Gastronomía
Cómo la globalización también ha afectado a China
Frente a la tradición del té, los chinos ya son grandes consumidores de café
Aunque popularmente se asocian la idea y la ceremonia del té a Inglaterra, su origen es mucho más antiguo, se remonta a más de dos milenios atrás y se localiza en el otro extremo de Asia, en China. La Camellia sinensis, con cuyas hojas se elabora el té, es originaria de China, país productor de la mayor parte del té en la actualidad.
Aunque la producción de té en China ha disminuido desde el 2020, los chinos siguen consumiéndolo en una cifra imponente ya que son los destinatarios del 40 % del té que se cultiva en el mundo, principalmente en su variedad verde.
Las calles de las ciudades chinas están repletas de personas que llevan su termo de té a la cintura y lo beben caliente o tibio en cualquier estación; es un espectáculo ver a las personas mayores caminar con su termo o hacer ejercicio coordinado en los parques públicos, en grupos y con sus respectivas infusiones calientes de las que, de cuando en cuando, toman un sorbo.
Porque en China no se consumen bebidas frías, por el contrario, se beben siempre calientes en la creencia de que sientan mejor al organismo, lo que se inserta en el concepto armónico de su tradicional forma de entender la salud. Se comprende por qué el consumo de té cumple un extraordinario papel entre sus hábitos, ya que se toma a todas horas, incluso para acompañar las comidas. Ese té que ritualmente se sirve a los invitados con las dos manos y cuya ceremonia tanto recuerda a los libros de Pearl S. Buck, quién vivió en China y conoció bien sus costumbres a principios del s. XX.
La historia del té es larga y milenaria. Sabemos que en la China del s. III a.C. se comenzó a beber agua hervida como protección ante las posibles –y muy comunes– contaminaciones. Acertaron. De forma empírica percibieron que esa agua que se había llevado a hervor era más segura que el agua fría y, para darle sabor, comenzaron a introducir en las jarras unas hojas de la Camellia sinensis.
Y aquel primer intento lo cambió todo, dando origen a la larga historia del té. Incluso un sabio chino llamado Lù Yù escribió en el s. VIII d.C. un conocido libro el Chá Jing o «Clásico del Té», un tratado sobre esta bebida. Así de importante llegó a ser el té en China, que todos lo bebían en todo el país, desde los emperadores a los campesinos, aunque desde luego, en diferentes calidades. Y tuvo un gran éxito cuando, a finales del s. XV, los portugueses lo introdujeron en Europa, adquiriendo la expansión extraordinaria de la actualidad. En 1717, finalmente los ingleses se aficionaron a la infusión y se abrió la primera tienda de té en Londres.
Hoy han cambiado muchas cosas, porque el S. XXI con su globalización también ha afectado al tradicional consumo del té aunque sin provocar su desaparición, ni muchos menos, ya que sigue formando parte de su cultura. Pero sí se ha introducido una importante novedad: el consumo del café, especialmente entre los más jóvenes. Y aunque el cultivo del té se ha extendido en China, y es una verdadera industria muy cuidada desde el gobierno porque enriquece el mundo rural, la carrera por el consumo del café barato es toda una novedad en los últimos años.
Frente a los precios muy elevados de Starbucks (en 2023 ya había 6.090 establecimientos de esta cadena en China), las cafeterías que surgen como hongos durante los últimos años proporcionan unos precios mucho más asequibles a sus clientes. Muchos chinos también preparan café instantáneo en casa, quizás repitiendo hábitos ancestrales, que junto a la modernidad del consumo de café crean una nueva tendencia.
Por una parte, esa costumbre de beber una infusión (té) se traslada al moderno sabor del café, que ha atraído a gran parte de su población. Pero también se asiste a las cafeterías por placer, por enriquecer la vida social y hablar con otras personas o encontrar novedades en la oferta. El consumo de café también ha significado poder adquisitivo y se percibe como símbolo de estatus.
El mundo se encuentra en una constante mudanza; incluso países que no hubieran imaginado hace unas pocas décadas que se abrirían al resto del mundo, se encuentran viviendo un cambio que ya es una realidad. Sus viejas tradiciones fueron aniquiladas durante el auge del comunismo, y aunque poco a poco se recuperan algunas, la globalización ha provocado otro giro de tuerca a la vieja, culta e inteligente China, que nos seguirá asombrando.
Y como siempre sucede, la alimentación es en primera instancia lo que nos hace observar estas transformaciones, incluso en lo que se refiere a hábitos tan tradicionales y arraigados como ha sido el consumo del té como bebida principal en China, sometida como decía P. S. Buck a ese Viento del Este, viento del Oeste, en continua renovación.