La Nochevieja en la que comenzó la regencia de Cánovas a la espera del regreso de Alfonso XII a España

Tras el manifiesto de Sandhurst el 1 de diciembre de 1874, los acontecimientos se precipitaron en España: Cánovas del Castillo quería poner fin al Gobierno del general Serrano e institucionalizar la Monarquía de Alfonso a través de un pronunciamiento militar. Deseaba una transición pacífica; sin embargo, el 29 de diciembre el general Arsenio Martínez Campos llevó a cabo un pronunciamiento en Sagunto que reunió a 1.800 hombres.

Aquel día, el general proclamó rey de España al príncipe Alfonso de Borbón «en nombre del Ejército y de la Nación» y con el apoyo del general Joaquín Jovellar, comandante en jefe del Ejército del Centro, se desplazó a Valencia y consiguió imponer su autoridad.

Jovellar envió un telegrama al ministro de la Guerra, en el cual comentaba que «un sentimiento de levantado patriotismo, que se inspiraba en el bien público y en la necesidad de conservar unido al ejército para hacer frente a la guerra civil e impedir la reproducción de la anarquía, le impulsaba a aceptar el movimiento y ponerse a su cabeza».

Lo mismo hizo Martínez Campos que telegrafió al presidente del gobierno, Práxedes Mateo Sagasta, quien en un primer momento quiso frenar aquel levantamiento, pero habló con el general Serrano y le comunicó que la mayoría de los generales, jefes y oficiales del Ejército del Norte, reunidos en Logroño, decidieron desobedecerlo y apoyar la causa alfonsina. A las pocas horas el general Serrano cruzó la frontera y se exilió.

En Madrid, su capitán general Fernando Primo de Rivera, le comunicó a Sagasta que «me veo en la sensible necesidad de manifestar a usted que la guarnición del Madrid se asocia al movimiento del Ejército del Centro, y que va a constituirse un nuevo gobierno». A las 23 horas del 30 de noviembre de 1874, Sagasta abandonó el poder y se pudo afirmar que el pronunciamiento había sido un éxito.

Acto seguido se le mandó una nota al príncipe Alfonso, que estaba visitando en París a su Madre Isabel II, reina en el exilio, que decía «Vuestra Majestad ha sido proclamado Rey ayer por la tarde por el Ejército español». Cánovas del Castillo le mandó un telegrama a la reina Isabel II para informarle del triunfo, sin haberse derramado sangre.

El 31 de diciembre de 1874 se constituía el gobierno provisional encabezado por Antonio Cánovas del Castillo. Con ello se daba fin al Sexenio Democrático (1868-1874). El Ministerio-Regencia quedó constituido a la espera de que Alfonso XII regresara a España. Aquel día se inició el conocido como gobierno largo de Cánovas del Castillo.

Primero con el Ministerio-Regencia y luego un gobierno que duró hasta 1878. Aquel primer gobierno estaba formado por Antonio Cánovas del Castillo, presidente del Consejo; Mariano Roca de Togores Carrasco y Alejandro de Castro, ministro de Estado; Francisco de Cárdenas Espejo, ministro de Gracia y Justicia; Fernando Primo de Rivera Sobremonte y Joaquín Jovellar Soler, ministro de la Guerra; Mariano Roca de Togores Carrasco, marqués de Molins, ministro de Marina; Pedro Salaverría Charitu, ministro de Hacienda; Francisco Romero Robledo, ministro de Gobernación; Manuel Orovio Echagüe, marqués de Orovio, ministro de Fomento; Francisco Romero Robledo y Adelardo López de Ayala, ministro de Ultramar.

En aquel primer Ministerio-Regencia había dos políticos de la Revolución de 1868 y ministros de Amadeo I. Eran Francisco Romero Robledo y Adelardo López de Ayala. El 9 de enero de 1875 llegaba a Barcelona procedente de Marsella y, el 14 de enero hacía su entrada en Madrid. Una vez proclamado rey, nombró a Guillermo Morphy Ferriz de Guzmán, conde de Morphy, su secretario personal. El 19 de enero emprendió su primera acción como jefe de Estado. Marchó al norte para dirigir las operaciones militares contra el Ejército carlista. Esta era la imagen que quería transmitir Cánovas del Castillo, como rey soldado. Después de finalizar la III Guerra Carlista, 1876, se le conoció como «el Pacificador».

Con la aprobación de la Constitución, 30 de junio de 1876, se dio paso a la Restauración, donde el Partido Conservador y el Partido Liberal se turnarían en el gobierno. La nueva Constitución no reconocía la soberanía nacional, sino una soberanía compartida entre el monarca y las Cortes. El rey se convertía en el poder moderador del nuevo régimen, pues conservaba amplias prerrogativas políticas y asumía el mando supremo del Ejército y la Armada.