Se desvela quién heredará el patrimonio de Mayra Gómez Kemp

Mayra Gómez Kemp, mítica presentadora de televisión del Un, dos, tres, murió a los 76 años de edad. La comunicadora sufrió un accidente doméstico del que no pudo reponerse y que la llevó a ser ingresada de urgencia en el hospital después de pasar más de 20 horas en el suelo sin poder pedir ayuda. «No había nadie. Tenía que haber tenido a alguien que pudiera llamar, pero no tenía a nadie», contó a los pocos días en Y ahora Sonsoles. Aunque su estado de salud era delicado, Mayra era dada de alta el pasado 4 de octubre.

Meses antes, había decidido retirarse la vida pública. En su última entrevista concedida a Mara Torres en El Faro de Cadena Ser, reconoció que haría «lo de Napoléon, retirarme a los cuarteles de invierno. Creo que ya está bien, que ya hice lo que tenía que hacer. Ahora, hay que darle paso a la gente joven. Quiero que la gente recuerde a la Mayra que vio. A la que hablaba bien, a la que tenía una dicción casi perfecta. A la que se veía todavía joven y guapa».

El gran amor de su vida fue el actor argentino Alberto Berco, que ejercía como narrador en la obra y que con el tiempo se convertiría en su esposo hasta que enviudó el pasado 2021 y con el que no tuvo hijos. De ahí, que la gran incógnita fuera quién se quedaría con su patrimonio. Solo seis meses después se ha conocido que son las hijas que este tenía las que heredarán el legado.

Aunque la pareja nunca llegó a tener hijos propios, siempre consideró a las dos hijas de su marido: Viviana y Roxana, como propias y a día de hoy seguía manteniendo una relación magnífica con ellas. De hecho, se espera que sean ellas las que presidan la comitiva fúnebre que la despida.

En octubre de 2009 reveló que en enero del mismo año le fue diagnosticado un cáncer de lengua, por el que tuvo que ser operada, y que pese a no dejar secuelas que pusieran en peligro su vida, le afectó al habla, que tardó un año en recuperar. Tres años después confesó que padecía de nuevo cáncer, esta vez de garganta, aunque también consiguió superarlo.

La fallecida vivía en el centro de Madrid, una casa de tres habitaciones, un vestidor, dos baños, salón, cocina, aseo y una gran terraza, sin duda alguna, la joya de la vivienda. A esto habría que añadir un inmueble de 50 metros cuadrados que compró el matrimonio en el año 1987 y que ahora pasará a sus hijas.

Lo único que no se llevarán, según apunta Vanitatis, es una empresa llamada Bermay que se liquidó incluso antes de que ella se quedara viuda. Enfocada en actividades profesionales y técnicas, tenía un patrimonio activo en ella de 54.000 euros, pero decidió echar el cierre, dejando atrás así su etapa empresarial.