Breivik, el autor de la masacre de Utøya, presume de nazi frente al tribunal
Anders Behring Breivik utilizará el juico para proclamar al mundo sus opiniones extremistas
Después de 77 asesinatos y diez años entre rejas, el terrorista Anders Behring Breivik volverá a comparecer ante las cámaras de un juzgado en Noruega. Jura que ya no es un peligro para la sociedad, y exige anular su condena de 21 años de cárcel. Se trata de un extremista de ultraderecha, que se autodenomina «neonazi» y no muestra ninguna señal de arrepentimiento.
«Puedo asegurar que no detecto ningún gran cambio en el raciocinio [de Breivik]», lamentó la psicóloga Randi Rosenqvist, encargada de examinar al asesino confeso, desde que cumple condena en Noruega. La especialista testificará en el juicio y entregará el informe psicológico del asesino que cumple condena desde 2012. «En principio y en la práctica, los criminales que pidan revisión de sentencia tendrán que demostrar arrepentimiento», algo que Breivik nunca ha hecho. Por el contrario, en sus apariciones públicas suele manifestar o reiterar con su conducta, que no siente remordimiento y sí orgullo de sus actos. Durante una comparecencia en 2016, alzó la mano, a modo de saludo nazi y en el juicio de 2012 lamentó no haber podido matar a más gente.
Breivik fue declarado culpable del brutal asesinato a 77 personas. El 22 de julio de 2011, el terrorista colocó explosivos junto a la sede del Gobierno en Oslo. Fue un ataque meticulosamente preparado y planificado por él solo durante meses. La bomba estalló y mató a ocho personas.
No contento con la masacre, Breivik inició la segunda parte de su plan y condujo hasta la isla de Utøya. Allí, abrió fuego contra un campamento de las juventudes del Partido Laborista, bloque izquierdista, y asesinó a tiros a 69 personas. 50 víctimas eran menores de edad. Las dos más jóvenes tenían 14 años. Cuando las autoridades acudieron a apresar al terrorista, este confesó los crímenes de inmediato, y justificó los ataques porque el objetivo era, «salvar a Noruega y a la Europa occidental de una toma de control musulmana. El Partido Laborista debe pagar el precio por traicionar a Noruega y a su gente».
Fue condenado a 21 años entre rejas, pero el sistema carcelario noruego es conocido por su confort; las tres celdas que ocupa solo están equipadas con consolas de videojuegos, una televisión, una máquina de escribir electrónica, periódicos y maquinas para hacer ejercicio. Además, tiene acceso diario al patio para hacer algo de deporte. La psicóloga Rosenqvist comparte que sus condiciones de vida son «excelentes», y que ha podido aprobar sus exámenes de colegio y estaba ahora estudiando a nivel universitario.
Pero la sentencia a Breivik tenía una cláusula; su condena puede alargarse si sigue siendo considerado un peligro para la sociedad. No obstante, puede apelar una vez cumplidos los primeros diez años de condena. Noruega sospecha que, más que buscar la libertad, Breivik quiere proclamar al mundo sus opiniones extremistas.
Lisbeth Kristine Røyneland, que lidera un grupo de apoyo de supervivientes y familiares de las víctimas, se horroriza ante la idea de que Anders Behring Breivik aparezca de nuevo públicamente. «Creo que lo hace para llamar la atención. Lo único que temo es que utilice esta oportunidad para hablar libremente, e inspirar a personas que compartan sus opiniones extremistas».
Breivik entró en la sala de audiencias 10 años después de la condena inicial. Lo hizo con la mano en alto, con el saludo nazi. Portaba también carteles en inglés; uno rezaba: «Parad vuestro genocidio contra nuestras naciones blancas», y otro, «Guerra Civil Nazi». Se describe a sí mismo como candidato parlamentario, ya que está intentando fundar un «partido político fascista» dentro de la prisión.