Los repatriados de Cuba y Filipinas fueron enterrados en Barcelona
A medida que avanzaban las diferentes guerras, se repatriaba a los heridos. Muchos ingresaron en el Sanatorio de la Cruz Roja, en el Hospital Militar o en otros centros asistenciales
El cementerio de Las Corts de Barcelona –situado delante del estadio del FC Barcelona– se inauguró en el 1846, como consecuencia de una orden real, que decretó Carlos III, que prohibía los entierros en los cementerios parroquiales. Barcelona, hasta mediados del siglo XIX, era una ciudad amurallada y los cementerios estaban al lado de las iglesias. Esto suponía una falta de salubridad y, como escribe el Barón de Maldà, unos olores insoportables. El Barón comenta que las iglesias de Barcelona se tenía que abrir por las mañanas para ventilarlas. De esta manera se podía dar misa por la tarde en unas condiciones aptas para las fosas nasales. Sin embargo, del antiguo cementerio no queda nada. El actual fue reconstruido en el 1897.
En Las Corts están enterrados, entre otros, el escultor Frederic Marés; los jugadores de fútbol César Rodríguez, Paulino Alcántara, José Samitier, Lázló Kubala; los humoristas Joan Capri y Miguel Gila; o los fotógrafos Pere Català i Roca o Agustín Centelles. También hay un panteón muy especial del que vamos a hablar en este artículo.
Panteón a los soldados repatriados de Cuba y Filipinas
En el momento que se reformó el cementerio España estaba en guerra para mantener su hegemonía en las colonias de Ultramar. Recordemos que en 1898 se perdió, Cuba, Puerto Rico y el archipiélago de Filipinas que sumaba unas 3.000 islas. Durante aquel conflicto Cataluña perdió un total de 3.000 soldados. De ellos 1.080 eran naturales de Barcelona. A medida que avanzaban las diferentes guerras se repatriaba a los heridos. Muchos ingresaron en el Sanatorio de la Cruz Roja, o en el Hospital Militar, o en otros centros asistenciales. Ahí, la mayoría, fallecieron.
Con anterioridad a la llegada de los primeros heridos, en 1896, el Ayuntamiento de Barcelona cedió unos nichos para que fueran enterradas las víctimas de aquel conflicto de Ultramar. Ahí irían aquellos que no tenían dinero o familiares que pudieran sufragar el entierro. Ese mismo año el Ayuntamiento decidió ceder unos terrenos, en el cementerio de Las Corts, para erigir un panteón donde reposarían todos los soldados barceloneses muertos como consecuencia de las heridas sufridas o enfermedades contraídas en Cuba o Filipinas.
El proyecto del panteón se lo encargó el Ayuntamiento al arquitecto Pedro Falquer. Este también realizaría las farolas del Paseo de Gracia, el mercado del barrio de Sants o el monumento a Pitarra de La rambla, todos ellos en Barcelona. Se construyó con piedra procedente de la cantera de la montaña de Montjuic. El panteón imita la estructura de un fortín militar. En el centro se levanta un túmulo con una cruz. En la parte frontal se encuentran unas escaleras que se bifurcan a ambos lados, y la verja metálica da acceso a la cripta.
«En recuerdo a los 726 héroes»
Se acabó de construir en el 1904. Por aquel entonces las pérdidas coloniales de Ultramar eran cosa del pasado. Habían fallecido todos los soldados que llegaron en condiciones extremas y ya no quedaba ninguno en los hospitales de Barcelona. Antes de ser inaugurado se tenían que buscar, en los diferentes cementerios de Barcelona, a todos aquellos soldados fallecidos. Una vez localizados fueron trasladados a Las Corts y enterrados en los nichos habilitados en el panteón. Finalmente, el monumento funerario se inauguró el 31 de octubre de 1904.
Cuando se baja las escaleras y se atraviesa la verja, se llega a un estrecho corredor que conduce a las cámaras. En la entrada hay una placa de piedra donde se puede leer: «El Ayuntamiento de Barcelona a los repatriados de Ultramar. La federación de Repatriados en recuerdo a los 726 heroicos compañeros muertos en aquellas islas. 28 de noviembre de 1904. 6º año de la Junta. S. Torruella. A la memoria de 734 repatriados de Cuba y Filipinas que dieron su vida por España 1898-1899».
Saliendo del estrecho corredor encontramos 4 criptas idénticas, comunicadas entre sí, en las cuales se encuentran los nichos de los soldados. Los nichos de cada cámara están numerados. A la entrada de ellas una placa detalla cada número a qué soldado pertenece. Por ejemplo, los diez primeros nombres son los de Miguel Baures, Jacinto Gratecos, José Pujal Caballé, Benito Cuesta, Antonio Blanco, Celestino Puerto, Pedro Capdevila, Jaime Suñé Artigas, Hilario Simarro, y Jaime Grimat.
«Casas de los indianos»
¿Por qué hay un desfase de personas enterradas? La verdad es que resulta complicado contestar. En la última cámara, la placa con los nombres, numera 732 nichos. De ellos, los 7 últimos números aparecen con cruces. Esto significa que se desconoce el nombre y los apellidos de las personas ahí enterradas. Con lo cual, si nos basamos en la placa de piedra de la entrada, hay 732 personas enterradas, de las cuales se conocen 725 nombres.
En la actualidad el panteón se encuentra en un lamentable estado de conservación. Aún se puede leer, en algunas lápidas, inscripciones en lápiz. Hasta la Guerra Civil, cada 1 de noviembre, las cámaras del panteón se llenaban de ramos de flores y las asociaciones de veteranos acudían a mostrar su respeto, algunos con sus viejos uniformes de rayadillo. Hoy en día todo aquello forma parte de la historia.
Este no es el único recuerdo que conserva Barcelona sobre las colonias de ultramar perdidas a finales del siglo XIX. El barrio de los Indianos, situado en el distrito de Sant Andreu del Palomar, se construyó como consecuencia de los catalanes que abandonaron Cuba y Filipinas después de la pérdida colonial. En ese barrio construyeron casas que reflejaban la fortuna conseguida en Ultramar. En poblaciones costeras catalanas aún se conservan casas llamadas «de los indianos». En este barrio se conservan calles llamadas Cienfuegos, Matanzas, Manigua, Pinar del Río, Puerto Príncipe o Campo Florido.