Por derechoLuis Marín Sicilia

Cuentas y cuentos

El PSOE está en una encrucijada vital: o digiere las cuentas verdaderas o se indigesta con los cuentos de los secesionistas catalanes

Actualizada 04:30

Un político tan racional como Josep Borrell ha tenido que advertir, para corregir a la lenguaraz «Marisu» Montero, que no tenía más remedio que reafirmar su criterio de que el pacto sobre financiación entre el PSC y ERC era un concierto económico en toda regla. Y lo hacia, dijo, «porque no quiero quedar como un mentiroso», lo que implicaba un desmarque en toda regla de la conducta habitual del Gobierno sanchista cuya máxima expresión se concreta en la titular de Hacienda, meritoria indubitada del mentiroso mayor que dirige sus destinos y, por desgracia, los del conjunto de la nación española.

En unos cursos en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, el exministro y actual comisario europeo dejó claro que «la consecuencia inmediata del acuerdo financiero singular es que Cataluña tendrá en caja mucho más dinero del que tiene ahora». Como tantos otros socialistas, Borrell ha ido transigiendo con los bandazos de Pedro Sánchez y su cohorte de monaguillos, tragando sapos y carretas con la esperanza de que, en verdad, todas las cesiones al separatismo supusieran un punto y final al proceso secesionista. Pero el pacto de marras, para cualquier persona que presuma de izquierda, es tan reaccionario, tan insolidario y tan antifederal, que solo las tragaderas de Pedro Sánchez y sus mariachis pueden defenderlo sin que se les caiga la cara de vergüenza.

Es como si nadie hubiera leído el libro del propio Borrell titulado «Las cuentas y los cuentos de la independencia», con el que desmontó todo el argumentario de Más, Junqueras, Puigdemont , Torra y demás rupturistas sobre aquel lamentable «España nos roba» con el que soliviantaron a las masas secesionistas catalanas. Por ello, un político decente no tiene reparo en proclamar que, con el acuerdo para investir a Illa, se asume «post monten» el relato del «proces» y «un cambio de paradigma en el sistema de financiación».

En realidad se trata, ni más ni menos, de saber si el PSOE va a apoyar con sus votos en el Congreso lo que el PSC ha pactado con ERC. Porque lo primero que hay que aclarar es quienes han sido los sujetos del pacto. Y es claro que el PSC no es el PSOE sino un partido federado con el PSOE, pero con autonomía política y organizativa. Este argumento sería suficiente para negarse a seguir las instrucciones que Sánchez haya dado para respaldarlo. Y constituye un auténtico desafío hacia la militancia y los diputados socialistas para saber si, una vez más, van a abdicar de sus principios para sostener a su caudillo. En el buen entendido que esta vez hablamos de las cosas de comer, y por ahí no van a pasar los extremeños, aragoneses, valencianos, murcianos, asturianos, gallegos, castellanos manchegos y leoneses, cántabros, riojanos, canarios, baleares, ceutíes, melillenses, madrileños y andaluces.

El PSOE está en una encrucijada vital: o digiere las cuentas verdaderas o se indigesta con los cuentos de los secesionistas catalanes. Y posiblemente, si todavía queda algo de democracia interna en el partido, habrá que poner contra las cuerdas a quienes han traicionado los acuerdos suscritos en sus congresos. El acuerdo de marras, además de no caber en la Constitución, no respeta los presupuestos ideológicos ni los programas electorales del PSOE. El 6 de julio de 2013, los socialistas españoles, del PSOE y del PSC, suscribieron por unanimidad «Un nuevo pacto territorial: la España de todos» que fue conocido como la Declaración de Granada. En dicho pacto se comprometían a profundizar en la solidaridad «para seguir reduciendo las desigualdades territoriales» y alcanzar «la igualdad de derechos básicos de todos los ciudadanos, cualquiera que sea el lugar de su residencia».

El PSOE ha conseguido los apoyos electorales en base al compromiso de fomentar «la cooperación entre el Gobierno de España y los autonómicos, y de estos entre si», al tiempo que se oponía abiertamente a cualquier privilegio pretendido por un nacionalismo catalán «cada vez más escorado hacia el separatismo». Lamentablemente Sánchez ha traicionado todos esos compromisos y, con una actuación claramente fraudulenta, ha ido haciendo todo aquello que rechazó previamente al pedir a la ciudadanía su apoyo electoral. ¿A quien se debe el PSOE? ¿A sus principios ideológicos y programáticos o al interés personal de Sánchez?. Esa es la cuestión.

Si, como dice Borrell, Cataluña tendrá más dinero en la caja con estos pactos, es evidente que las demás autonomías tendrán menos. Eso no hay manera de retorcerlo, por mucho que la simpar Montero, experta en charlas y griteríos, agote su semántica tornadiza para intentar embaucar al respetable. Y el común ciudadano no está tan atontado como para no saber que, si le das más al que más tiene, el que menos tiene se queda en la inopia. Por tanto, aplíquense los socialistas para convencernos de que las cuentas que nos venden no son cuentos chinos con los que quieren vendernos la burra ciega.

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