Fundado en 1910
Encuentro entre Pétain y Adolf Hitler en octubre de 1940

Encuentro entre Pétain y Adolf Hitler en octubre de 1940Bundesarchiv / Wikimedia Commons

Picotazos de historia

Cuando Francia dejó morir de hambre a sus enfermos mentales durante la Segunda Guerra Mundial

El psiquiatra Max Laffont publicó una investigación académica, documentada e irrebatible, que abrió los ojos de los franceses ante un hecho convenientemente olvidado de los años de la Segunda Guerra Mundial

Desde siempre, entre las familias, han existido temas y asuntos de los que «se sabe, pero no se habla». Se sabe que Fulanita se quedó embarazada de Mengano y se casó con Zutano, quien nunca sospechó que le habían colado un cuco; que don Perengano, dignísimo padre de familia, le hacía carantoñas a los aizkolaris en Zarautz hasta que le partieron la cara; que la encantadora señorita de Perendenguez «tiraba a pelo y a pluma»; del padre ludópata y el primo dipsomaníaco… y cosas de este estilo. Son secretos, propios o ajenos, de los que hay un vivo recuerdo, pero también un tácito acuerdo de silencio, pues toda familia tiene su techo de cristal.

En Francia, durante las décadas de los setenta y ochenta, se vivía bajo la complacencia de una intelectualidad que se miraba a sí misma con gran orgullo, alimentada por la idea de poseer una superioridad moral y creativa que, en algunos casos, dio lugar a aberraciones, como los abusos de menores perpetrados por ciertas figuras señeras de dicha intelectualidad. Estos actos fueron jaleados y alentados por un sector de la sociedad bajo la etiqueta de «vanguardistas» (verbigracia, el caso del escritor Gabriel Matzneff). Pero volvamos al asunto.

Como les decía, esta sociedad vivía muy feliz hasta que, en 1987, el psiquiatra Max Laffont publicó una investigación académica, documentada e irrebatible, que abrió los ojos de los franceses ante un hecho convenientemente olvidado de los años de la Segunda Guerra Mundial. Bajo el título El exterminio dulce. La muerte de 40.000 enfermos mentales en hospitales psiquiátricos bajo el régimen de Vichy, el doctor Laffont arrojaba en la cara de la sociedad francesa un terrible suceso que se conocía, pero del que nadie quería hablar ni admitir su gravedad.

El estudio del profesor Laffont coincidió con un periodo de revisionismo de la historiografía oficial sobre el régimen de Vichy, la Resistencia y la era de De Gaulle. A pesar de lo escandaloso del asunto, el tema fue minimizado y apartado de la opinión pública durante una década. Hasta que otro miembro de la comunidad médica volvió a incidir en el tema con otro demoledor trabajo: Derecho de asilo, del doctor Patrick Lemoine.

Esta vez el tema caló en la opinión pública, en parte por el interés de ciertos sectores en impedir la difusión de la tragedia olvidada. Las intensas controversias generadas, al politizarse el asunto, llevaron a la creación de un fondo para financiar una investigación rigurosa. Se puso al frente de esta indagación a la doctora Isabelle von Bueltzingstöwen, especialista en historia de la salud pública de la Universidad de Lyon 2 (francesa, a pesar de su apellido).

El resultado de la investigación de la doctora, publicado en 2007 con el contundente título La hecatombe de los locos y el hambre en los hospitales psiquiátricos franceses durante la ocupación, constituye un estudio riguroso sobre la realidad de unos sucesos atroces.

La primera tesis del trabajo sostiene que: «La hambruna provocada por el ocupante alemán reveló la fragilidad de todos aquellos cuya supervivencia, en tiempos de crisis, no es considerada imperativa por la mayoría de la población».

Tras la afirmación y defensa de esta premisa, la autora trata de contabilizar las víctimas, aunque deja abierta esta parte al demostrar que el número –aún debatido hoy en día, pero estimado entre 45.000 y 65.000 víctimas– indica un posible genocidio, según la definición que establece la ONU.

La doctora von Bueltzingstöwen comparó las cifras oficiales de muertes en los centros psiquiátricos entre enero de 1940 y diciembre de 1944 y encontró que, a partir de 1941, los fallecimientos se dispararon entre un 200 % y un 300 %.

En un tiempo en el que los alimentos estaban racionados y en el que el Estado, mediante un informe del Instituto Nacional de Higiene, había establecido una ración diaria de 2.400 calorías para un trabajador, cualquier reducción suponía un grave deterioro, a medio y largo plazo, de la salud del individuo. A medida que avanzaba la guerra, se fueron reduciendo aún más las raciones de alimentos, ropa y combustible asignados. Los enfermos psiquiátricos, que ya en 1940 tenían asignadas apenas 1.400 calorías diarias por persona, al igual que otros grupos vulnerables como los huérfanos de los hospicios y los refugiados, fueron los más afectados. Los grandes olvidados y explotados.

Estos segmentos más indefensos de la población vieron cómo los lotes que les eran asignados por las autoridades eran robados. Su indefensión favoreció que su comida alimentara un floreciente mercado negro, que complementaba la alimentación del resto de la población, pero del que ellos mismos quedaban excluidos.

Ante la dramática situación de los centros psiquiátricos, en 1943, muchos médicos y miembros del personal protestaron o intentaron manipular la burocracia en favor de los enfermos a su cuidado. Sin embargo, la mayoría –insuficiente en número y desmoralizada por la enormidad de su trabajo y el abandono institucional– ejerció sumisamente las directrices recibidas.

Los certificados de defunción se rellenaban con todo tipo de eufemismos para evitar la palabra caquexia –consunción del organismo por hambre– y el caso de la escultora Camille Claudel fue solo uno entre decenas de miles.

En el caso de los centros psiquiátricos franceses, la verdad acabó saliendo a la luz y el tema sigue en investigación. No ocurrió lo mismo con otros sectores frágiles de la sociedad. En concreto, nos referimos a los huérfanos y niños desplazados que habían perdido a sus familias y a los refugiados hacinados en campos. Curiosamente, de estos últimos hay mucha más documentación que de los primeros. Un tema triste y terrible que, algún día, deberá afrontarse.

comentarios
tracking