El perol sideralAlfredo Martín-Górriz

El freno anti-lince

Sale mejor hoy día arrollar a una familia numerosa que a un lince ibérico

Actualizada 04:30

El humorista Ángel Garó, durante su periodo de gracia en los años noventa, definió una vez al jaguar como «gato hinchao». No sabemos qué descripción hubiera realizado de ese felino más pequeño, pero sin duda más pintoresco, el lince ibérico, con sus manchas y característicos penachos de pelo en las orejas.Hay que tener en cuenta también que mientras el jaguar caza y muere en la frondosa selva, el lince es el único animal criado gracias a un programa millonario cuyo objetivo final es que muera apisonado en las carreteras andaluzas. Esto, sin duda, hubiese favorecido la escena cómica de aquel artista gaditano, aunque pueda generar más bien estupor en la realidad. Estos días se ha encontrado muerto un lince más, esta vez en el Parque Natural de Cardeña-Montoro.

Entre los años 2021 a 2023, de los 95 linces muertos registrados, 78 lo hicieron atropellados, es decir, un 82%. La función de este felino ibérico parece que, más que cazar conejos, se dirige a prueba de freno de los distintos tipos de turismo. Seguramente a punto estará de salir al mercado el coche que lleve freno anti-lince, poderoso mecanismo de seguridad para las carreteras secundarias. En los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente, el lince era un felino majestuoso capaz de dar poderosos saltos en pos de su presa. La Junta de Andalucía lo ha convertido en una masa de pelos aplastada en el piso con una marca de rueda encima.

¿Qué ha pasado para que esto ocurra? Quizá lo describa bien un suceso acaecido hace muchos años. Estaba quien escribe estas líneas realizando un reportaje sobre el proceso de cría de lince en cautividad para una televisión local. Uno de los responsables del Centro de Recuperación de Especies, funcionario diligente y ejemplar, nos pidió que nos quedásemos grabando muy lejos del lince. Había demasiada distancia y le contestamos que necesitábamos imágenes más cercanas. Nos lo volvió a rogar, y explicó que cada vez que había un lince en estas condiciones, el paseo por la jaula de políticos y medios era tan exagerado que el proceso destinado a soltarle en el bosque... tenía que comenzar de nuevo por las etapas iniciales. La presencia de concejales, delegados, diputados y periodistas era tan intensa que el comportamiento del lince quedaba influido hasta tal punto que todo se iba al traste. Así que le hicimos caso y aquel reportaje salió con tomas muy lejanas de aquel animal que, seguramente, muriera atropellado meses más tarde.

Baste lo narrado anteriormente para captar la esencia de un programa de cría que transforma a un felino en objeto de atropello constante y al conductor en delincuente. Sale mejor hoy día arrollar a una familia numerosa que a un lince ibérico, motivo por el que podrían condenar a alguien a garrote vil, vuelto ex profeso para este delito. Es el plan de recuperación del lince ibérico uno de esos productos de las políticas ambientales de las instituciones que refleja las inercias nocivas de este tipo de ideologías, capaces de seguir durante años con un camino absolutamente irracional. Y todo ello a costa del erario con un enorme despliegue de medios.

El arrollamiento de linces es la causa de muerte más importante de este felino. Y a pesar de todo se continúa con las mismas medidas, en un viaje cuyo único propósito parece precisamente concluir con tales accidentes, como si un extraño sádico planease las estrategias de cría, suelta y mantenimiento de los animales. ¿A quién beneficia este absurdo?

Quizá lo mejor sea la aceptación de esta mala comedia y, en lugar de llamarles ‘Uli’, ‘Troncho’ o ‘Turma’, ponerle a las crías los más acordes ‘Sandero’, ‘Corolla’, ‘Ibiza’ o ‘Llaris’, para que se vayan familiarizando con su destino. Mirad a estos cachorros hermanos, Hyundai y Tucson, cada uno de ellos con una inversión de medio millón de euros encima para que les pase por encima dentro de tres años un tío que iba a comprar botijos al pueblo de al lado. Y allí tenemos a su hermanita, ‘Copa turbo’, le hemos puesto un nombre con nostalgia.

No, en el bosque no. A estos los vamos a soltar directamente en la carretera. Miradlos qué rebonicos son.

Comentarios

Más de Córdoba - Opinión

tracking