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La gesta de La Legión en El Blocao de la Muerte

Grandes gestas de la historia

La gesta de La Legión en El Blocao de la Muerte: Ferrer-Dalmau y ‘Voluntarios para morir’

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La Legión cumplía en 2020 su ilustre y glorioso centenario. Y por esta razón, los Legionarios de Honor, en colaboración con la Fundación Unicaja, decidían conmemorarlo con un cuadro de Ferrer-Dalmau, el «Pintor de Batallas». No iba a ser una gran epopeya, ni una gesta de victoriosos generales. Lo tenían claro: sería uno de los capítulos que más removían las entrañas legionarias y a la vez, de los más queridos. Los protagonistas eran legionarios de tropa que fueron a auxiliar a soldados de un batallón disciplinario y que, a la hora de la verdad, lo dieron todo. O lo que es lo mismo, su propia vida por sus compañeros.

Los Legionarios de Honor eran conscientes de que los lienzos del artista se convertían, ipso facto, en iconografías para la historia y sabían que les otorgaría toda la dignidad que se merecían.

El ejército español en 1936

El contexto histórico

Tras el llamado Desastre de Annual, comenzaba la ardua «Campaña de Recuperación» con el nunca, suficientemente, ponderado Socorro de Melilla. En él, una joven Legión española marchó durante horas ciento un kilómetros bajo el ardiente sol africano para salvar las vidas de miles de compatriotas que estaban a punto de ser masacrados. «Legionarios, ahora jurad: ¿juráis todos morir si es preciso, en  socorro de  Melilla?, a lo cual todos  contestaron Sí, juramos».

En septiembre de 1921, los rifeños continuaban su implacable avance hacia Melilla y el monte Gurugú, a unos escasos tres kilómetros, era un privilegiado mirador desde el que controlar la urbe. Por su importancia estratégica, hubiera debido estar protegida por un gran contingente de hombres, pero no era así.

Monte Gurugú

Monte Gurugú

Rodeaban la línea avanzada de Melilla una serie de blocaos, del alemán blockhaus eran posiciones defensivas aisladas y guarnecidas por apenas unas decenas de soldados. Eran pequeñas edificaciones de sacos terreros protegidos por exiguas alambradas. Como cubiertas se utilizaban láminas de zinc que, aunque les protegían del sol rifeño, se recalentaban durante el día por el calor sofocante, obligándoles a retirarlas. Los blocaos se comunicaban de día por medio del heliógrafo, un sencillo espejito con el que hacían señales, y de noche, con linternas o lámparas de campaña modelo «magín».

La gesta de La Legión en El Blocao de la Muerte

Situado sobre una ladera del monte Gurugú estaba el de «Dar Hamed», a los que los soldados apodaban «El Blocao Malo», por el número de vidas que había cercenado en distintos ataques. Resultaba crucial para la defensa de Melilla, y más en ese momento porque debía facilitar que avanzase la columna formada por las Fuerzas Regulares y el Tercio de Extranjeros al mando del General Sanjurjo. No solo por su situación, sino por lo accidentado del terreno que lo protegía, era una presa codiciada por las karcas enemigas que contaban con artillería para batirla.

En el último relevo, el catorce de septiembre, el blocao estaba guarnecido por tropa de un Batallón Disciplinario y fueron atacados con fuego cruzado y mortífero de fusil y de cañón y una granada rompedora explosionaba en la posición y hería a su teniente y a varios soldados.

La Toma del Gurugú

La Toma del GurugúFerrer-Dalmau

La mañana del 15 una pequeña tregua permitía reparar algunos de los daños y el oficial aprovechó para ordenar a uno de sus hombres que corriera «como si le fuera la vida en ello» y solicitara refuerzos. Poco después, se reiniciaba el asedio, pero esta vez si cabe, sería más brutal. Pero aun así, los defensores no se dejaron intimidar; los heridos seguían cayendo y la defensa cada vez se tornaba más débil. No daban descanso. Los rifeños querían a toda costa expulsar a los españoles de las laderas del Gurugú.

La gesta de La Legión en El Blocao de la Muerte

La petición de auxilio

El teniente Agulla, que mandaba Fuerzas Legionarias establecidas en el Atalayón, la posición más cercana, pedía acudir con toda su unidad en su auxilio. Pero se le negó. No había nada que hacer, cualquier rescate sería infructuoso y además su unidad era necesaria para mantener el orden donde estaban… pero sí se dio la opción de que se presentasen voluntarios para socorrerlos. Un grupo de legionarios reaccionaron al unísono.

Todos eran conscientes de las pocas o nulas posibilidades de salir con vida y aun sabiendo que iban a una muerte segura y que, por tanto, jamás volverían, no contemplaban el rendirse. Como rezaba su credo, el espíritu de compañerismo subyacía en los férreos valores de la Legión. Con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo hasta perecer todos. Formaron un grupo de 14 entre los que no tenían hijos, o dijeron no tenerlos. Al mando, el cabo Suceso Terrero.

Busto a Suceso Terrero

Busto a Suceso Terrero

Antes de partir legaron sus propiedades, dejaron notas manuscritas a las familias y novias. Y fue muy recordada la frase de Lorenzo Camps, que acababa de percibir 250 pesetas, parte de su prima de enganche, y que entregó al teniente Agulla con palabras que alguien tildó «propias de un poema homérico»:  «Mi teniente, como vamos a una muerte segura, ¿quiere usted entregar este dinero a la Cruz Roja?»

La difícil llegada

Aprovechando la oscuridad de la noche, el cabo Suceso Terrero y sus 14 legionarios emprendían la marcha, conseguían romper el cerco de los enemigos y entrar en el blocao. En el difícil paso por las alambradas fueron blanco de las balas y cayeron heridos dos de los suyos que serían transportados en andas al interior de la posición, teniendo que abrirse camino a base de bayoneta calada. Con su llegada, el júbilo y la esperanza cundía entre los soldados del blocao sin dejar de oír un solo momento los «pacos» de los disparos, el estallido de las granadas y el tronar de los cañonazos.

La gesta de La Legión en El Blocao de la Muerte

Hacia la media noche, a menos de un tiro de piedra, el enemigo acercó una pieza de artillería y disparó. Dar- Hamed sufría un impacto letal que provocaba intensas llamaradas, lo que facilitó la entrada de los rifeños. No se lo pondrían fácil y hasta los gravemente heridos se defendieron como leones luchando cuerpo a cuerpo. Al fin, os rifeños, lograron apoderarse de la posición destruyendo todo y pasando a todos a cuchillo por si a alguno le quedase un hálito de vida.

Llega la columna de socorro

Al día siguiente pudo llegar una columna de socorro, pero lo único que encontraron fueron sus cadáveres. Millán Astray proclamará que habían sido «los más preclaros héroes » del Cuerpo. Y es que el cabo Suceso Terrero y sus 14 legionarios, habían cumplido exactamente con el Credo Legionario en su Espíritu de la Muerte. De hecho, así fue. Todos perecieron defendiendo la posición.

A partir de entonces, se conoció entre los hombres de la Legión, como el «Blocao de la muerte» siempre se asoció con la valentía de los que allí lucharon y murieron. Se convirtió en un símbolo de sacrificio y resistencia en la historia militar española. Sin embargo, más allá del mundo legionario, no se conocía como se merecían. Por ello, los Legionarios de Honor, encargaron al artista Ferrer-Dalmau que recogiera su gesta en el cuadro.

Presentación del cuadro en 2021

Presentación del cuadro en 2021

Excelencia técnica al servicio de casi un imposible

El pintor aceptó de inmediato el encargo. No solo por tener el honor, valga la redundancia, de ser legionario de honor, era además sargento reservista voluntario de La Legión y por ello, lo que iba a plasmar era una página gloriosa de los suyos. Y la obra no podría tener otro nombre que: Voluntarios para morir

Boceto de 'Voluntarios para morir'

Boceto de 'Voluntarios para morir'Ferrer-Dalmau

Ferrer-Dalmau trabaja con magistralidad dos de los puntales básicos de la pintura clásica: dibujo y color, pero en la escena el reto lo constituía la composición, de dificultad mayor que sus más dinámicas cargas de caballería. Imposible recurrir a sus puntos de fuga habituales, a sus perspectivas complejas, ni a panorámicas abiertas. Y es que allí, en Dar Hamed, no había más paisaje que la negrura de la noche y un espacio claustrofóbico casi apocalíptico.

Tras ejecutar una docena de bocetos, decidió conferir el peso de la obra a la horizontalidad del parapeto y a los hombres que se atrincheraban tras él. En un espacio muy reducido, dominado por una desgarrada soledad ante el enemigo, una docena de figuras sujetan la posición. Cientos de rifeños aparecen abocetados en el fondo del cuadro, como siniestras sombras difusas que se precipitan en avalancha sobre ellos.

Boceto de 'Voluntarios para morir'

Boceto de 'Voluntarios para morir'Ferrer-Dalmau

El gran problema: ¿Y la luz?

Si la composición suponía todo un reto, el tratamiento lumínico era una cuestión compleja porque la defensa de aquel blocao aconteció de noche. El artista ya había pintado imágenes nocturnas iluminadas por cielos estrellados y suelos nevados casi beatíficos: carlistas yendo al destierro, guardias civiles en servicios en despoblado, o jinetes patriotas en la guerra de Independencia. Pero en esa noche terrible del blocao nada más lejos de la placidez.

Fragmento de 'Voluntarios para morir'

Fragmento de 'Voluntarios para morir'Ferrer-Dalmau

Uno de los privilegiados que tienen acceso al proceso creativo del pintor es Arturo Pérez Reverte y juntos dieron con el quid de la cuestión: el foco de luz podría provenir de la explosión final. Y precisamente este foco acabó funcionando como elemento narrativo de primera magnitud, e iluminó casi de forma hipnótica a todos y cada uno de los soldados a modo de macabra hoguera. Un prodigio de resplandor, de un color hermosísimo y prácticamente indefinible que fraguó en una paleta poliédrica. Muy lejos del tenebrismo del barroco, evitó el contraste. Las gamas cromáticas se iban transformando al contacto con ese resplandor del fuego y evolucionaban del negro al gris y del verde a ocres y amarillos que llegan a refulgir como el oro y confieren una calidad espectral a la escena.

El friso muta a círculo para el espectador

Ferrer-Dalmau ya tiene la luz y tiene el espacio. Ha conseguido la excelencia técnica, pero ahora faltaba lo más importante: insuflar la carga emocional y transmitir el respeto y admiración legionaria por aquellos compañeros. Pero no lo necesita. Es algo que aflora espontáneamente porque hace posible que quien contempla la escena y los soldados compartan esa ratonera de polvo, sudor y sangre en el que la muerte late más que en ningún otro de sus lienzos, porque es una cuestión de tiempo en la que no hay esperanza.

¿Y cómo lo consigue? Planteando un extraordinario recurso compositivo: dejar el primer término vacío, sin figuración, porque lo destina a la presencia «física» del espectador. El friso horizontal de los sacos terreros muta a una composición circular, que convierte a quien mira, de forma casi mágica en la última y decisiva pieza que cierra el círculo.

Fragmento de 'Voluntarios para morir'

Fragmento de 'Voluntarios para morir'Ferrer-Dalmau

El pintor ha reservado ese espacio vacío para permitirle acompañar a esos héroes que se están dejando literalmente la vida en la defensa de la posición, dejándole oír sus jadeos entre el montar de cerrojos y disparos, los gritos de los heridos y las palabras de aliento de los que siguen aguantando. La muerte ya se ha cobrado varias presas, cuyos semblantes conmueven las entrañas del espectador en una narración visual magistral. No estamos en un patio de butacas como en otras obras historicistas. Estamos ahí. Esa mirada moderna que supone la gran aportación de Ferrer-Dalmau a la historia de la pintura militar.

Boceto de 'Voluntarios para morir'

Boceto de 'Voluntarios para morir'Ferrer-Dalmau

Si impresionan los cadáveres, tanto o más lo hacen los soldados que siguen vivos y los heridos. Todas y cada una de las figuras podrían ser cuadros individuales por mérito propio. Un prodigio de expresiones, entre las que resultan especialmente sobresalientes la del legionario que se está haciendo un torniquete y concentra sus fuerzas en el brazo que se desangra, o la del legionario que no suelta al compañero moribundo y lo sostiene con las fuerzas que le quedan. Ninguno es más protagonista que otro, aunque la gallardía de Suceso Terrero se adivina llevando el peso moral de la guarnición.

Un nuevo subgénero: el bodegón militar

El género del bodegón es un clásico en el que los pintores se ejercitan en la composición, formas y volúmenes. Ferrer- Dalmau, suele completar sus escenas con un subgénero propio que quien suscribe estas líneas ha bautizado como «bodegón militar». Voluntarios para morir es un buen ejemplo de ello. En el suelo, nos presenta un extraordinario bodegón militar compuesto por cajas de munición, cartucheras, casquillos, correajes, una cantimplora y sacos terreros que ambientan la posición y dejan de manifiesto el dominio del artista en la captación matérica de volúmenes y superficies. Desde las venas de las manos de los soldados, a la madera de las culatas del Mauser español 1893, el brillo dorado de las chapas, lo desgastado de las cantoneras, la lona de los correajes mills, el acero de los machetes-bayoneta, las texturas del pantalón polaina o de las vendas que trepan de tobillo a rodilla, o los chambergos y chapiris que parecen poder tocarse…

Fragmento de 'Voluntarios para morir'

Fragmento de 'Voluntarios para morir'Ferrer-Dalmau

Obra Maestra y un hito en su producción

Analizando el conjunto de su trayectoria, Voluntarios para morir se convierte en una de las obras maestras del artista por su atipicidad: la gama cromática inusual, el espacio casi claustrofóbico, la composición en friso que muta a circular en la mirada del espectador, la luz y la atmósfera... Y hasta se detecta un cierto giro estilístico con resabios de lenguajes cercanos al comic y la sensibilidad más expresionista de toda su carrera. Un expresionismo que no es un capricho estético, sino que surge por la eficacia narrativa: la situación límite en la que están viviendo los legionarios inmersos en la delgada línea roja que separa en segundos la vida de la muerte.

Fragmento de 'Voluntarios para morir'

Fragmento de 'Voluntarios para morir'Ferrer-Dalmau

Hiperrealismo y fotografía versus pintura pura

En el cuadro, el realismo es total, tanto que algunos llegan a confundirlo con falso hiperrealismo. Pero es algo que solo se percibe al contemplarlo «en directo», al sentir el pigmento tan visible, el movimiento acentuado por el brío de la pincelada que dinamiza las masas de color. Estamos ante pura pintura que aporta una calidez que nunca transmitiría la más intensa de las fotografías.

¿Ferrer-Dalmau es un fotoperiodista con pinceles? Craso error. Los fotógrafos pueden captar una instantánea de una situación o de una batalla. Él va más allá. No es solo un segmento espacio temporal. Su mente creadora selecciona distintos enfoques y subescenas que luego traslada al cuadro plasmando un todo que engloba escenarios, personajes, elementos, actitudes… En Voluntarios para morir los heridos, los muertos, las distintas expresiones, la explosión, la tipología de blocao, las armas, piezas de uniformidad, conviven en un sólo espacio en una síntesis narrativa que difícilmente se hubiera logrado con una fotografía. Junto a ello, la eficacia emocional que consigue que el artista «llegue» de una manera brutal al corazón no solo de los legionarios, que con este lienzo homenajean su memoria, sino de los españoles orgullosos de los suyos y orgullosos de su historia.

Pocas veces los valores de la Legión estuvieron mejor representados. En Voluntarios para morir, el gran mérito documental está medido al detalle en el rigor histórico del armamento, plasmado desde piezas originales junto a su caballete, la ambientación o la uniformidad, con una oportuna aportación del Brigada Piñón Quiñonero en el galón que corresponde a Suceso Terreros y que remarca su liderazgo. Épica y lírica, el dramatismo se funde con el romanticismo de la abnegación y el coraje que exhiben.

Boceto de 'Voluntarios para morir'

Boceto de 'Voluntarios para morir'Ferrer-Dalmau

Una obra singular para el Centenario

Hoy el cuadro Voluntarios para morir ha pasado a formar parte de la colección permanente del Museo del Ejército de España. Pero los Legionarios de Honor lo han expuesto en varias ciudades y se han colgado réplicas en decenas de instituciones, acuartelamientos y hasta en cofradías. En poco más de un siglo de vida de la Legión, entre los 10.000 muertos y 35.000 heridos, treinta laureadas y más de dos centenas de medallas militares, el lienzo hacía justicia a los valientes del blocao de la muerte y al glorioso centenario

'Voluntarios para morir'

'Voluntarios para morir'Ferrer-Dalmau

Una obra grandiosa con garra expositiva, fuerza expresiva, vis poética, sentimiento y memoria para aquella pequeña posición defensiva de la ladera del Gurugú. Y con el valor universal de los grandes cuadros de historia, el sacrificio de los héroes legionarios en la lejana guerra del Rif, a través del arte se catapultaba hacia la eternidad.

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