Gastronomía
Por qué estamos más gordos ahora que en la década de 1980
La alimentación refleja información sobre nuestros gustos, la capacidad adquisitiva y hasta lo que pensamos
Comer es un placer. Una necesidad, por supuesto, pero también un pequeño placer de esos que nos podemos permitir a diario en diferentes medidas. Esos productos que cocinamos ¡ojalá! y que consumimos cada día son el combustible humano, sí, las calorías que el cuerpo necesita para la supervivencia y la salud. Pero también son muchas cosas más.
Es decir, alimentarse es una actividad recurrente que se realiza varias veces al día y que termina teniendo un sentido porque expresa nuestro conocimiento sobre los alimentos, sobre nuestros gustos, la capacidad adquisitiva y hasta lo que pensamos. Comer es una expresión de nuestra filosofía vital. Eso es justamente lo que cuento en La amenaza de la alimentación (ed. Almuzara).
En 2016, un estudio de la York University de Canadá sobre un colectivo de 36.377 americanos llegaba a unas conclusiones muy interesantes que les traigo porque nos ayudarán a reflexionar. Y aunque son sociedades distintas, las conclusiones se pueden aplicar a ambas. Los investigadores comparan la década de 1980 con la actualidad. Aquella era una sociedad de gente más delgada, y a la que le costaba menos estar delgada que a la actual; los que vivimos en los 80 lo recordamos perfectamente. Los motivos son de un tremendo interés, porque concluyen que la gente hoy es un 10% más gruesa que en 1971. Y es una grave comparación.
Con respecto a los motivos, son varios y que están relacionados con el estilo de vida y el ambiente en que vivimos. Lo primero y más preocupante es que en la actualidad estamos expuestos a más químicos que nos afectan tanto a la salud como al aumento de peso. Y esto lo hacen a través de diferentes sustancias que afectan a los mecanismos hormonales y que son, entre otros, pesticidas, BRFs (retardantes de llama, utilizados como material ignífugo en todo nuestro entorno, hasta en los envases de alimentos), los propios sistemas de envase, los innumerables aditivos y los PFASs (compuestos para repeler grasas y agua).
Los químicos que se usan en la manufactura de alimentos, recipientes, envases, ropa, e innumerables lugares más, se conocen como «obesógenos», porque interfieren en la regulación natural del peso, y se vinculan en este estudio con una inferior tasa metabólica: evitan que usted queme calorías de forma natural durante sus actividades cotidianas, a pesar incluso de que estas se incrementen.
El estudio sugiere también que el microbioma ha cambiado desde los años 80, y que hay ciertas bacterias en la actualidad que aceleran la ganancia de peso. Vivir en casas muy cálidas, el uso excesivo de antidepresivos, el estrés, los efectos de dormir menos y los endulzantes artificiales también juegan un papel importante en ese imparable proceso.
Así que se produce una gran paradoja en la actualidad: disponemos de una enorme variedad de alimentos, de una asombrosa oferta que nos permite disfrutar de dietas muy ricas, pero que contribuye a que perdamos salud en el camino. Si sumamos otras paradojas como que es más económico adquirir platos elaborados que alimentos frescos, que los productores de un país de tradicional riqueza productiva como es España están acogotados por los impuestos crecientes, por un mercado escasamente ágil y repleto de dificultades burocráticas y otros inconvenientes o que mientras disponemos de más comodidades y facilidades en la cocina, en la compra y con la tecnología, menos cocinamos, la receta está servida.
La sociedad española y occidental seguirá enfermando, engordando y empobreciéndose mientras la televisión muestra imágenes de platos fabulosos y productos inasequibles para la gran mayoría. Espectadores que babean pensando en cosas que jamás probarán mientras engordan en sus sillones consumiendo productos preelaborados que alguien prepara muy lejos de su casa.
No es una historia de terror, no es una fantasía. Este es el mundo en el que vivimos, estamos dejando que nos fabriquen una realidad a gusto de alguien que no somos nosotros. Vivimos en una incongruencia repleta de contratiempos, de dificultades y de alimentos que nos enferman. La respuesta se llama leer con criterio, comprar mejor, cocinar y dedicar parte de nuestro tiempo a vivir de verdad. Atrévanse, libérense, elijan. Otra vida es posible.