Fallece en Lucena la monja que habló por teléfono con el Papa Francisco
La madre Adriana era argentina y llevaba 23 años en el convento carmelita lucentino
El pasado viernes fallecía en el monasterio de San José y Santa Teresa de las Madres Carmelitas Descalzas de Lucena la madre Adriana de Jesús Crucificado, una religiosa que salió involuntariamente del anonimato de la clausura cuando se supo que el Papa Francisco la llamó por teléfono en 2014 para felicitarle la Navidad.
El 31 de diciembre de ese año, a las 11:45, sonó el teléfono del convento. En este instante, la comunidad estaba reunida en el coro rezando el oficio divino, por lo que la llamada no fue atendida, aunque sí quedó un mensaje en el contestador automático.
La llamada del Papa
Esa grabación correspondía nada menos que al Papa Francisco y en cuanto se supo la noticia se pudo escuchar a través de numerosos medios de comunicación. «Hola, ¿qué andarán haciendo las monjas que no pueden atender? Soy el Papa Francisco, quiero saludarlas en este fin de año. Veré si más tarde las puedo llamar. Que Dios os bendiga», dijo el pontífice.
Y cumplió lo prometido. Por la tarde, a las 19:15 volvió a sonar el teléfono y en esta ocasión estaba ahí madre Adriana presta a atender la llamada. Efectivamente era el Papa, al que ella pidió permiso para que a través del manos libres pudiera escucharlo toda la comunidad, compuesta por tres monjas de nacionalidad argentina, una venezolana y una española.
A partir de ese momento, las carmelitas de Lucena salían a relucir cada vez que el obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, saludaba al Papa Francisco en Roma. El prelado ha señalado en varias ocasiones que le preguntaba por ellas y les mandaba saludos y bendiciones.
La relación entre el pontífice y madre Adriana se remonta a 15 años atrás, cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires. Aunque nunca se llegaron a conocer personalmente, era frecuente que llamara al convento bonaerense de carmelitas para pedir oraciones.
La madre Adriana
Como informa la Diócesis de Córdoba en su página web, la madre Adriana de Jesús Crucificado comenzó la vida religiosa a los 18 años en el Carmelo del Corpus Christi, en Buenos Aires. Allí desempeñó varios cargos de responsabilidad y a los 20 años de vida religiosa sintió una llamada especial, una vocación dentro de la vocación religiosa, para ayudar a los Carmelos de España, que solicitaban monjas para poder continuar la vida carmelitana.
Su entrega fiel y alegre en España ha sido durante 28 años, primero en el Carmelo de Castellón y luego en el de Lucena durante 23 años. Lucena ha sido una ciudad muy querida para ella, aseguran sus hermanas de la comunidad, ya que era «continuar la vida carmelitana en un Carmelo de más de 400 años».