Guerra Rusia Ucrania Conquista de Putin y fracaso occidental
¿Hasta cuándo? Si el mundo deja que, una vez más, Putin gane terreno con los tanques, éste no se detendrá. La política de hechos consumados por la fuerza irá en aumento. ¿Quiénes serán los próximos?
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Era la crónica de una guerra anunciada. Algunos no lo queríamos creer. Tan evidente resultaba que no podía ser verdad. Los expertos en la historia de Rusia y en las mañas de Vladimir Putin dividían sus opiniones pero no eran pocos los que afirmaban que la invasión no se produciría. Explicaban la cabeza de Putin y en ocasiones parecía que no solo se entendía su conducta si no que, en cierto modo, se aceptaba. La vuelta al pasado servía de argumento para ser permisivos con este zar que salió del KGB.
El último discurso de Putin tras reconocer la independencia del Donbás fue de marcado carácter histórico. La retórica sesgada de los acontecimientos le permitía elegir los episodios más convenientes y poner sobre la mesa el derecho a recuperar parte de un imperio que ya no existe. Si buscáramos un paralelismo con España podríamos esgrimir los mismos argumentos que Putin para reclamar gran parte de América y por qué no, de Europa. Allí donde no se ponía el sol ondeaba la bandera española. La diferencia es que lo nuestro pasó hace quinientos años y lo suyo hace un puñado de décadas.
Ucrania, ya como Estado, renunció a su arsenal nuclear a cambio del compromiso de Rusia de dejarla en paz en virtud del Memorando de Budapest de 1994. Se equivocó, la ingenuidad la paga ahora con una invasión que, sin duda, irá más allá del Donbás.
Para Vladimir Putin las únicas fronteras son las que decide él y su melancolía por la Unión Soviética. Así funciona y así va a seguir funcionando si nadie lo impide. Ese nadie, tiene nombre y muchos apellidos: Occidente y en especial, Europa, convidada de piedra desde que empezaran los movimientos de tropas en el cinturón de Ucrania. Ahora produce sonrojo recordar las palabras del embajador ruso en Madrid, Yuri Korchagin cuando nos decía que eran ejercicios militares en su territorio -lo eran-y que las tropas estaban de Ucrania a la misma distancia que hay de Calatayud a Francia, -no llega a 300 kilómetros-, y que todo era «fake», un invento de los medios de comunicación y de la propaganda porque a Estados Unidos le convenía generar este clima.
Sanciones y posición de la OTAN
La OTAN dice que no puede meter un soldado en Ucrania porque no pertenece a la Alianza Atlántica. La Unión Europea tiene al antiguo territorio de los zares como un socio de primera fila pero tampoco es uno de los suyos. El proceso para pertenecer al bloque de la UE es largo, farragoso y exigente. La calidad democrática del país no es la que puede asumir el viejo continente aunque, quizás, de esto habría mucho que hablar.
El pasado fin de semana se celebró en Múnich la Conferencia de Seguridad donde la retórica se impuso a los hechos que reclamaba Volodimir Zelenski. El presidente que tiene el mayor desafío de su vida dentro de casa, reprochó los anuncios consecutivos de sanciones y palabra mas, palabra menos, dijo que eso, no le servía. Poner los parches cuando la herida es ya una hemorragia no tenía sentido. Dicho de otro modo, que la fuerza se combate con la fuerza pero está y le dejaron solo.
De Sídney a Washington pasando por Paris, Tokio y el Reino Unido se desgranaron medidas de bloqueo económico y financiero. Algunos añadieron una lista negra de oligarcas rusos a los que se les congelarían sus cuentas y se les prohíbe viajar. Irónico resultaba en este contexto que Estados Unidos pusiera el cerco en la región invadida y no en la Rusia que quiere volver a ser grande a costa de devorarse a los pequeños. es decir, que le pase la factura del ataque al atacado y no al atacante.
Algunas de esas medidas resultan difíciles de aplicar como la de excluir a Rusia del sistema swit de operaciones internacionales bancarias. ¿Cómo pagará entonces Moscú las deudas con los proveedores?, se preguntaba, con otras palabras, Ramón Pérez Maura en El Debate ayer mismo. No hay respuesta para las empresas españolas que suministran alimentos y otros productos, a ese enorme país de identidad combinada, con una parte del cuerpo en Europa y el resto en el mas allá.
Llegó el momento de preguntarse, ¿hasta cuándo? Si el mundo deja que, una vez más, Putin gane terreno con los tanques, éste no se detendrá. La política de hechos consumados por la fuerza irá en aumento. ¿Quiénes serán los próximos? Los países bálticos, Estonia, Letonia y Lituania, donde los extranjeros ya están haciendo las maletas y Bielorrusia que hoy es su gran cómplice pero mañana puede ser su víctima, parece que serían los primeros en la lista de espera de la conquista de Vladimir Putin.