El portalón de San LorenzoManuel Estévez

La entrevista a Pepe Alba

Y así habla de los tiempos de la emisora Radio 24, que no dejaba de ser otro reflejo de una época dorada del Colegio Salesiano en los años 80

Actualizada 10:38

El pasado 26 de febrero este diario de «La Voz de Córdoba» traía en sus páginas una magnífica entrevista al locutor Pepe Alba realizada por Rafael González. Toda la charla, porque eso es la entrevista, una charla sincera entre dos viejos conocidos, es de una gran emotividad, pero si tuviera que quedarme con algo sería cuando a Pepe Alba le preguntan por lo que echa de menos de aquellos años felices en la radio y éste responde, quizás de forma inesperada:

«De todo lo anterior sólo echo de menos a mi madre».

Lleva Pepe Alba toda la razón, una madre es lo más grande para cualquier hijo por la estrecha relación que se forja entre ellos, sobre todo con aquellas madres «talladas a la antigua», cuando los hijos apenas podían ver a su padre, todo el día fuera, trabajando con horarios que hoy nos parecerían «esclavistas», y la madre era su única referencia, consuelo y apoyo en el hogar. Algún día veremos si no tenemos que arrepentirnos del ritmo de vida actual, donde los hijos tienen que pasar gran parte de su tiempo en guarderías, comedores y similares, porque la sociedad exige el trabajo de hombres y mujeres para poder sostener dignamente una casa. Y demos gracias a que todavía muchos abuelos están ahí echando una mano.

Pepe Alba entrevista a Romay en presencia de López Iturriaga

Pepe Alba entrevista a Romay en presencia de López Iturriaga en marzo de 1999La Voz

Pero no quiero hablar de este tema tan importante que daría para muchos artículos, sino del mundo de la radio que evoca Pepe Alba, que con ser aún un hombre joven ya ve lo que se ha ido perdiendo por el camino. Y así habla de los tiempos de la emisora Radio 24, que no dejaba de ser otro reflejo de una época dorada del Colegio Salesiano en los años 80 del pasado siglo XX: las innumerables actividades deportivas organizadas por el recordado Kiko Pastor, del que Pepe Alba fue un gran colaborador, aquellos equipos de baloncesto nacidos al calor de Alfonso Guerrero «El Gordo», los maratones de futbito, el Cine Club de los viernes impulsado por don Francisco Marín, las fiestas musicales de los sábados, o la vuelta de la procesión de María Auxiliadora por su barrio el 24 de mayo tras años de olvido, entre otros. Muchos de estos actos, como la procesión o los actos deportivos, los retransmitía Pepe Alba como si fuesen lo más importante del mundo, y en realidad lo eran.

Del tema de la radio deja entrever el entrevistado la pérdida que ha supuesto la centralización de las emisoras, que sólo emiten ya programas nacionales, y de vez en cuando alguna desconexión local. En el fútbol, si no están hablando todas las horas del Madrid o del Barcelona, habla Canal Sur del Sevilla o del Betis. Imposible imaginar que entonces se retransmitían partidos desde el Polideportivo de los Salesianos, recién estrenado. Córdoba se ha ido quedando muda, y sin la presencia de aquel Cajasur con don Miguel Castillejo, “el cura de los langostinos" como le decían sus enemigos, hemos perdido infinidad de apoyos económicos a tantos y tantos eventos culturales o deportivos, fiestas, libros o cualquier iniciativa de la peñas, cofradías, clubes o similares, con todo lo cual, sin voz y sin dinero, nos han dejado una ciudad sin pulso propio.

Parece que todo esto se ha perdido ya sin remedio, y puede decirse que esos tiempos que recuerda Pepe Alba fueron los últimos coletazos de una radio humilde, sí, con pocos medios, pero que formaba parte de la ciudad. Por edad Pepe Alba no pudo ver aquella gran de antena de Radio Córdoba Emisora EAJ-24 que se llegó a montar en su patio de la calle Alfonso XIII. Desde el portal se subía un tramo de escalones y se accedía a la planta primera, en donde a la derecha estaban las instalaciones de la emisora, y a la izquierda el citado patio con la aparatosa antena, a base de angulares de 100 y 70 milímetros, que partía de un zuncho base bien fortificado con perfiles ensamblados a base de roblones. Tendría unos 65 metros de altura, y pudiéramos decir que era como una mala réplica de la torre Eiffel.

Fue llegar la antena y terminar aquellos programas infantiles de 'Radio Chupete' que se celebraban en la tarde de los jueves patrocinados por caramelos Hispania de la avenida de Cervantes. A este programa fuimos más de una vez, llenando aquel salón de actos forrado de paneles de corcho, porque actuaban Loli Camacho, Trinidad Fernández y Lola Trujillo, tres jóvenes de mi barrio. Recuerdo que no ganaron el concurso pues se lo llevó una muchacha de la calle Moriscos que llamaban Clarita, y tuvieron que conformarse con el bronce. A pesar de que aquel salón de actos estaba muy bien aislado, muchas veces llegaban hasta el patio las voces de Rafael López Cansinos, Paco Vargas, Josefina Quirós, Paco Robles, Pepe Anta, y otros locutores que allí hacían de las suyas con el micro. Sobre todo en aquellas Subasta del Hogar y Clínica de San Rafael por Reyes Magos.

El alma de esos concursos era Rafael López Cansinos, que había empezado en 1946 prácticamente como chico de los recados. Al poco tiempo murió Manolete en Linares y se dio constancia de la tragedia, así como de la famosa explosión de Cádiz y un poco más tarde, en 1949, pudo observar que desde su emisora se daba la importante noticia de que la Corporación Municipal, presidida por don Alfonso Cruz Conde, había anulado el nombramiento de Hijo Maldito que recaía sobre Antonio Jaén Morente, acusado injustamente de que marcaba los objetivos de algunos bombardeos sobre nuestra ciudad durante la Guerra Civil.

De aquellos tiempos recordamos también los «Minutos deportivos de Radio Córdoba» que patrocinaba «Almacenes San Antonio, al servicio de la construcción». Eran los domingos, después de los partidos, con entrevistas incluso dentro de las casetas. Este programa llegaba puntual con su música peculiar después del anuncio de Anís la Asturiana.

También estaba aquel serial de «Paseos por Córdoba», y otro que nos contó la vida de «Manolete» cuyo guion fue realizado por Manuel González Cerezo. Con aquellos seriales se puede decir que Radio Córdoba cortó «orejas y rabo», pues fueron todo un éxito. Quiero recordar que el tal Manuel González era vecino de la calle Jesús Nazareno, hijo del empleado de la Casa de Socorro que solía tocar la campanilla en aquella vetusta ambulancia.

La casa de Alfonso XIII donde estaba ubicada la emisora era propiedad de un tal Bermudo. Por el año 1969 se realizaron unas obras y dieron con una estancia emparedada, donde hallaron una colección casi completa del «Diario de Córdoba» desde sus comienzos en 1854 a poco antes de la guerra de 1936. Estaban perfectamente encuadernados y sólo faltaban algunos ejemplares. La aparición de esa colección hizo acudir a muchos intelectuales, curiosos, e incluso miembros de la Real Academia de Córdoba para contemplar aquella joya. Al menos así la consideró don Federico Algarra, el dueño de la emisora, que dio a la colección un trato exquisito.

Al fallecimiento de don Federico, y con el traslado de la emisora a la calle García Lovera, sus descendientes la donaron a la Universidad de Córdoba. Se ha especulado mucho con el origen de esta colección, y la hipótesis más plausible es que perteneciera a un miembro de la familia Lovera, ya que habían sido los dueños de ese venerable periódico.

Por último, quiero terminar dejando constancia de otras personas en esos lejanos años 50 que, sin ser locutores, merecerían ser destacados por su impagable labor en la radio, trabajando tanto en la administración de la emisora como de la compañía de seguros «Covadonga», también propiedad de Federico Algarra. Me refiero a Manuel Jiménez, Pepe Bustos y Jiménez Monterde, entre otros. Ellos atendían a los clientes que solicitaban discos dedicados. Así se explica que casi todos los días, en la sobremesa, se oyera: "A continuación escuchan ustedes unas jotas aragonesas dedicadas por don Ricardo Solanas para todos los oyentes”. O las jotas que dedicaba, también para todos, un tal Campos Serrano, de Cabra. Porque nuestra radio era entonces así, entrañable y cercana.

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