Adiós a la noche
La estrategia de Díaz es la de siempre, la de ir poco a poco cambiando las cosas hasta que llega un día en el que todo es diferente
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, debería contar con una sección fija en todos los medios de comunicación, como el tiempo, el tráfico o el equipo local de noticias. Esta sección, por supuesto, no debe ir en las inmediaciones de las secciones serias, como política, cultura o economía. Su lugar más adecuados en las páginas de los diarios de papel sería en las de servicios, junto al horóscopo o el chiste, porque tiene mucho de recreación de un futuro imaginario siempre trufado de esos matices que llevan a uno al carcajeo.
Díaz, que lo mismo desaparece cuando las cosas le van más, algo que sucede cada vez más a menudo, cuando emerge lo hace a lo grande para hacernos olvidar la orfandad a la que nos ha sometido durante días. Con esta técnica no hay reproche posible, porque una subida de listón bien merece el perdón y el olvido.
Esta semana ha estado cumbre, como diría Juncal. El ridículo sufrido en su tierra gallega con los resultados de las elecciones autonómicas tenía que ser ocultado a lo grande y después de haber dejado pasar unos días de silencio -que se han hecho eternos- ha reaparecido para decir que los restaurantes están abiertos hasta muy tarde. Toma ya.
La estrategia de Díaz es la de siempre, la de ir poco a poco cambiando las cosas hasta que llega un día en el que todo es diferente. Lo del cierre de los restaurante puede parecer una anécdota, un pego, pero después vendrá otra medida y luego otra para conseguir el diseño social que pretendían.
Aparte de ser una magnífica cortina de humo denso, lo del horario del ocio nocturno es uno de los sueños húmedos y pringosos de esta izquierda que quiere decidir por el resto de la sociedad. Los dos toques de queda decretados durante la pandemia -y luego declarados inconstitucionales- les han sabido a poco. Por eso el PSOE, al que ya no le queda nada que perder, hace que sea la de Sumar la que abra el camino. A ella le da igual, porque lo que le interesa es la foto, ya que el cante lo da con periodistas o sin ellos. Por eso ha sido la vicepresidenta la que ha buscado distraer al personal con el adelanto por decreto de las cenas.
Ya lo intentaron con el contenido de nuestra dieta, cuando Alberto Garzón decidió lo que los españoles tenían que comer. Ahora vienen con el cuándo y dentro de poco llegarán con el dónde, fijo. No está lejos el día en el que con su afán de controlar la vida privada de las personas, como ya han demostrado en varias ocasiones, nos ordenen -de muy buen rollo, eh- dónde tenemos que ir a almorzar o desayunar o si la tostada con aceite la podemos pedir con pizquitos de jamón o no.