Día del padre
La primera regañina de un padre a su hijo fue en Mesopotamia hace 4.000 años
El ser humano no ha cambiado: «No pierdas el tiempo en el jardín público bebiendo cerveza con los amigos», era el consejo de un padre a su hijo hace 4.000 años
El signo del zodiaco, la cerveza o las primeras leyes de la humanidad, tienen su origen en Mesopotamia, la «tierra entre [los] ríos» Tigris y Éufrates, la cuna de las primeras civilizaciones: Asiria y Babilónica, actuales Irak y norte de Siria. Es más, algunas expresiones del refranero español también tienen su origen en las tablillas de arcilla sumerias, como los refranes: «en boca abierta entran moscas», o «todavía no ha cazado la zorra y ya le ha fabricado el collar». Pero si hay algo que ha cambiado poco en la historia de la humanidad son las broncas de los padres a los hijos, y la más antigua de la que se tiene registro tiene 4.000 años de antigüedad.
Los sumerios dominaban ese territorio en torno al siglo XXI a.C., y habían desarrollado una cultura muy amplia con grandes ciudades como Uruk, pero cerca del 2112 ascendió al poder Ur-Nammu, gobernador de la ciudad de Ur, que tomó el título de «rey de Ur, Sumer y Acad». De esta manera se fundó la III Dinastía de Ur, uno de los periodos más prósperos de la historia mesopotámica.
Mandó redactar el código de leyes más antiguo de la historia, con normas muy «civilizadas» para la época. Entre ellas destaca que algunos crímenes y delitos como el falso testimonio, la difamación o el robo de un esclavo ya no estarían penados con la muerte. Un carácter pacificador que no tendría el famosísimo código de Hammurabi, realizado mucho más tarde.
En este contexto, los escribas se encargaban de redactar en cuneiforme estos y otros saberes: textos de leyes, costumbres, cantos y ritos religiosos. Pero también los refranes populares y situaciones cotidianas, como la bronca de un escriba a su hijo por desatender sus ocupaciones, un texto atemporal:
Consejos de un padre a su hijo
–A ninguna parte.
–Si es verdad que no has ido a ninguna parte, ¿por qué te quedas aquí como un golfo sin hacer nada? Anda, vete a la escuela, preséntate al «padre de la escuela» [ayudante del profesor] recita tu lección; abre tu mochila, graba tu tablilla y deja que tu hermano mayor caligrafíe tu tablilla nueva. Cuando hayas terminado tu tarea y se la hayas enseñado a tu vigilante, vuelve acá, sin rezagarte por la calle.
¿Has entendido bien lo que te le dicho? ¡Se hombre, caramba! No pierdas el tiempo en el jardín público bebiendo cerveza con los amigos ni vagabundees por las calles. Cuando vayas por la calle no mires a tu alrededor. Sé sumiso y da muestras a tu profesor de que le temes. Si le das muestras de estar aterrorizado estará contento de ti. ¿Crees que llegarás al éxito, tú que te arrastras por los jardines públicos? Piensa en las generaciones de antaño, frecuenta la escuela y sacarás un gran provecho. Piensa en las generaciones de antaño, hijo mío, infórmate de ellas.
El texto se encontró en las ruinas de la famosa ciudad de Ur. El célebre arqueólogo Charles Leonard Woolley, lideró las excavaciones de la ciudad mesopotámica. Durante las cuatro campañas en las que participó, también encontró un Zigurat –un tempo típico sumerio– y dieciséis tumbas repletas algunas ellas de ajuares de gran valor, con objetos de oro, bronce y lapislázuli, como la del rey Maskalamdug, lo que desveló el hallazgo de una necrópolis real. También se encontraron las tumbas de la reina Pu-abum y su esposo. En ambas cámaras sepulcrales había cuerpos del séquito real, es decir, sacrificios humanos que formaban parte del ritual funerario.