¿Qué le gustaba comer al Papa Benedicto XVI?
Retomó ese espíritu gastronómico de la orden de San Benito, y en lo personal era frugal, comía de todo pero en pequeñas cantidades
Organización, disciplina, salud y fuerza. Oración y trabajo; Reza y trabaja. Benito de Nursia, de cuya orden tomó el Papa Benedicto su nombre, vivió en una época tan antigua como en las postrimerías del mundo romano y en los albores de la medieval. El santo nació en Montecasino en el 480 y fundó la orden benedictina, cuyo nombre tomó el Papa Ratzinger, e instauró una Regla que tomó su propio nombre, la Regla benedictina, vigente en la actualidad.
No era la única, porque todas las órdenes religiosas, desde sus inicios están bajo la organización de una de estas reglas. La Benedictina bajo el lema de pax y ora et labora, tiene nada más y nada menos que 15 siglos, y no sólo reglamenta el uso del tiempo, también las horas dedicadas a la oración y la organización en la comunidad, al estudio y a la lectura. Además, hace referencia explícita y minuciosa a la alimentación de los miembros de la comunidad e incluso a la de los visitantes.
Desde sus inicios estaba todo perfectamente ordenado y pensado para que la vida en comunidad fuera provechosa. Sabemos que a la hora de comer se tomaban dos platos y una tercera porción de fruta, y cada día para cada persona una porción de una libra de pan, unos 328 gramos. Si había trabajo extraordinario se repartía algo más de pan, un extraordinario imprescindible, y para los enfermos se disponía de una cantidad de vino diariamente, con la lógica recomendación de evitar siempre la embriaguez. Al anochecer se cenaba, siempre antes de que se pusiera el sol, porque la vida se desarrollaba encajada en los ciclos naturales
El Papa Benedicto retomó ese espíritu gastronómico de la orden de San Benito, y en lo personal era frugal, comía de todo pero en pequeñas cantidades y no tomaba alcohol, con excepción de alguna cerveza que tanto se aprecia en su tierra, como con la que festejó su 90 cumpleaños.
Espíritu alemán
Como la música, el estudio y la oración, la forma de comer evocaba en él ese característico espíritu alemán, rememorando en sus preferencias la comida de la infancia, que tenía en él un gran peso.
Casi todo platos caseros que no se repiten en los restaurantes, en primer lugar todos los relacionados con postres de manzana y cerezas, y en particular el famoso Kirschenmichel, un contundente y hogareño postre típico de Baviera. Elaborado a base de panecillos del día anterior, rotos y hechos una pasta con leche, huevos, mantequilla, azúcar y cerezas dulces y ácidas mezcladas. La crema se aromatiza con canela, clavo, vainilla y almendras y posteriormente se hornea y queda cuajado, suave y rotundo, como un flan cremoso que se toma tibio. Al Papa también le gustaban las salchichas de Regensburg, calientes y en ensalada, así como el cerdo al horno. Toda una declaración de principios: platos familiares, hogareños y tradicionales. Una forma de pensar y de vivir expresada a través de una forma de comer.
Frugalidad, sencillez, calidez, hogar… Reflexión, oración y música. Teología. Nada más complejo que lo sencillo, nada más auténtico que el recuerdo de la infancia, nada más profundo que el gran hombre que se ha ido y que a la vez se ha quedado. Benedicto XVI, gracias.