Una oportunidad para Bellido
Pocas veces se presentan oportunidades así y hay que saberlas aprovechar para hacer algo distinto, único, que nos diferencie de otras ciudades
La gestión de una ciudad como Córdoba, con una colección de declaraciones de Patrimonio de la Humanidad que para sí la quisieran otras, es compleja. Hay ciudades en las que nadie se mira y la nuestra es un escaparate expuesto constantemente al escrutinio tanto del turista mochilero como de Norman Foster, por poner un ejemplo reciente. Córdoba está por méritos propios en el selecto grupo de lugares donde casi nada pasa desapercibido.
Un patrimonio artístico y monumental como el de Córdoba es un lujo al que otros no pueden aspirar y por eso hay que gestionarlo de manera inteligente, sin novelerías, con tanta visión de futuro como respeto a la historia de la ciudad. Cualquier cosa no es admisible y esta sensibilidad parece que va calando entre los cordobeses que de verdad conocen el suelo que pisan.
Al Ayuntamiento se le presenta ahora una oportunidad de oro para incrementar el patrimonio histórico de todos con la cesión del suelo de lo que un día fue el jardín del Palacio Episcopal. Una vez que la Biblioteca Pública Provincial se ha mudado a los jardines de la Agricultura es el momento de hincarle el diente a este espacio y actuar a la altura actual de la ciudad aprovechando lo mejor de su pasado.
La posibilidad de intervenir en este espacio colindante con el Campo Santo de los Mártires es un regalo de los gordos. Pocas veces se presentan oportunidades así y hay que saberlas aprovechar para hacer algo distinto, único, que nos diferencie de otras ciudades.
El Ayuntamiento tiene la intención de recuperar la planta de este jardín que se encuentra perfectamente documentado desde los tiempos del obispo Baltasar de Yusta, allá por 1714 más o menos. Uno se puede sumergir en los archivos para la búsqueda de datos, pero en la tesis doctoral de Rocío Velasco García está el trabajo ya hecho con todo rigor. En esta espléndida publicación se pueden encontrar desde los vestigios más antiguos de este espacio verde hasta las descripciones más recientes, así como planos donde figuran con precisión tanto los parterres como las fuentes. También se pueden encontrar las especies vegetales, su variedad su distribución, y además una propuesta de 1983 para su recuperación, por lo que no hay excusa alguna para eludir esta responsabilidad ante la ciudad y ante su historia.
Si se decide acometer -y todo parece indicar que va a ser así- hay que hacerlo bien, con respeto a todo lo que había hasta hace tan sólo unas décadas. Ceder a la tentación de hacer una lectura actual del histórico recinto es quedar en la irrelevancia, aunque, eso sí, con plantas que requieren poco mantenimiento, pavimentos estandarizados y materiales a la última moda. Todo muy ‘cool’, vamos.
En el peor de los supuestos, si finalmente gana la tesis de diseñar ‘ex novo’ el espacio se habrá perdido una oportunidad que difícilmente se volverá a repetir. Ya no se podrá presumir de haber recuperado con fidelidad un jardín de principios del siglo XVIII, pero, eso sí, tendremos un espacio que pronto quedará desfasado y rancio, y que se parecerá mucho a cualquier otro diseñado para Getafe, Dos Hermanas o Vigo, pero que aquí, en pleno corazón de la zona Patrimonio de la Humanidad, quedaría rarito, por no usar otro término.