La inolvidable María Jiménez: «Yo no tengo problemas, tengo soluciones»
Es hora de hacer memoria de mis conversaciones con María. Y enseguida recuerdo sus costumbres noctámbulas. No podía irse de este mundo a otra hora que no fuera de madrugá
Hoy, a las dos de la madrugada he recibido el siguiente mensaje: «Carmen, disculpa la hora. Nuestra María, acaba de fallecer». Todos los días me acuesto tarde porque estoy en la sierra de Jaén en la berrea y es por la noche cuando los animales se reclaman. Sin embargo, esta noche no ha sido así y el mensaje lo acabo de leer en mi teléfono a las ocho de la mañana. Y entiendo que no es la hora de la noticia lo importante para escribir esta crónica, sino hacer memoria de mis conversaciones con María. Y enseguida recuerdo sus costumbres noctámbulas. No podía irse de este mundo a otra hora que no fuera de madrugá.
«Me levanto tarde, tarde porque me despierto muchas veces durante la noche y me pongo a estudiar y a repasar canciones o escribir recuerdos de mi vida. Dándole vueltas a mi cabecita me voy recordando los temas y los canto de memoria en mi cabeza. Esa es la mayor parte de mi noche y de mi día. Cuando me levanto tarde, me pinto los labios y me pongo mis pendientes de corales, desayuno, me ducho y me pongo mi pijama porque como no suelo recibir a nadie o el que viene me ve en el sofá porque ando muy mal y no puedo coger el taca taca, ni salir al jardín. Cuando llega la hora del aperitivo, me tomo mi tintito dulce, almuerzo, me echo una cabezadita, y hablo una barbaridad por teléfono. Me estoy dando cuenta la de amigos maravillosos que tengo y cómo me quieren y lo que rezan por mi, cada vez que recaigo. Este país se ha vuelto católico conmigo de tanto rezo».
Ahora que nos acaba de dejar con más motivo seguiremos rezando por ella y por su hijo y nietos. Es curioso porque cada vez que tenía que asegurar algo importante lo hacía por la memoria de su hija, a la que cada vez tenía más presente. Y aún sintiendo ese dolor en su corazón, era una mujer positiva, siempre decía «yo no tengo problemas, tengo soluciones». Y era generosa, mucho. «Yo no tengo coche porque se lo he regalado al jardinero que le hacía mucha falta y era un Mercedes todo terreno al que no podía casi subirme con la pierna como la tengo». Vivía en una casa «chalé» lo llamaba ella, de 600 metros rodeada de un jardín de 4.500 metros donde le encantaba recibir a su familia y preparar paellas.
A estas alturas no voy a descubrir a María, pero sí los detalles costumbristas de tratar con ella. Por ejemplo, en medio de la entrevista se le iba la voz y me decía, «espera cariño que me voy a poner con la pierna pa´arriba y la cintura para un lado y así, tan a gustito en su sofá, seguía contestando o paraba la entrevista para cantarme una canción suya o de Vicente Fernández o Chavela Vargas. Ahora la visualizo en el Cielo organizando la revolución con todos ellos y alguno más que se les unirán seguro. Y espero que Chavela no se enfade cuando la tenga delante porque María, con su gracia y sin pelos en la lengua me decía; «Ahora me dicen mucho que soy la Chavela Vargas española, pero una cosa te voy a decir, yo soy más guapa que ella y no me encuentro parecido, pero vamos que, cuando ella estuvo en España, la pusieron a cantar con Lucrecia, y Caco Senante me dijo, 'la que tenías que haber cantado eras tú que fuiste la que descubriste a Chavela y a Vicente Fernández en España'». En esta última etapa de su vida, en la que no le podías mencionar las enfermedades porque le daba «yuyu», sí que agradecía que se la reconociese por su larga carrera.
Y yo le decía; «Es que usted es muy grande y nos ha dado muchos buenos momentos». Ella me contestaba: «Yo no sé quién soy ni lo que represento ¿te lo puedes creer?. No soy consciente de quién es María Jiménez. Soy sentimiento nada más. Mi cabeza no para de trabajar y cuando me despierto de madrugada porque se me apaga la tele, lo que hago es empezar a trabajar en un libro nuevo que quiero preparar. Ni lo escribo ni lo grabo porque no tengo grabadora y así que tengo que hacer mucha memoria para acordarme de tó. Escúchame, yo creo que aún hay muchas cosas que contar de mi vida pero no sé si seré capaz de sacarlo todo porque luego me da mucha vergüenza. Primero, lo voy a grabar y cuando lo escuche en frío, decidiré si lo escribo o no».