Antonio Reyes y David Reyes Córdoba septiembre 2024

David y Antonio Javier ReyesJesús D. Caparrós

Antonio Javier y David Reyes Guerrero, párrocos

"Nuestra vida se sustenta en el Señor. Y aquí estamos”

El pasado domingo 1 de septiembre dos sacerdotes cordobeses tomaron posesión como párrocos de Santa Rafaela María, en el Arroyo del Moro. El templo se llenó para recibir a estos nuevos párrocos que, además, son hermanos. Parroquia un solidum es como se define esta situación recogida en el Código de Derecho Canónigo, en la que un equipo de sacerdotes se encargan del cuidado pastoral de una o varias parroquias.

Antonio Javier Reyes (1975) y David Reyes (1983) tienen trayectorias diferentes marcadas por la edad y por el inicio de su vocación. El padre Antonio Javier fue ordenado sacerdote en 1999, es canónigo de la Santa Iglesia Catedral y desde junio pasado es el nuevo delegado episcopal de acción caritativo-social de Cáritas Diocesana. Hasta hace un par de meses ha estado de misionero en la misión diocesana de Picota, en Perú, tras casi doce años de párroco de Santa Teresa, en Ciudad Jardín, o en otros destinos como San Sebastián de los Ballesteros, La Victoria o las aldeas de Fuente Obejuna. A don Antonio Javier se le humedecen los ojos cuando recuerda su reciente paso por Perú, pero enseguida la emoción cambia cuando mira su nuevo despacho y los retos que tiene por delante.

El padre David tuvo una vocación tardía pero acabó siguiendo los pasos de su hermano. Fue ordenado sacerdote en 2018, y su primer destino estuvo en La Carlota. Pasaría más tarde a la parroquia de San Francisco Solano, en Montilla, en la que ha permanecido 22 meses, los suficientes para que la feligresía abarrotara el templo el pasado 25 de julio para despedirle camino de este nuevo destino, el de una parroquia joven que hoy nos acoge para hablar de los caminos que providencialmente se cruzan y de la misión que sigue viva porque vivo sigue pasándose el testigo.

Antonio Reyes y David Reyes Córdoba septiembre 2024

Antonio Reyes y David ReyesJesús D. Caparrós

- La primera pregunta es para el hermano mayor. Tras su labor como misionero en Perú, ¿Cómo afronta esta nueva responsabilidad?

- Antonio Javier: Con mucha sorpresa, porque he sido el primer sorprendido cuando el obispo me dijo que me iba a poner con mi hermano de sacerdote. Y eso era algo que nunca se me había pasado por la cabeza. Que me fueran a dar una encomienda pastoral poniéndome al lado de mi hermano pequeño nunca me lo habría imaginado. Ni en mis sueños remotos. Y luego, sí sabía que tenía que volver a Córdoba capital. El año pasado, don Demetrio me dijo que este año sí o sí me tenía que volver. Con lo cual, a uno se le rompe el corazón, porque yo me fui ofreciéndome voluntario y disponible a la misión. Siempre había tenido esa inquietud. Y para mí ha sido una bendición en mi vida sacerdotal. Lo que sí le pedí a Dios es que nunca se me salga del corazón lo que yo he vivido allí. Para mí ha sido una bendición. Entonces, venir aquí ha sido por obediencia, y porque también me debo a la diócesis. Yo estoy incardinado aquí. Monseñor Rafael allí me ha tratado estupendamente, y el presbiterio, el clero, y el seminario. La misión para mí ha sido una aventura y algo precioso. Venía con total disponibilidad a donde me mandaran y lo que quisieran, pero siempre con ilusión, independientemente de donde fuera. Yo no conocía la parroquia de Santa Rafaela, y lo que me voy encontrando desde que llegué aquí es una feligresía muy joven, de un barrio que ha estado muy cuidado por don Diego. [Don Diego Coca ha sido el párroco desde 2006]. Le pido al Señor tener el corazón humilde y sencillo de ese sacerdote que ha entregado su vida calladamente durante 18 años, un corazón de pastor, y eso es precioso. También llego con miedo. Pero los miedos tengo que vencerlos con la confianza puesta en la Providencia, que es la me ha puesto aquí.

- ¿Qué le ha aportado Picota que le vaya a ayudar en su labor?

- AJ: Una gran dosis de confianza en la Providencia, porque allí todo se sostiene por medio de la Providencia. Allí lo que yo he visto es una iglesia muy viva, en la labor de los laicos, en la labor de los animadores de las comunidades cristianas, gente muy sencilla. Una fe muy sencilla, muy entregada, con muy pocos recursos, pero, además, muy anclada en una vivencia muy auténtica del Evangelio, con poca formación pero con gran sed de Dios. Y sobre todo, la vivencia muy cercana con las comunidades religiosas de las misioneras, tanto de las obreras como de las salesianas. También la fraternidad sacerdotal con el otro compañero sacerdote, en el caso de Rafa Prado, como de Nicolás Rivero, y los otros sacerdotes, tanto de Toledo como los autóctonos del Perú. Es una visión de la Iglesia universal. Yo veo también la diferencia con la Iglesia Europea. Aquí creo que contamos con muchísimos más recursos que no aprovechamos. Veo que a 500 metros tenemos muchas iglesias aquí y estamos muy cómodos. Y allí es muy injusto ver cómo hay cristianos que se enteran que a 10 o a 20 kilómetros va a haber celebración de la Eucaristía y ya se las ingenian para ir andando, o de pedir favores, o alquilar un coche y abarrotarlo. Y aquí todo es mucho más cómodo, muy a la carta. Allí la gente se lo tiene que currar mucho más. Huele todo mucho más a la pureza y autenticidad del Evangelio.

Antonio Reyes y David Reyes Córdoba septiembre 2024

Antonio Reyes y David ReyesJesús D. Caparrós

- Y usted, David, ¿qué se trae de Montilla hasta Córdoba?

- David: Pues la verdad que el cariño de una feligresía. Por un lado a nivel humano, pero sobrenatural también, la devoción a sus patronos, los patronos de Montilla. Y las ganas y el entusiasmo que hay en muchas personas que vienen para trabajar por el bien de la parroquia

Aquí todo es mucho más cómodo, muy a la carta. En Perú la gente se lo tiene que currar mucho más. Huele todo mucho más a la pureza y autenticidad del Evangelio.Antonio Javier Reyes

- ¿También fue una sorpresa saber que iba a ser párroco junto a su hermano?

- D: Totalmente. Si para él ha sido una sorpresa, para mí ha sido doble, porque, hombre, no es normal. Él sabía ya que le cumplían los cuatro años de misión, y lo sabíamos todos. Mis padres, y los compañeros sabíamos que venía, Así que ha sido una sorpresa primeramente, por él, por compartir ahora el ministerio juntos, ya que esto él no lo había pensado, pero yo tampoco. Y por otra parte también por la parroquia de la que vengo, que es el santo de Montilla, San Francisco Solano, una parroquia con peso. Entonces, el hecho de estar solamente 22 meses, pues ha supuesto más sorpresa todavía. Cuando me lo comunicó al obispo, me puse a su disposición, donde la Iglesia me mande. Llego con muchísima ilusión, muchísima esperanza, y muchísima alegría también, por poder compartir el ministerio con mi hermano.

- Son ustedes hermanos y lo que puede parecer excepcional, en la diócesis de Córdoba al menos no lo es. Hay varios casos de hermanos sacerdotes.

- AJ: Cuatro parejas recientes.

- Pero entre ustedes hay una importante diferencia de edad ¿Cómo apareció la vocación?

- AJ: Yo sentí la llamada a temprana edad. Nosotros vivíamos en Levante, y nuestra parroquia era la de Nuestra Señora de Belén. Yo siempre he estado metido en la parroquia desde que hice la primera comunión. En verdad que don Manuel González Muñana y luego don Antonio Zaldiernas continuó la labor pastoral en aquella parroquia. Era una parroquia muy viva. Y yo después de la primera comunión seguí vinculado en la parroquia, en la catequesis y luego en la confirmación. A raíz de la visita de los seminaristas en la parroquia y de la visita al seminario menor con motivo del Día del Monaguillo, surgió la inquietud vocacional. Participé en unas colonias vocacionales y ahí me invitaron a unos retiros que había mensuales, donde estaba el párroco de El Naranjo de formador en el seminario menor. Yo tenía 13 años, cumplí 14, y me interpelaba muchísimo la alegría de los seminaristas. Y así fue como surgió el planteamiento vocacional. Claro, al principio de una manera muy ingenua, porque uno es un adolescente. Pero a mí me llamaba mucho la atención los testimonios de los seminaristas y su alegría. Eso fue lo primero. No sé cómo, pero yo sentí algo en el corazón. Es como cuando un chico se enamora por primera vez de una chica y dice «Esta es». No sabe por qué. No es la más guapa, pero para él sí. Y sabe que es esa. Pues yo sentí que ese era mi sitio. Y tuve grandes compañeros. De hecho de los doce que entramos, nos ordenamos cuatro. Jesús Poyato, Jesús Joaquín Corredor, que está en Baena, y Domingo Prado, que está en San Juan de Ávila. Para mí, bueno, fue a temprana edad. Sí me acuerdo que cuando venían mis padres al seminario menor, el padre Felipe siempre le decía a, David, que estaba muy pequeñito, «Y tú ¿cuándo te vas a venir?» Pero claro, en la vida pensé yo que el Señor se iba a fijar también en mi hermano. Eso para mí era algo impensable. Años más tarde yo ya era sacerdote y estaba en Ciudad Jardín, en Santa Teresa. Después de un viaje a Tierra Santa, David me dice que quería hablar conmigo, y aquella noche, me dijo que iba a dejar el trabajo y que se iba al seminario. Tenía 27 años. Y yo le dije, la verdad, que se lo pensara. Y al día siguiente se lo comunicó a nuestros padres. La mía, como digo, fue una vocación temprana. Yo creo que el Señor o me coge esa edad o a lo mejor no me pilla. Pero estoy muy agradecido, y sobre todo porque a mí me puso, y lo ha seguido haciendo, grandes sacerdotes en mi vida. Echando la vista atrás lo miro con memoria agradecida. Me acuerdo del padre Felipe que era un crack. Manolo Navarro, Manolo Sánchez, que está de párroco ahora en Virgen del Camino. Él fue formador también. Luego, en el Seminario Mayor, fue el último año de Alfredo Montes, pero luego ahí había una figura que la habréis conocido, don Gaspar Bustos,que yo creo que era un santo en vida. Buenísimos profesores en el seminario como don Santiago Gómez Sierra, que es para quitarse el sombrero. Un hombre íntegro, un hombre de Dios. Luego don Manuel Pérez Moya, que hizo una labor también muy bonita y muy buena. Y sacerdotes de la talla, por ejemplo, de un Pedro Gómez Carrillo, que en paz descanse, que fue el que bautizó a David. Creo que fue uno de los primeros sacerdotes que yo conocí en mi vida. Y luego, pues mira, el Señor ha querido que estuviera también ahí.

David Reyes Córdoba septiembre 2024

David ReyesJesús D. Caparrós

- David tenía su trabajo y su novia.

- D: Efectivamente, sí. Lo de mi hermano fue una vocación temprana y la mía fue una respuesta tarde. La verdad es que no me lo había planteado. Aquello que ha comentado mi hermano antes del padre Felipe, de eso yo tengo leves recuerdos. Tendría 6 o 7 años cuando yo iba al seminario menor a acompañar a mi hermano con mis padres. Yo comencé mis estudios después de la EGB, en formación profesional. Estudié también en la Politécnica, Ingeniería Técnica Industrial y Electrónica. Terminé como un chico normal, un adolescente más, y encontré trabajo en el sector de la energía renovable. También tuve mi novia. Y en aquel entonces, con mi ida y venida de la fe, como pasa en la adolescencia, me invitaron a participar en la Delegación de Juventud, preparando las primeras peregrinaciones a Guadalupe y a Santiago, o la Jornada Mundial de la Juventud. Empecé a engancharme en la delegación de juventud. Fue cuando Paco Orozco trajo el Adoremus desde Roma [ Monseñor Orozco es el actual obispo de Guadix] , y en esos inicios también estuve. Y por carambola de la vida también se me invitó a cursos de cristiandad. Me fui metiendo un poco más en la Iglesia de nuevo. Surgió ahí una llamada que el Señor me hace a través de los sacerdotes. Yo tenía mi trabajo y tenía novia. Estaba bien económicamente, vivía con mis padres, y tenía proyectos de futuro. Pero yo veía en los sacerdotes que participaban en la Delegación de Juventud algo característico, y era la alegría que tenían. A pesar de los problemas que también pudieran tener. Yo sabía que estaba bien, que tenía solvencia económica, trabajo, amigos, a mis padres, a mi familia y estaba feliz. Pero me llamaba la atención, casi con envidia sana, esa alegría que tenían ellos. Entonces se lo comenté al director espiritual, que entonces era Pedro Cabello, al que le debo tanto. Me dijo que estuviera tranquilo, que siguiera hablando con el Señor. Pero pasaba el tiempo y yo veía que eso seguía vivo dentro de mí, esa envidia sana. Mi hermano en Santa Teresa preparó una peregrinación a Tierra Santa, y en Tierra Santa, en el verano de 2010, para mí, fue cuando el Señor ya me tumbó del todo. En el lago de Galilea, en el Cenáculo, y, por último, también en el Santo Sepulcro. El 1 de septiembre debía volver al trabajo. El seminario, entonces, me decía que el día 15 tenía que estar ya disponible. Tenía que comunicarlo a la empresa, decírselo a mis padres. Fueron dos semanas para mí un poco caóticas, pero confiando en el Señor completamente. Y decidí entrar. Yo sabía, ahora que no está aquí, yo sabía que él lo sabía, que él sabía que yo . Me tiré a la piscina, como se dice. Antonio Prieto y Pedro Cabello coincidieron en decirme que el seminario es como un noviazgo. Que si era lo mío, saldría ordenado, y que si el Señor no me llamaba para el sacerdocio, podía salir del seminario tranquilamente, con unos estudios, una carrera, y volver a trabajar. Me ordené en el año 2017. Llevo ya siete años, y la verdad es que es una gracia de Dio. Te das cuenta de que tienes problemas, evidentemente, como los veía en el resto de sacerdotes, pero estando cerca del Señor, los problemas también Él te los lleva. Y la verdad es que esa envidia sana se ha apagado. Porque he descubierto que esta es mi felicidad, lo que yo estaba buscando. Y eso no se apoyaba ni en el trabajo, ni en la tranquilidad económica. Se sustenta en el Señor. Y aquí estamos.

- Han destacado los dos la inspiración que les supuso la figura de determinados sacerdotes. ¿Esperan también ser inspiración para otras futuras vocaciones?

- D: Ojalá. Yo ojalá esté a la altura de Antonio Prieto, lo digo abiertamente, a la altura de Pedro Cabello y a la altura de Antonio Reyes. Yo siempre lo digo, incluso por las redes sociales. Cuando llega un aniversario característico de uno, de otro, o algún momento importante de la familia, uno de mis referentes, de verdad, uno de mis pilares es él.

He descubierto que esta es mi felicidad, lo que yo estaba buscando. Y eso no se apoyaba ni en el trabajo, ni en la tranquilidad económica.David Reyes

- Aunque están recién llegados quizá tienen ya una idea de la personalidad de la parroquia, incardinada en una zona que es un barrio relativamente joven. ¿Cómo creen que se va plasmar en la labor pastoral que tienen que llevar a cabo?

- AJ: A mí hay una frase del Papa Francisco que me gusta mucho, y que creo que tiene que marcar mucho la impronta pastoral de las parroquias, que es convertir o hacer que la parroquia sea familia de familias. O sea, un hogar de familias. Yo creo que el gran reto es precisamente ayudar a que las familias sean lo que están llamadas a ser. O sea, que la vocación matrimonial sea reforzada, que se pueda vivir la fe en familia y que se encuentre en lo que es el ámbito de la parroquia, mucho más allá de lo que son los muros, pues los lazos la ayudan a que sea eso, una familia de familias, una familia grande. Hijos de Dios, que les ayuda a vivir como familia. Creo que me pasó en Santa Teresa también,igual que en las otras parroquias, por donde he ido pasando en estos 25 años. Y creo que es lo que don Diego, el anterior párroco, ha ido sembrando. Me da la impresión de que es lo que se respira en el ambiente, porque lo que yo vi aquí el pasado domingo por la tarde, lo que vimos también en la despedida de don Diego, lo que se va reflejando también en ese librillo donde la gente acude a escribirle a don Diego su gesto de gratitud, es un ambiente muy de familia. Hay que seguir creciendo en esa línea, en el sentido de hogar, con todo lo que significa de calidez, de cercanía, de familiaridad. La gente tiene mucha necesidad de sentirse como en casa, muy arropado, muy querido, muy llamada personalmente. Parroquia, etimológicamente, significa lugar donde uno peregrina y donde uno va caminando. Y uno camina creciendo en toda la dimensión y en todas las facetas. No solamente la iniciación de la fe, sino también celebrando, porque lo que no se celebra, se olvida. Pero como familia, desde los más pequeños a los mayores

- D: Coincido con mi hermano. La parroquia es un lugar de encuentro donde las personas vienen a compartir lo más grande que tenemos, que es la fe. Y unos a otros también se tienen que apoyar Y a los sacerdotes, en este caso, aquí a los dos, al sacerdote donde esté en su parroquia, tenerlo cercano con cada uno de ellos ayudándoles también. A nosotros nos lo decían en el seminario: pon un matrimonio o pon una familia en tu vida, al igual que la familia pone un sacerdote en su vida. Y yo veo que la parroquia tiene que ser eso, un punto de encuentro.En Montilla yo siempre les decía que el Santo es su casa. En este caso, la Santa es vuestra casa. Que los feligreses que vengan aquí se encuentren a gusto, se encuentren bien, y que encuentren la parroquia como su casa y como un lugar de referencia, un lugar de referencia para la familia.

Antonio Reyes y David Reyes Córdoba septiembre 2024

David y Antonio Javier ReyesJesús D. Caparrós

- Las parroquias vertebran una virtud fundamental como es la caridad, y usted ha sido nombrado recientemente delegado episcopal de Cáritas Diocesana en Córdoba. ¿Qué peso tienen las parroquias, y en este caso puede tener ésta, en el trabajo de las Cáritas parroquiales?

- AJ: La caridad es una dimensión de la vida cristiana. La vida de fe no es solamente conocer, o celebrar, sino que también es compartir. Y es verdad que la caridad no es solamente dar lo que te sobra, sino que la caridad es darse a uno mismo. La vida de caridad es la comunión cristiana de bienes. La caridad se articula en la parroquia a través de las Cáritas parroquiales. Caritas Diosesana nace como delegación para articular de manera orgánica lo que significa el ejercicio de la caridad de todas las Cáritas parroquiales . Precisamente una de las líneas de acción que queríamos centrar la mirada es en las Cáritas parroquiales y en los voluntarios. Sobre todo en los voluntarios de las parroquias. Es verdad que son casi 300 parroquias en toda la diócesis, no solamente en la capital. El año que viene hay una asamblea diocesana de Cáritas, que se viene celebrando cada tres años. Cáritas cumple 60 años en 2025 y la formación y la preparación deben ir dirigidas a ese 60 aniversario, pero también a incentivar nuevamente lo que son las Cáritas parroquiales, que tienen que ser vivificadas, atendidas por los voluntarios, porque además son todo voluntarios. Tiene que ir mucho más allá de atender puntualmente la necesidad de alimento o, por ejemplo, de sufragar únicamente las necesidades que haya. Porque hay nuevos bancos de pobreza. En Córdoba, por ejemplo, me han sorprendido todos esos asentamientos que hay. El obispo está seriamente preocupado por eso. Con Acisgru, que es una asociación que se ha creado desde la Hermandad Obrera del Trabajo, se ha empezado a tener varias reuniones con Cáritas Diocesana y con otras instituciones para ver cómo se puede ir articulando este asunto. Es bien difícil, porque ahí entran muchos frentes desde el Ayuntamientos a Sadeco, y otras instituciones públicas. También tienen que entrar los cristianos a dar una respuesta, para que sea lo más beneficioso para esos nuevos bancos de pobreza que están afectando a la ciudad.

Y luego supone una responsabilidad recibir también ese legado de una cadera de testigos, de gigantes, que han llevado la labor de Cáritas. Me refiero a los antiguos directores, como por ejemplo Cándido Rodríguez, María Dolores Vallecillo, o Salvador Pino, que han hecho una labor magnífica con delegados como Manuel Hinojosa, o Pedro Cabello, Con ese legado, uno se siente abrumado. Pero sobre todo hay que valorar el trabajo de los voluntarios y es una pena que en muchos casos no se conoce lo mucho que hacen. Todos los proyectos, todo el voluntariado, las historias que hay detrás. Todo eso hace que me sienta orgulloso de ser cristiano, de pertenecer a una familia donde hay miembros así.

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