IA no está exento de desafíos. Uno de los principales es la persistencia de la brecha digital. Si bien el acceso a dispositivos digitales ha mejorado, aún existen grandes desigualdades entre países y dentro de ellos. En España, la brecha digital entre las Comunidades Autónomas muestra diferencias significativas en términos de acceso y uso de tecnologías de la información y comunicación (TIC). Madrid, Cataluña y Navarra son las regiones con mayor porcentaje de hogares con acceso a algún tipo de ordenador, alcanzando cifras superiores al 86 % en 2020. En contraste, Galicia, Ceuta y Extremadura tienen los porcentajes más bajos, situándose alrededor del 72 %. El uso de Internet también refleja disparidades importantes. En 2017, el porcentaje de usuarios de Internet en Madrid era del 90,7 %, mientras que en Castilla-La Mancha era del 79,5 %.
Aunque la brecha digital se ha reducido a casi la mitad desde 2008, aún persisten diferencias significativas, especialmente en regiones con poblaciones mayores y menores niveles educativos. Esto podría llevar a una nueva forma de exclusión educativa, donde aquellos sin acceso a tecnología de calidad se quedarían aún más atrás.
Otro riesgo es la deshumanización de la educación. Si bien la IA puede ser una herramienta valiosa, no puede reemplazar la interacción humana. Los estudiantes necesitan el estímulo, la empatía y la guía de un docente para desarrollar habilidades sociales, emocionales y críticas. Un exceso de tecnología podría aislar a los estudiantes y limitar su crecimiento integral.
Y con un gobierno que actúa como el actual, existe el temor de que la IA pueda ser utilizada para controlar y evaluar a los estudiantes de manera excesiva. Un sistema educativo basado únicamente en datos podría reducir a los alumnos a simples conjuntos de números, ignorando su creatividad, curiosidad y pensamiento crítico.
Recientemente Stefania Giannini, Subdirectora General de Educación de la UNESCO planteaba que la IA generativa presenta una nueva relación entre la inteligencia humana y las máquinas. Por primera vez, la tecnología nos convierte tanto en consumidores como en productores de información. La IA generativa utiliza vastas cantidades de conocimiento humano, como GPT-4, que fue entrenado con 10 billones de palabras, una escala posible solo con tecnología avanzada.
Estos sistemas de IA se construyen a partir de nuestra inteligencia colectiva, que sigue alimentándolos. Al agregar más contenido en internet, expandimos su potencial. A pesar de que en el futuro puede superar las capacidades humanas, aún tenemos herramientas para controlarla y guiarla en beneficio de la humanidad. Sin embargo, presenta riesgos como la propagación de discursos de odio, desinformación y la interferencia en elecciones. El objetivo es aprovecharla para el bien público mientras se mitigan sus peligros.
Para lograr esto, recordaba la exministra de educación italiana, gobiernos y organismos internacionales deben desarrollar marcos que aseguren la transparencia, equidad y ética en áreas como la gobernanza, protección de datos y educación. También deben transformarse para formar nuevos ciudadanos digitales, inspirados por principios éticos y se debe contar con la participación del sector privado, que debe participar en la seguridad de la IA, la formación de profesores y la infraestructura educativa.
Las Administraciones tienen que desarrollarla de manera que proteja los sistemas de conocimiento diversos y equipe a los estudiantes con habilidades digitales necesarias. La IA desafía los sistemas tradicionales de evaluación. El papel de los profesores en el futuro impulsado por la IA es crucial, con una necesidad urgente de abordar la escasez global de educadores calificados y mejorar la formación en habilidades digitales para los docentes.
Para aprovechar los beneficios de la IA sin caer en sus trampas, es necesario un enfoque equilibrado. La tecnología debe ser una herramienta al servicio de los docentes y los estudiantes, no un sustituto. Es fundamental invertir en la formación de los educadores para que puedan utilizar eficazmente las nuevas tecnologías y garantizar una integración ética de la IA en los procesos educativos.
Asimismo, es imprescindible abordar la brecha digital. Las administraciones deben trabajar juntos para garantizar el acceso equitativo a dispositivos y conectividad de calidad. Además, es necesario desarrollar programas de alfabetización digital para empoderar a los estudiantes y docentes en el uso responsable de la tecnología.
En última instancia, el éxito de la IA en la educación dependerá de cómo la utilicemos. Si conseguimos aprovechar su potencial para personalizar el aprendizaje, mejorar la eficiencia y ampliar el acceso, podremos construir un futuro educativo más inclusivo y equitativo. Sin embargo, si permitimos que la tecnología domine el proceso educativo, corremos el riesgo de crear una generación de estudiantes desconectados y deshumanizados.
- Sandra Moneo es presidenta de la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados