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Luis Guillermo Echeverri Vélez
AnálisisLuis Guillermo Echeverri VélezMadrid, Cundinamarca

Una puñalada en el corazón de la Iguana petrolera de Colombia

Los cambios en la dirección de la empresa sin duda causaron un aumento sustantivo en los costes de levantamiento, en la rentabilidad y las utilidades, una disminución en todos los indicadores de eficiencia

Actualizada 04:30

Vista del logo de la petrolera estatal colombiana Ecopetrol en la fachada de su edificio sede en Bogotá (Colombia)

Vista del logo de la petrolera estatal colombiana Ecopetrol en la fachada de su edificio sede en Bogotá (Colombia)

Con respeto por la calidad humana y profesional de los trabajadores y directivos de Ecopetrol S.A., que pude conocer a través de sus logros, y vergüenza ajena con los accionistas minoritarios, escribo esta nota para explicar la razón de la desvalorización, bajo desempeño y desplome del valor bursátil de la compañía. En términos numéricos, el 5 junio de 2022, el valor aproximado de la compañía era de 30 mil millones de dólares o 130 billones de pesos; hoy vale 18 mil millones de dólares o 75 billones de pesos, lo que significa una reducción del 40 %.

La pregunta es: ¿Y ahora quién responde?

Para ponérsela fácil al lector, empezaré diciendo que, esta es la manifestación más clara de que en el 2022 Colombia botó la confianza en el país a la caneca de la basura. Y es que la formación y generación de credibilidad y confianza, es la única fuerza que mueve cualquier economía, desde la de una tienda de barrio hasta la de la Iguana que ha representado el principal grupo productivo y generador de riqueza del país. Por tanto, cuando se genera desconfianza, de inmediato se arruina cualquier economía, sus negocios y todo el desarrollo de una nación.

La nación es dueña de Ecopetrol S.A., ante todo para garantizar la seguridad energética del país, y los inversionistas y las personas compran acciones confiando en que se valorizaran y dieran réditos. Considero que es mi responsabilidad como presidente que fui de la junta directiva de Ecopetrol S.A. (2019-2022), enumerar los hechos que, a partir de la segunda vuelta electoral del 2022, generaron la desconfianza que como relación causa-efecto, produjeron el desplome del valor de la acción y por tanto de la valoración del grupo empresarial que simboliza la Iguana.

Ecopetrol dejó de ser una agencia estatal administradora de contratos de explotación, se fortaleció, se democratizó, se tecnificó e integró verticalmente desde el principio del siglo. Logró gozar de un manejo y gobierno corporativo profesional e independiente de la política, acumuló talento y conocimiento y se convirtió en una empresa de petróleo y gas que se ganó la confianza de la industria y los mercados internacionales.

Antes del debate electoral del 2022, la compañía fue una de las únicas dos compañías de hidrocarburos en el mundo que pasó la pandemia sin pérdidas y le garantizó una movilidad asequible a los colombianos, que estimuló la recuperación económica contribuyendo al crecimiento del PIB en todas las regiones, generó valor y utilidades para la empresa que se repartieron de forma generosa a todos sus accionistas, y se proyectó a futuro de tal forma que su acción se cotizó marcando un pico histórico.

A partir de la compra de la mayoría accionaria de ISA S.A., la empresa se consolidó como un grupo empresarial hemisférico de cien compañías con presencia importante en nueve países, acompañando las tendencias globales de electrificación y descarbonización, e invirtió en una crucial transformación tecnológica y administrativa interna que, solidificó su principal negocio en petróleo y gas, aumentó la sísmica, la exploración y los recobros adicionando reservas en petróleo y triplicándolas en gas con los descubrimientos del Litoral Caribe, mejorando su impacto y mitigación ambiental incorporando economías circulares a sus operaciones; aumentó su inversión social en un país donde el grupo representa al menos el 80 % de las regalías y la mayor fuente de redistribución regional de riqueza a través de desarrollo energético y socioeconómico sostenible, seguro y soberano.

Por todo lo anterior, a mediados de 2022 el grupo estaba en capacidad de multiplicar su tamaño varias veces en el mediano plazo e igualmente su impacto en el crecimiento de Colombia y de otros países del hemisferio. Se distinguió como empresa de economía mixta con alta capacidad y probabilidad de ser un grupo líder mundial en transición energética con una proyección estratégica diseñada para los próximos cuarenta o cincuenta años.

Considerando sus características y tamaño, Ecopetrol en el período 2016 a 2022 marcó mucho mejor que el resto de las empresas de la industria en todos los indicadores básicos, y la empresa consiguió presentar los mejores indicadores de eficiencias, gestión, retorno en la inversión, utilidades, y repartición de dividendos en toda su historia.

La sumatoria de ISA y CENIT convertía la Iguana en la segunda compañía en transporte energético del planeta, ampliando su capacidad de ser el principal actor en la cobertura del déficit de electrificación de la región y abriendo las puertas a la generación en otros países. A la vez la Iguana era la empresa hispanoamericana de gran envergadura con más posibilidades de crecimiento en la renovación de infraestructura eléctrica en todo Norteamérica, y sumó a su haber, conocimientos en la producción de petróleo y gas mediante yacimientos no convencionales, y claramente se preparaba para generar todo tipo de energías limpias y renovables a nivel regional.

Pero si todo iba tan bien y la empresa estaba lista para cambiar su junta directiva por una planta que tuviese mayor calibre internacional que la que logró llevarla a esa importante posición, ¿qué ocurrió? Si la Iguana estaba fuerte y saludable, ¿cómo se derrumbó su valor?

La explicación es simple, el manejo de la economía de un país e igual de una empresa grande o pequeña, es tan delicado que, una sola demostración de ignorancia e incapacidad mediante un solo anunció ideologizado contra el corazón lucrativo del negocio, desencadenó una secuencia de acciones que destruyeron la confianza que los mercados y la industria energética internacional depositaron en la Iguana, dejándola herida de muerte.

Todo empezó cuando Gustavo Petro durante la campaña y luego al llegar a la Presidencia, le dijo al mundo y a los mercados que no haría más exploración ni más explotación de combustibles fósiles, y él y su ministro de Hacienda anunciaron que no se haría fracking en Colombia, mandaron a cerrar las exploraciones que triplicaban las reservas de gas del país y dijo que en lo sucesivo el gas vendría de Venezuela, lo cual se suma al sartal de mentiras con que ha engañado el país en los dos años que lleva en la Presidencia, cuando el sector minero energético ha sido la locomotora del PIB nacional por tres cuartos de siglo.

Luego, su ministra de Minas y Energías reiteró la posición del Gobierno y además les anunció a los mercados que ahora el país se acogería a la teoría del decrecimiento como contribución del sector que lideraba al modelo de desarrollo del presidente.

Todo esto prendió las alarmas en los mercados presagiando una baja en la calificación del riesgo de la empresa, del riesgo país, y una pérdida del valor de los bonos emitidos y con ello un incremento en el costo del resto de la deuda de la empresa y del país.

Luego el Gobierno hace uso de su poder accionario para, por medio de varias asambleas extraordinarias y ordinarias, debilitar el ejecutivo corporativo fracturando los principios de independencia y sucesión de la junta directiva, el presidente y el equipo ejecutivo, lo cual confirmó, reemplazando un presidente que venía de la industria y toda una planta de vicepresidentes y de personal profesional y técnico con una vasta experiencia a nivel global, por un plantel carente de idoneidad, seleccionados por ideología, clientelismo y conveniencia política, y en algunos casos cuestionados por su desempeño y la legalidad de sus actos en posiciones anteriores.

Y como resultado de estas decisiones del Gobierno, de la nueva administración y junta directiva que rompieron los preceptos de su mandato fiduciario, la empresa canceló algunas actividades de producción eliminando taladros, anunció que seguiría las directrices presidenciales y no las que le obliga su condición de empresa registrada en las bolsas de valores, suspendió operaciones de recobro, canceló inversiones programadas y el desarrollo de los nuevos recursos de gas, y por veto presidencial renunció al fracking en Colombia y al aumento de actividades en su sociedad con Occidental Petroleum Co., en Texas, con lo cual después de haber anunciado a los mercados que llegaría con un millón de barriles, incumplió los acuerdos comerciales y renunció a un incremento de más de doscientos mil barriles diarios de producción en Estados Unidos.

Los cambios en la dirección de la empresa sin duda causaron un aumento sustantivo en los costes de levantamiento, en la rentabilidad y las utilidades, una disminución en todos los indicadores de eficiencia, y de ñapa un análisis de una firma independiente conceptuó que la empresa se vería afectada por la continuidad en la conducción de su presidente al conocerse evidencias que lo podrían acusar de delitos contra las normas electorales por haber sido el gerente de la campaña del mandatario.

Toda esta cadena de eventos sucesivos mató la confianza de los mercados y de la industria minero-energética internacional en Ecopetrol S.A., empresa que representa la mayor fuente de ingresos de muchas regiones aisladas del país y los mayores ingresos no impositivos y también impositivos de la nación. Concluya entonces el lector: ¿quién le pegó la puñalada en el corazón a la iguana de todos los colombianos?

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