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Vaino, junto al presidente ruso Vladimir Putin, en una reunión con empresarios rusos en 2019

Vaino, junto al presidente ruso Vladimir Putin, en una reunión con empresarios rusos en 2019EFE/EPA/Alexander Nemenov

Perfil

Anton Vaino, el 'fontanero en jefe' de Putin

El jefe de gabinete del presidente ruso controla con puño de hierro el acceso al mandatario, le suministra información, transmite su relato y puede servir de mediador en caso de conflicto entre dos entidades de peso

La apariencia de Anton Vaino podría ser la de un oscuro investigador universitario o la de un ejecutivo medio desprovisto de ambiciones: mirada tímida, mofletes destacados y vestimenta sosa. Pero, una vez más, la apariencia encierra una realidad muy distinta. En este caso, la dirección del Gabinete de Vladimir Putin, a día de hoy el hombre más peligroso del planeta. O, para ser más precisos, la de su Administración Presidencial (AP), Administrsatsiya Prezidenta, en el idioma de Tolstoi, un organismo pletórico, compuesto por unas 1.600 personas –muchas más según algunas fuentes–, cuya sede es, obviamente, el Kremlin; y dentro del Kremlin, el Staryi Ploshschad, el mismo lugar donde se reunió durante décadas el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética.

La AP controla con puño de hierro el acceso a Putin, le suministra información, transmite su relato –a través de Dmitry Peskov– y puede servir de mediador en caso de conflicto entre dos entidades de peso. Así ocurrió en 2019, cuando el buen hacer de Vaino logró limar unas asperezas entre la compañía ferroviaria pública y el Ministerio de Defensa que amenazaban con consumir demasiado tiempo a Putin, algo que la AP –Vaino la encabeza desde 2016– debe impedir. Y lo impidió. Con todo, el episodio es curioso: según la mayoría de los observadores, los asuntos de seguridad escapan a la AP. Salvo excepciones. Pero es inevitable que las especulaciones abunden en relación con organismo de funcionamiento esencialmente opaco, en estricta fidelidad a dos tradiciones, la zarista y la soviética.

Vaino aprendió esta última dentro de su propia casa, en su condición de nieto de Karl Vaino, recientemente fallecido, que entre 1978 y 1988 desempeñó el cargo de secretario general del Partido Comunista de Estonia, atalaya desde la cual desató una represión tan feroz como vana para con sus compatriotas, que ansiaban libertad. Hasta que Mijaíl Gorbachov se hartó de él. Entonces, el patriarca se volvió a Moscú con su prole para no volver a pisar el país nunca más. La falta de sangre rusa no ha sido óbice para que el nieto sea ahora uno de los ejecutores de la mayor empresa de expansionismo impulsada por Moscú desde los tiempos de Stalin.

Mas no es la única contradicción aparente de Vaino. Otra tiene que ver con su profesión de diplomático –prestó sus servicios en la embajada rusa en Tokio antes de llegar a la AP como jefe de Protocolo– y su interés prioritario por los asuntos internos. Así lo apunta un informe de 2020 de The George C. Marshall European Center for Security Studies. Si bien parece que las cosas están empezando a cambiar: el pasado 17 de octubre, Vaino fue recibido en Pekín por Xi Jinping ante una densa nube de cámaras y micrófonos. El líder chino tuvo la deferencia de sentarle a su altura.

El agraciado se cuidó mucho de sacar demasiado provecho de esa gloria momentánea, pues sabe muy bien quién y cómo es su jefe. Los rusos, por lo menos en este aspecto, no se dejan engañar: sitúan a Vaino como el cuarto político más influyente del país. Y también saben que otro ex alto cargo de la AP, Dmitry Medvedev, fue presidente de Rusia entre 2008 y 2012, con Putin de primer ministro. Faltaría más.

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