
Ensayo ruso con misiles balísticos con ojivas nucleares
Fuerzas Armadas El Libro Blanco de la Defensa Europea: ¿demasiado blanco?
La denominación de «Libro Blanco» viene de la tradición anglosajona. En ese color se encuadernaban los documentos de análisis que encargaba el Gobierno británico desde hace más de un siglo. Sin embargo, en la cultura occidental, el blanco es también el color de la inocencia. Y algo de las dos cosas podemos encontrar en el recientemente presentado Libro Blanco sobre el futuro de la Defensa Europea: sólido análisis de la realidad al lado de inocencia en algunas de las soluciones que se proponen a los ciudadanos.
Empecemos por lo que es sólido. Es de aplaudir que la Comisión Europea reconozca que la era de los dividendos de la paz ha terminado, por si alguno no se hubiera enterado todavía. Y hay, por fin, algo de valentía en que se hable a los ciudadanos europeos del rearme, esa palabra que disgusta tanto a nuestro presidente del Gobierno que preferiría no utilizarla para que así los españoles —o, al menos, algunos españoles— piensen que se trata de otra cosa. Luego se quejará de que nos falte cultura de defensa.
Entrando en el terreno de las disposiciones concretas, decididamente me gusta la imagen de Ucrania como un puercoespín. Recuerdo que la primera vez que me invitaron a El Cascabel, el popular programa de Trece TV, en los primeros días de la guerra de Putin, me aventuré a comparar a Rusia con ese animal: bien protegida por sus 6.000 púas nucleares pero con una pequeña boca de roedor —nunca tuve una buena opinión del Ejército ruso— que le impediría devorar un país más grande que España. Volver la imagen del revés y adjudicar el papel de puercoespín a la agredida Ucrania nos sugiere la mejor manera de asegurar su defensa sin que Moscú pueda alegar que se siente amenazado, la única salida justa para el conflicto… eso sí, una vez falte Putin.
También me parecen correctamente identificadas las carencias de Europa en capacidades militares críticas, encabezadas por la defensa de nuestros cielos, hoy extremadamente vulnerables. Pocos ciudadanos europeos son conscientes de que nuestras ciudades están prácticamente indefensas, y no solo contra los misiles balísticos que empleó Irán contra Israel; también contra los que con frecuencia lanzan los hutíes para hostigar a su enemigo jurado. El Yemen está lejos de nuestras costas pero, en el bronco escenario en que la guerra de Putin ha convertido al mundo, es muy posible que misiles así, de procedencia rusa o coreana, china o iraní, terminen llegando a las manos de cualquiera de los enemigos de Occidente —no necesariamente estados— que cada día crecen en el Sahel.
El pasado mes de abril de 2024, Irán atacó por primera vez y de forma directa Israel con más de 300 drones y misiles
Además de la defensa antimisil, la lista de carencias militares críticas que recoge el documento es larga y realista: sistemas de artillería y de misiles de largo alcance; stocks de municiones de todo tipo; drones y defensa contra los drones; movilidad estratégica; tecnologías innovadoras como la IA y la computación cuántica; nuevas dimensiones de la guerra como la cibernética, y otras no tan nuevas como la guerra electrónica; inteligencia, vigilancia, transporte aéreo… en fin, para qué seguir. Todo lo que en la OTAN descansaba en los EE.UU. ahora tenemos que prepararnos para pagarlo de nuestro bolsillo.
La financiación está ahí, si las naciones quieren aplicarse a la tarea. Pero eso es solo el principio. También es necesario potenciar la industria de defensa europea y esa es una apuesta arriesgada. ¡Hay tanto que mejorar! ¡Tantos intereses que poner de acuerdo! Sin embargo, la apuesta por Europa tiene todo el sentido desde el punto de vista económico e industrial… y también estratégico. De hecho, es la única opción que nos queda toda vez que, reelegido el impredecible presidente Trump, hemos perdido la confianza en el vínculo trasatlántico que nos unía a los EE.UU.
Todo lo anterior, por otra parte, sirve de muy poco si no va acompañado del rearme moral de los europeos, piedra angular de la defensa común. Las armas, por sí solas, no son disuasorias. Aunque suene paradójico, es imprescindible que exista voluntad de empeñarlas para que no tengamos que hacerlo. El Libro Blanco planta una semilla del necesario rearme moral, todavía más difícil que el material, al empezar a hablarnos como a adultos de nuestros problemas de seguridad; pero no todos los gobiernos están dispuestos a regar esa semilla para que crezca alta y frondosa la cultura de defensa. En esta tarea, por desgracia, España está a la cola de Europa. Pero esa no es culpa del Libro Blanco, sino de nosotros mismos.
El arma nuclear
¿Dónde está entonces la inocencia que critico en el documento? Para mí, en la patente incapacidad de los líderes europeos para superar el tabú nuclear.
En los párrafos que el documento dedica a «un contexto estratégico que se deteriora rápidamente» se reconoce —parece que la Comisión también ha oído a Putin amenazar al mundo con sus misiles balísticos y sus ojivas múltiples— que la postura nuclear rusa es hoy más agresiva que en el pasado. Se nos dice —cómo negarlo si el dictador ruso ha presumido de ello—que recientemente se han desplegado armas de este tipo en Bielorrusia. Se da por hecho que China también está aumentando rápidamente su arsenal nuclear.

Xi Jinping saluda a Putin en su visita a Moscú en marzo de 2023
Los tres hechos citados —y los que ni siquiera se mencionan, como el programa nuclear iraní y el norcoreano— son muy preocupantes. Sin embargo ¿qué se nos propone que haga Europa para mitigar los riesgos? Aparentemente, nada. A partir de estos párrafos, la palabra prohibida —que ya no es «guerra» sino «nuclear»— desaparece completamente del documento. Ese infantil convencimiento de que si cerrábamos fuertemente los ojos la guerra desaparecería de nuestro futuro parece ser ahora la base de nuestra estrategia de seguridad nuclear.
Más que inocencia, es probable que el empeño de negar a Europa un debate necesario sobre el armamento nuclear y el Tratado de No Proliferación —para eso están los libros blancos— se deba al rechazo que, quien ponga el asunto sobre la mesa, sufrirá por una parte del electorado, suma del pacifismo clásico y el subvencionado por Moscú. Mucho me temo que, a la hora de sacrificar seguridad o votos, pocos líderes europeos tendrían serias dudas sobre qué les parece prioritario. ¡Ojalá esta política irresponsable no les pase factura! Y crea el lector que no lo digo por ellos, sino por nosotros.
Juan Rodríguez Garat
Almirante retirado