El portalón de San LorenzoManuel Estévez

San Rafael, siempre con nosotros

La plaza y la iglesia adquirieron la fisonomía que nos ha llegado hasta hoy, escenario de las fiestas conmemorativas de la aparición del Arcángel el 7 de mayo

Actualizada 05:10

Ante la grave situación de sequía que estamos padeciendo, nuestras miradas se dirigen de nuevo hacia San Rafael, y de ahí que la procesión prevista este mes de mayo, conmemorando la fecha de aparición del Arcángel al padre Roelas, incluya también el carácter de rogativa por las ansiadas lluvias.

Y es que cuando los problemas nos acucian, cuando no podemos dar humanamente más de sí para poder resolverlos, el pueblo de Córdoba se vuelve siempre hacia su Custodio.

Procesión en rogativas de San Rafael

Procesión en rogativas de San Rafael

La fotografía que acompaña a este artículo muestra una salida extraordinaria de San Rafael a mediados de los años 40, una más de las que, como un acto de fe, sacaron la imagen del Custodio en rogativa por las enfermedades, la falta de lluvias u otro tipo de peticiones. Así, como ejemplo, ya tenemos registrada una petición al Arcángel San Rafael ante la escasez de lluvias en 1635. Igualmente, por el mismo motivo, en 1652, donde se sacaron conjuntamente las imágenes de la Virgen de la Fuensanta y San Rafael, así como las reliquias de los Santos Mártires. O en 1813, el 27 de julio, para pedir por la libertad del Rey de España, preso de Napoleón.

Se puede intuir cómo se organizaban este tipo de procesiones gracias a la interesante exposición «Interpretación del Juramento de San Rafael», abierta al público en la iglesia de San Rafael o del Juramento, en su galería izquierda superior. Una de las vitrinas contiene documentos antiguos de la Hermandad de San Rafael. Uno de ellos dice lo siguiente:

NORMATIVA DE LOS PORTADORES DE SAN RAFAEL Y LISTADO DE SUS INTEGRANTES. Córdoba 15 de noviembre de 1865.

"Señores Cofrades que componen la 1ª Tanda

D. Jaime Aparicio, D. José Cruz, D. Rafael Muñoz, D. Rafael Molina, estos para los lados, Don José Serrano y Toro, Don Francisco de la Cruz, D. José María Llorente, D. Antonio Moñiero, D. Vicente Otín, D, Sebastián Rincón, D. José Ruiz Lara, D. Manuel Lozano, estos ocho individuos alternarán para el frente y espalda.

Señores Cofrades que componen la 2ª Tanda

Don Mariano Montesinos, D. Mariano Alcaide, D. Rafael Villoslada, D. Rafael López, estos para los lados: D. Rafael de Parias, D. Manuel Cobos, D. Francisco de Paula Ruiz Lara, D. Joaquín Llorente, D. José Blanco, D, Vicente Paló, D, Ángel Villoslada, D. Antonio León, estos ocho alternarán para el frente y la espalda.

(Me siento orgulloso de apuntar que, de esta lista, José y Francisco de Paula Ruiz Lara son, respectivamente, mi bisabuelo materno y su hermano. Ellos me transmitieron una gran devoción al Custodio a través de mi abuela y de mi madre)

La relación sobre San Rafael y Córdoba tras las apariciones el padre Roelas es bien conocida, por lo que añadiré sólo algunas curiosidades. Este humilde sacerdote, (1525-1587), capellán del Convento de las Dueñas, según textos antiguos, vivía en la calle «a espaldas del Marqués de la Vega«, muy cerca de la barrera de los Lisones. En aquel entonces no había tanta precisión ni oficialidad con los nombres de las calles, y la hoy calle Roelas, como tantas otras, se definía de forma imprecisa en relación a algo conocido o destacado por la gente de a pie, en este caso una extensa propiedad que el citado marqués tendría en la calle Cristo, y que diese aquí su trasera. En todo caso, las fuentes documentales nos dan una imagen de unas calles y un barrio de poca vecindad, con amplias huertas y grandes solares sin edificar, que permitían incluso la cría caballar. Todavía en pleno siglo XX una gran casa de la calle Roelas se conocía como «el picadero», por uno ubicado en ese mismo solar años antes.

Las apariciones ocurrieron en 1578, y tuvieron que pasar 25 años desde la muerte del padre Roelas para que el padre Pino las diese a conocer. Fueron sometidas, lógicamente, al juicio de teólogos y expertos, que dieron validez a las mismas. Como resultado, la devoción al Custodio de Córdoba aumentó de forma considerable, llegándose a formar una hermandad que, a base de aportaciones del pueblo de Córdoba, y con la colaboración inestimable del Concejo Municipal, adquirió los derechos de la casa donde vivió el padre Roelas. La convirtió en un pequeño oratorio, del que aún hoy se puede apreciar su entrada por la calle que tomó el nombre del sacerdote, lo que todo el mundo sigue denominando «postigo de San Rafael», coronado por un pequeño campanillo en su parte superior.

Desde entonces, principios del siglo XVII, a la actual calle Roelas se le empezó a denominar calle «de San Rafael», en todo el tramo que va desde la plaza de San Lorenzo a la de Don Arias. Poco después, en 1612, la hermandad comprobó que la devoción al Custodio iba en tal aumento que la pequeña iglesia, oratorio o ermita, «del Juramento», como es denominada indistintamente, se les estaba quedado pequeña. Logró obtener del Ayuntamiento la cesión de unos terrenos para ampliarla. Pero, a pesar de que incluso se organizaron corridas de toros para recabar fondos, y el apoyo popular fue considerable, la tarea no resultó fácil, y la nueva iglesia no se terminó hasta 1735. Al nuevo templo ampliado se accedía ya por la que se denominará plaza de San Rafael, todavía pequeña, pasando la calle «de San Rafael» a llamarse definitivamente Roelas.

En torno a 1796, de nuevo, la hermandad plantea otra ampliación de la iglesia. Nuevamente con la ayuda del Ayuntamiento, el barrio, y toda Córdoba, se encomienda la construcción del templo actual, para lo que hubo que adquirir otra serie de huertas, mayormente dedicadas al cultivo de «moreas» y otros árboles frutales, tanto para la ampliación de la iglesia en sí como de la plaza, que de esta forma adquiría unas dimensiones más adecuadas.

La iglesia definitiva fue inaugurada en 1806 por el famoso obispo Pedro Antonio de Trevilla. El Ayuntamiento, siempre generoso en este tema, cedió además una paja de agua del venero de la Palma o Pedroches para que se instalase en la plaza una bella fuente con frontal artístico, inaugurada en 1809.

Con ello, la plaza y la iglesia adquirieron la fisonomía que nos ha llegado hasta hoy, escenario de las fiestas conmemorativas de la aparición del Arcángel el 7 de mayo, que se celebraban con particular solemnidad, a las que el propio Ayuntamiento, «bajo mazas» como se decía entonces, acudía en pleno. Recuerdo haber conocido que para esas ocasiones hasta se habilitaba un servicio especial de autobús que entraba dentro de la misma plaza.

Pero más allá de estos actos oficiales, la plaza y su entorno tuvieron siempre un sabor popular. En los años que fuimos chiquillos era un hervidero de mujeres del barrio en la fuente con sus cántaros, botijos o similares, porque la de la plaza de San Lorenzo apenas daba agua. Allí, mientras llegaba en la larga cola el turno para llenar sus cacharros, se hablaba de lo divino y de lo humano.

Entre los vecinos de la plaza de San Rafael, seguramente el más famoso era Juan Martínez Cerrillo, que tenía su taller y su domicilio en una casa-jardín propiedad de doña Leonor Toro, una encantadora mujer que fue catequista en la parroquia de San Lorenzo. El escultor de la «Paloma de Capuchinos», además, tuvo la satisfacción de contar como su primer trabajo, precisamente, la escultura de un San Rafael, el que preside el Hogar y Clínica de San Rafael de los Hermanos de San Juan Dios.

Otro personaje singular de la plaza era, sin duda, Rafael Priego Ortiz, «El Chocolatero» (1879-1966) que era sacristán del convento de Santa María de Gracia, y ayudaba también de vez en cuando en San Lorenzo. Lo de «Chocolatero» era porque de joven había trabajado en la fábrica de chocolates «Bienvenido» de Pozoblanco. Destacaba por economizar mucho en los gastos.

Luego estaba Teresa Caballero Candelario, «La Relojera«, que dominaba toda la plaza desde su balcón, en una casa con un taller de costura. Todavía recordamos que su hija Trini ganó un concurso en »Radio Chupete«, un programa organizado por Radio Córdoba para los chiquillos que se atrevieran a cantar. Recuerdo de esa plaza, también, a Josefa Repullo García, a la que todo el mundo conocía como »La Repulla«, mujer muy conocida por todos, ya que solía visitar muchas casas por ser repartidora de leche. Tenemos que decir que su hija Carmen, empleada de Baldomero Moreno, fue la autora del “toque final», probando y probando, de la »Mayonesa Musa".

Por último, quiero recordar a la mujer del «hábito», Socorro Mayor Polo, «La Sacristana», que hacía labores de portera de la iglesia de San Rafael, y que nos llamaba la atención a los niños porque usaba siempre un hábito del Cristo del Calvario por vestimenta. Eran otros tiempos, sin duda. Ella veía pasar diariamente todos los fieles que acudían a rezar o a pedir algo al Arcángel.

Porque lo de pedir a San Rafael era algo común en todas la personas del barrio, incluso por aquellas menos religiosas. El Arcángel era invocado en momentos de necesidad, por desgracia muy habituales. Incluso en aspectos más mundanos, como durante aquellas tormentas de antes, que parecían distintas a las de hoy por su tronar ruidoso y por sus espectaculares relámpagos, y nos llenaban los ojos de miedo al iluminarse todo el firmamento. No sé si los recuerdos me engañan, pero yo las sentía más peligrosas. En esos momentos era muy común oír de nuestras madres la expresión «¡¡Ay San Rafael bendito, que suene el campanillo!!», el campanillo de la primitiva iglesia, por encima del postigo de San Rafael, en la calle Roelas. Y cuando, al fin, sonaba, y se oía en mitad de los truenos y los relámpagos, nos confortaba y daba una sensación de tranquilidad y confianza, hasta el punto que todo el mundo respiraba tranquilo, en especial nuestras madres. Podrán decir lo que quieran, pero para nosotros era así.

Ahora volvemos a pedirle a nuestro Arcángel: que llueva. Y seguramente, el Arcángel, como ese familiar bondadoso del que sólo nos acordamos cuando necesitamos algo, nos escuchará, sonreirá cariñosamente, y tratará de ayudarnos.

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