Las Falklands (Malvinas) y Argentina: un sueño imposible
Buenos Aires debe resolver una infinidad de problemas en su inmenso territorio, por lo que un acuerdo de acercamiento con el Reino Unido, más que la obsecuencia, parece ser el mejor camino
Argentina, desde hace muchos años, reclama en todas las instancias multilaterales posibles, su aspiración a lograr la soberanía sobre las Islas Falkland. Después de la guerra de 1982, en que Argentina invadió las islas del Atlántico sur, las que fueron después de 74 días recuperadas por el Reino Unido —que está presente allí desde 1.833— han sucedido muchas cosas. Existe un antes y un después en las Falkland, pues la guerra solo ayudó a consolidar de manera definitiva la autodeterminación de los isleños de mantenerse al amparo del Reino Unido.
Durante la guerra, las pérdidas humanas y materiales fueron brutales. Casi 1.000 víctimas británicas y argentinas y decenas de buques y aviones fueron destruidos. La jerarquía militar argentina de entonces, nunca pensó que Margaret Thatcher respondería de la forma en que lo hizo, trasladando a las Falkland parte importante de su Ejército y de su armada, para dar una lección de realidad al intento argentino de tomar el control de las Falkland.
Hoy en las islas viven unas 6.000 personas, de las cuales algo más de 3.600 habitan en Port Stanley y en las estancias ganaderas y el saldo en la base militar de Mount Pleasent. Las islas viven un momento de crecimiento, tanto en número de habitantes como en infraestructura. Después de la guerra se construyó una inmensa base militar, se construyeron caminos, un nuevo puerto militar, infraestructura de educación y salud y actualmente se están asfaltando caminos con expertos traídos del Reino Unido.
Los habitantes de las Falkland tienen un altísimo nivel de ingresos, educación gratis que incluye los estudios universitarios en el Reino Unido o en otro país desarrollado y muchos otros beneficios. Se aprecia en Port Stanley un auge inmobiliario y también del turismo, que ha pasado a ser la segunda industria más importante, tras la pesca industrial.
La ganadería ovina ha perdido importancia, tanto por la disminución de las lluvias, como por el sobre talajeo de las praderas. La masa ganadera ovina ha pasado de 750.000 cabezas a 450.000. Argentina le pone obstáculos a las islas en todos los frentes. Chile, por ejemplo, y específicamente la región de Magallanes, fue un aliado histórico importante de las Falkland. Las maderas para la construcción, los alimentos y el apoyo de profesionales venía del país andino.
Hoy viven en las Falkland unos 200 chilenos y un vuelo de Latam, que semanalmente arriba a Mount Pleasent. No obstante, Argentina ha impedido el tráfico marítimo desde Punta Arenas a las Falkland, lo que afecta el normal abastecimiento de productos en abierto desafío al derecho internacional.
Hoy el vino chileno proviene de Inglaterra, la cerveza chilena no está presente en los supermercados y se percibe un interés insatisfecho de los isleños por verduras y frutas chilenas. La inmigración está permitida, pero bajo estrictas medidas que se cumplen a cabalidad. Se pueden visitar las islas, pero se requiere contrato de trabajo previo para permanecer en ellas. Hay distintos estatus, que se van cumpliendo con los años y con el buen comportamiento.
Las Falkland tiene una superficie de algo más de 12.000 kilómetros cuadrados y son dos las islas principales. La East Island es donde se ubica Port Stanley, que además cuenta con un aeropuerto para vuelos locales y la West Island que es ganadera y se accede a ella tras cruzar un ferry con travesía de algo más de una hora o por vía aérea a distintos aeródromos de menor categoría.
En la isla hay mucha seguridad, todo se ve limpio y los habitantes llamados «kelpers», están contentos. Las Falkland tienen una asamblea legislativa de ocho miembros que se van renovando alternadamente cada cuatro años. Hoy hay una gobernadora que es nominada por el Rey de Inglaterra y que participa en un Comité Ejecutivo junto a tres miembros de la asamblea legislativa. Argentina debe resolver una infinidad de problemas en su inmenso territorio, por lo que un acuerdo de acercamiento con el Reino Unido, más que la obsecuencia, parece ser el mejor camino. El presidente Javier Milei tiene la palabra.