
Volúmenes del Cajón de Sastre digitalizados.
Curiosidades
La atracción del barón de Maldá por los jóvenes de buena presencia
En una época en la cual ciertas personas se caracterizaban por su clase social, uno que vivió toda su vida en la calle del Pi de Barcelona nos explica en sus memorias su atracción hacia los jóvenes adolescentes
En el su monumental diario personal, de 52 volúmenes, conocido como Calaix de sastre, el aristócrata Rafael de Amat y de Cortada, Barón de Maldá y de Maldanell, explica un tema que puede pasar por desapercibido. Si bien en 1766 se casó con María Esperanza de Amat y de Rocabertí, hija del marqués de Castellbell, que era su prima, tuvieron ocho hijos, muriendo ella el 19 de enero de 1788 víctima de la viruela, el Barón de Maldá tenía cierta atracción por los chicos jóvenes. En diferentes páginas de sus memorias nos describe su afinidad por los jóvenes que están llegando a la pubertad...
«Tal muchacho vestía como lo vi la tarde de San Juan, 24 de junio, en este huerto del Carmen que, después de visto, confieso que me aficioné a él, después de haberle hablado teniendo ganas de conocer y aficionarme a muchachos, si tienen buena presencia, de doce a dieciséis, que muchos todavía son inocentes o dotados de candidez en las costumbres, que es lo que a uno le gusta, y siendo chicos pequeños, y de buena presencia, uno les hace fiestas, como es chico Josep Comes y otros a este parecidos».
Esta declaración de principios la escribió el 15 de julio de 1796. Por las palabras se ve claramente cierta inclinación sexual hacia personas jóvenes de su mismo sexo. En cambio, no menciona nunca ningún acercamiento a mujeres de su edad o más jóvenes. ¿Qué significa esto?
Alexandre Galí, que en 1954 ganó el premio Aedos con la obra Rafael de Amat, barón de Maldà, se quedó admirado de la sencillez e ingenuidad con que explica la atracción del Baró hacia los chicos. Queda desconcertado cuando lee frases como «hacia la cacería de muchachos». Galí lo justifica diciendo que forma parte de la cultura clásica.En sus memorias nos describe caras, detalles de la ropa, facciones, movimientos... Eso sí, en ningún momento insinúa que las cosas fueran más allá. Nos lo describe como un juego más erótico que sexual. En su época un escándalo de esta índole habría sido terrible. Y más por un miembro de la aristocracia barcelonesa, al que todo el mundo conocía.
El caso más claro de lo que decimos ocurrió en 1779. Mientras veraneaba en Can Cortada, en Esplugues de Llobregat, se celebraron las fiestas de San Mateo. Tanto él como un joven estudiante se alojaron en una misma habitación. El Barón finge escribir mientras que, de reojo, observa cómo el chico se desnuda. Se siente atraído por el joven. No ocurre nada más. Al día siguiente se despidieron. El Barón de Maldà se recupera de la tristeza que siente con la llegada de su mujer y sus hijos.
Hemos dicho que Alexandre Galí se quedó desconcertado al leer lo de «hacia la cacería de muchachos». ¿En qué consistía? Primero el acercamiento para poder conversar. Cualquier excusa era buena para poder realizar el primer contacto con el joven escogido. Luego preguntarle algunos datos personales, como era el nombre, la edad, cuál era su familia... Una vez roto el hielo, el Barón de Maldà le invitaba a su academieta de música privada. Era una habitación de uso exclusivo, donde pasaban el rato haciendo música. Posiblemente el Barón de Maldá les torturaba con el ruido de su Stradivarius. Aquí se acaba todo. No describe nada más en el Calaix de sastre. Ninguna referencia a prácticas sexuales. Si pasaba alguna cosa la privacidad lo ocultó.
Las relaciones podían ser esporádicas o largas. Todo dependía del chico y del interés del Barón. A uno de ellos, a Joan Girons, le dedicó poemas amorosos y lo dibujó. La amistad con él no acabó del todo bien. Cuando lo conoció, en 1798, el Barón de Maldà tenía 52 años. Poco tiempo después Girons se convirtió en un «currutaco». Esto es, una persona presumida y fanfarrona. Le pidió dinero y se burlaba de él. Rompió con el «currutaco» antes de que aquella relación se conociera y tuviera problemas.
Al parecer era de dominio público que al Barón de Maldá le gustaban los chicos jóvenes. Cuando paseaba éstos le saludaban amablemente. Quizás querían contactar con él. Lo cierto es que, a lo largo de los años, tuvo muchos jovencitos con los que inició una amistad. Describe cómo le gustaba tocarles la cara y las manos. Nunca se autocensuraba por su comportamiento. Como noble tiene ciertos privilegios hacia las clases más bajas.
Que el Barón tenía cierta atracción por los chicos jóvenes no es un secreto. Él mismo nos lo confirma. Nunca sabremos si esto fue a más, pues nada explicó en el Calaix de sastre. Podemos hacer muchas conjeturas. Ahora bien, la verdad de lo que pasó sólo la sabía el Barón y se la llevó a la tumba.