Un mono
Echar tierra ensuciando un estrado en el parlamento, protesta democrática; «Cómprese un mono», atentado a la democracia.
Esta semana una parlamentaria de Adelante Andalucía ha llevado un bote de tierra al hemiciclo de las Cinco Llagas y ha esparcido el contenido sobre el escaño, mesa, escritorio o pupitre de Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía por la gracia de la mayoría absoluta y de los propios andaluces. La performance arenera es una forma de protesta ecosostenible para salvar Doñana del neoliberalismo, que es tendencia ahora para la izquierda andaluza como ayer lo fue la sanidad pública y su capitalista privatización. Doñana is the new black.
La izquierda es muy dada a este tipo de movidas, happenings o puestas en escena. Cuando no se colorean las manos de rojo y las unen formando un triángulo de género, pintan de morado los bancos de la calle para convertirlos en refugios mágicos contra los violadores machistas; se desnudan con sus lorzas jaraneras delante de una peletería para protestar contra la caza de marsupiales o te echan arena del río para que después, sin sororidad ni alevosía, venga una señora no feminista a recogerlo con la fregona, como hacen todas esas grandes y decentes mujeres que limpian la mugre que han dejado las activistas tras un 8M cualquiera.
El presidente del Parlamento Andaluz, el cordobés Jesús Aguirre, ante el desparrame, llamó al orden a la señora parlamentaria a la que yo he estado buscando en las redes sociales como Charo Mora Grande, cuando resulta que se llama Maribel. Tiendo a renombrar a alguna gente según su cara y su forma de peinarse. Durante años a mi amigo Paco Palacios le estuve llamando Manolo porque siempre me pareció más que tenía cara de Manolo que de Paco. Yo de hecho, algunas mañanas, me veo más cara de Brad que de Rafa. El caso es que Maribel fue reconvenida por don Jesús, que le pidió «un poquito de por favor», que es una contribución cordobesa al español coloquial de parte del actor Fernando Tejero en su papel de Emilio Delgado como conserje de la calle Desengaño, 21 en ‘Aquí no hay quien viva’. Otras grandes aportaciones al habla española también son andaluzas y diodenales: a Chiquito de la Calzada nos remitimos, por la gloria de mi madre.
El caso es que nuestro presidente de la cámara fue a más en su enfado e invitó a Maribel a que se comprara un mono si lo que quería era llamar la atención. Ahí fue cuando se produjo la apertura del tarro de las esencias de las formas según y cómo; de la libertad de expresión como el podemismo diga y de la normas de urbanidad democrática que siempre dictan ellos, ellas y elles: Maribel y un camarada de grupo hacían aspavientos, indignados, por la «tremenda falta de respeto» de don Jesús. O sea: echar tierra ensuciando un estrado en el parlamento, protesta democrática; «Cómprese un mono», atentado a la democracia.
Para la izquierda, los monos son más intocables que la Virgen del Rocío, objeto de la libertad de mofa y expresión catalanas. Catalanes que también se indignan muchito si les tocas a sus presos secesionistas. O al mismo catalán, lengua anormalizada desde la imposición.
En efecto, parece que es un simio el que marca la línea de lo que democráticamente está bien y lo que no. Menos mal que nos queda Aguirre para pedir un poquito de por favor. Yo a Maribel la hubiera mandado a freír monas de sostenibles maneras. Y a que recogiera ella misma con una mopa su demócrata marranada.