Por derechoLuis Marín Sicilia

Buscando su dinero

Los que trabajan y generan riqueza, se han percatado de que son muchos los espabilados que lo disfrutan a su costa

Actualizada 04:30

Una peculiar política, comprometida con el feminismo y con esas modernas banderas del despertar «woke», la egabrense Carmen Calvo, dijo en su día que «el dinero público no es de nadie», con la consiguiente desazón de todos aquellos que, con su esfuerzo cotidiano, contribuían a llenar los depósitos de una Hacienda Pública, cada vez más exigente e inquisitiva. Unos ciudadanos que observan con que alegría se flexibiliza la administración de su dinero para dar satisfacción a las nuevas demandas de una izquierda que, tras la caída del muro de Berlín y su orfandad ideológica, buscó refugio en las desigualdades provocadas por el género o la orientación sexual, las políticas identitarias, raciales y feministas, de las que se consideran únicos intérpretes.

Cuando se pretende imponer nuevos dogmas a una sociedad libre esta, antes o después, se subleva ante los mismos, máxime si su único objetivo es la conquista del poder. Es lo que le está pasando a Sánchez, cuyas cesiones ante los separatistas están provocando las primeras fisuras en un partido que no puede seguir proclamándose de izquierdas mientras suscribe pactos que limitan la solidaridad y fomentan la desigualdad.

Y cuando a una sociedad, con el pretexto de hacer del pensamiento un dogma, se les está distrayendo el dinero que aportan al erario público en miles de conciertos, agencias, talleres, grupos, movimientos y asociaciones de lo más pintorescas, se reacciona contra el pensamiento único del «wokismo», que ya la derecha más radical rechazó desde sus comienzos y que se fue ampliando, sobre todo a partir de la denuncia en 2019 que Haidt y Lukianoff formularan en su obra «La transformación de la mente moderna», de modo que hoy son amplios sectores de la moderación, a derecha e izquierda, los que argumentan contra unos postulados dirigistas y dogmáticos que cada vez afectaban más a la libertad de expresión y al dinero de todos.

Hoy queda claro que el buenísmo impuesto por una izquierda dogmática lo que está originando, en la práctica, es un incremento sustancial del gasto público improductivo para atender los nuevos templos de la original «religión verdadera» del feminismo, la cultura trans, la LGTB y demás conceptos «currados» por la progresía a la que se referia la actual presidenta del Consejo de Estado. Y en lógica consecuencia quienes se quedaron sorprendidos ante su alegato de que el dinero público no tiene dueño, comienzan a reaccionar iniciando una búsqueda del mismo, al menos para que no se les quede cara de tontos. Y se han dado cuenta de que ese dinero discurre por unas canalizaciones copadas por progres y advenedizos que, al albur de su pensamiento «woke», que en español se traduce por «despierto», se han convertido en unos «espabilados» depredadores del dinero público que no tenía dueño.

Ese dinero «nullius» para la exministra observan los contribuyentes que lo disfruta ella misma, antes y ahora, así como decenas de miles de otros muchos profesionales de la política, al tiempo que se indignan porque no se explican los negocios de la esposa y el hermano de Sánchez, el enriquecimiento supino de este y los millones de euros que Koldo y otros allegados distraían durante la pandemia, mientras el comité de expertos y el ministro Illa, hoy flamante presidente de la Generalitat, no se enteraban de nada.

Como los dueños del dinero, o sea los que trabajan y generan riqueza, se han percatado de que son muchos los «espabilados» que lo disfrutan a su costa, han decidido hacer inventario de lo que le birlan. Y así se comprueba que, a nivel de calle, el clamor es aún más estridente. Porque se dilapida el dinero público en asesores, organismos, agencias, pabellones, tenderetes y demás artificios ingeniosos donde pastan decenas de miles de depredadores de ese dinero público que los progres como Calvo no saben donde está mientras sus correligionarios dan debida cuenta del mismo.

Los ciudadanos que buscan su dinero reclaman medidas eficaces de regeneración como la reducción de organismos, eliminación de duplicidades administrativas, limitación de asesores y determinación de plazo e idoneidad de los mismos, reducción de subvenciones a partidos y sindicatos, control de beneficiarios del paro, limitación temporal de las pensiones de ex altos cargos, acabar con las puertas giratorias en la judicatura, desaparición de tratos privilegiados, que incrementan el gasto, sea a personas o a territorios, supresión de gastos ridiculos en traducciones innecesarias o en dosieres de prensa para que los ministros sepan lo que se habla o escribe de ellos, y un largo etcétera.

Como dijo Chesterton, «el ahorro es creador y el derroche es destructor». Estos politicos auto calificados de progresistas, deben saber, de una vez por todas, que el nepotismo y las nuevas formas de caciquismo para comprar voluntades son gravosas hipotecas que la sociedad termina pagando muy caras. Los verdaderos dueños de ese dinero que se tira alegremente se rebelan y conjuran para que no les sigan tomando el pelo. Y la primera decisión es mandar a su casa a los malos administradores del mismo para que los chiringuitos que tanto les gustan los paguen ellos de su bolsillo, convencidos de que ese «wokismo progre» se ha convertido en un pretexto para vivir del cuento unos pocos espabilados.

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