Fundado en 1910
Adoración de los pastores de Murillo

Adoración de los pastores de MurilloMuseo del Prado

Dionisio el Exiguo o el monje que calculó mal el nacimiento de Cristo

A principios del siglo VI, formuló un calendario donde determinó la fecha del nacimiento de Cristo. No obstante, erró en sus cálculos, y provocó una paradoja que todavía nos afecta

Basándose en los Evangelios, documentos históricos que tenía disponibles y las tradiciones matemáticas y astronómicas, el monje Dionisio el Exiguo, a principios del siglo VI, formuló un calendario donde determinó la fecha del nacimiento de Cristo. No obstante, erró en sus cálculos, y provocó una paradoja que todavía nos afecta.

Dionisio el Exiguo, también llamado Dionisio el Menor, o el Pequeño, ya bien por su altura o sus capacidades intelectuales, fue un monje matemático bizantino que nació alrededor del año 470 en Escitia Menor, actual Rumanía, y llegó a Roma alrededor del año 500, consiguiendo formar parte de la Curia. Una vez allí, tradujo multitud de escritos del griego al latín, aunque por lo que se distinguió, fue por el estudio de las matemáticas, astronomía y sus respectivas aplicaciones.

El Papa Juan I le encargó al monje que calculara las fechas en las que coincidiría la Pascua de años futuros y el año del nacimiento de Jesús

Alrededor del año 525, el Papa Juan I (523-526) le encargó al monje que calculara las fechas en las que coincidiría la Pascua de años futuros y el año del nacimiento de Jesús, lo cual solo podía ser desarrollado a partir de un método matemático. Esto se debía a la confusión existente hasta el momento y la controversia que se había generado entre Oriente y Occidente, así como la necesidad de diferenciarse respecto a los tiempos paganos, pero basándose en diferentes criterios. En consecuencia, se confeccionaría una nueva era cristiana inaugurada con el nacimiento del Salvador que poco tenía que ver con los pasados años paganos.

Pero al no existir una manera universal y generalizada, eran múltiples las dificultades. Por ejemplo, hasta el siglo VI, los cómputos se solían medir a partir del fin de los años de la Monarquía y el comienzo de la República Romana (Post Reges Exactos), el año de fundación de la Ciudad de Roma (Ab Urbe Condita) o el inicio del gobierno del Emperador Diocleciano (284-305), quien empezó a contar los años y sus sucesos desde su llegada al poder. Oficialmente, al año se lo llamaba con el nombre de los dos cónsules, una magistratura, elegidos para ese año, razón por la que, para estudiar sucesos, los historiadores debían acudir a tablas específicas que señalaran exactamente los años de cada cónsul.

Para lograrlo, Dionisio el Exiguo siguió los cálculos y los estudios que ya habían sido elaborados antes por Cirilio de Alejandría (Oriente) o Vittorio de Aquitania (Occidente), un monje cristiano romano, que logró ajustar las otras tesis de astrónomos de Alejandría y Roma. Entonces, Dionisio entendía las repeticiones cíclicas solares que se sucedían cada 532 años, y fue así cómo pudo completar sus tablas pascuales con las fechas en torno a los ciclos. Una vez se había establecido, Dionisio prefirió una numeración de los años mediante un nuevo criterio que ya no partían desde los años de Diocleciano, el emperador que ejecutó las probablemente más sangrientas persecuciones hacia los cristianos hasta el momento.

Extrajo de la Biblia que el nacimiento se produjo en la etapa del Imperio de Augusto, es decir, 27 a. C.-14 d. C., tal y como se recoge en el Evangelio de Lucas (2:1) respecto al alumbramiento: «Aconteció, pues, en los días aquellos que salió un edicto de César Augusto para que se empadronase todo el mundo»; pero también bajo el reinado del rey Herodes I el Grande, según el Evangelio de San Mateo (2:1-3), «Nacido, pues, Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del Oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al oriente y venimos a adorarle. Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén».

Sin embargo, la iglesia, en contra de ellos, sostiene que sería sencillamente precipitado el celebrar el día del nacimiento, puesto que existe mucha ambigüedad acerca de la vida de los hombres. A partir del nacimiento, no se sabe realmente nada sobre si esa vida será motivo para celebrarla o no: sobre si ese hombre se sentirá un día orgulloso y alegre de haber nacido; sobre si el mundo podrá mostrar alegría porque ha nacido ese hombre o si hubiera deseado lo contrario. Nosotros, los alemanes, tuvimos que celebrar, durante doce años, un nacimiento como la llegada del Fübrer o caudillo salvador, al cual, desde entonces, el mundo maldice como uno de los tiranos más sangrientos. La iglesia, en cambio, celebra el día de lamuerte: solamente aquél que ante la muerte, con toda la seriedad de su juicio, puede agradecer la vida, solamente aquél cuya vida puede ser aceptada también del otro lado de la muerte, solamente la vida de ése se celebra.De esta regla fundamental hay en la iglesia sólo tres excepciones, o mejor, una sola excepción a la que corresponden de una forma indisoluble otras dos que también se celebran. La excepción es Cristo. Sobre su nacimiento no aparece ninguna ambigüedad, sino que se escucha un cántico de alabanza: gloria a Dios en las alturas. El que, como Dios, se hizo hombre es aquél cuyo nacimiento sólo se apoya en el puro amor, el cual puede celebrarse ya en su nacimiento. Más aún: su nacimiento es en fin de cuentas el motivo de que nosotros los hombrestengamos «algo para reír», de que nosotros podamos celebrar fiesta y no necesitemos ya temer, de que la vida, como un todo, sólo sea un juego de la muerte e, incluso en sus momentos más fuertes, solamente una mancha sobre la alegría.Por aquél que nacióen Belén, y solamente por Él, se hizo la vida humana prometedora y llena de sentido. A Él pertenece Juan el Bautista, cuyo nacimiento también se celebra: él nació sólo para llevar delante la antorcha; el nacimiento de Jesús es el motivo interno y el comienzo de su nacimiento. La otra excepción es María, la madre, sin la cual no se podría dar el nacimiento de Jesús. Ella es la puerta, por la que él entró en el mundo, y esto no sólo de un modo externo: ella lo concibió según el corazón, antes de haberle concebido en el vientre, como dice muy acertadamente Agustín. El alma de María fue el espacio a partir del cual pudo realizarse el acceso de Dios a la humanidad. La creyente que llevó en sí la luz del corazón, trastocó, en oposición a los grandes y poderosos de la tierra, el mundo desde sus cimientos: el cambio verdadero y salvador del mundo sólo puede verificarse por las fuerzas del alma.Homilía del Cardenal J. Ratzinger publicada en el libro publica.

Nacimiento de Jesús de Murillo

Sin embargo, a la hora de instaurar el año de nacimiento de Jesucristo, Dionisio el Exiguo no acertó las fechas exactas del reinado de Herodes I el Grande, es decir, quien ordenó la matanza de los Inocentes, y se equivocó, por lo menos, en cuatro años. En este sentido, la confusión podría deberse a que el pequeño monje no considerara los años en que el primero de los emperadores romanos todavía no respondía como Augusto, sino como Octaviano. Por lo tanto, señaló erróneamente el año 753 Ab Urbe Condita, que significa 753 años desde la fundación de Roma, como la fecha de la primera Navidad.

Por otra parte, el interrogante se mantiene como consecuencia de la dificultad de cuadrar distintos hechos de la historia. Por ejemplo, la fecha exacta del censo de Publio Sulpicio Quirino (c. 6 d. C.), gobernador romano de Siria mencionado en el Evangelio de San Lucas (2: 2), «Este primer censo se llevó a cabo cuando Quirino era gobernador de Siria»; (2: 5), «Para inscribirse junto a María, que estaba desposada con él y se hallaba encinta».

De hecho, tampoco Dionisio tuvo en cuenta el año cero como el punto de partida de la nueva era, ni lo consideró para sus cálculos. El uso del número cero surgió en la India y después se popularizó en Europa en torno al siglo XII, imposibilitando así que el monje bizantino del siglo VI llegara a conocerlo.

Aunque el Papa Juan I sí se había mostrado favorable al establecimiento de una nueva manera con la que entender el presente, y así se mantuvo con su sucesor Félix IV (526-530), los cálculos de Dionisio no fueron aceptados y empleados de manera uniforme en toda la Cristiandad, sino que la extensión de la práctica se debe al monje anglosajón Beda el Venerable (c. 673-735), y al emperador Carlomagno (c. 742-814).

Dionisio el Exiguo erró entre siete y cuatro años, pero también confeccionó mediante sus estimaciones la era del Año Domini Nostri Iesu Christi

De cualquier manera, Dionisio el Exiguo erró entre siete y cuatro años, pero también confeccionó mediante sus estimaciones la era del Año Domini Nostri Iesu Christi, la era del Año del Señor empleada hasta el momento en gran parte del mundo y, de este modo, la historia fue dividida entre aquellos sucesos previos y posteriores al Nacimiento de Jesucristo.

Indudablemente, un error irreparable que, debido a las equivocaciones, privó al futuro de determinar con exactitud la fecha concreta del nacimiento del Salvador, dejando así una herencia de confusión e incertidumbre que, hasta el momento, no parece encontrar una respuesta definitiva, ya que no disponemos de la documentación que consultó, o pudo consultar Dionisio.

comentarios
tracking