Khadija Amin, periodista afgana refugiada en España

Khadija Amin, periodista afgana refugiada en EspañaPaula Argüelles

Entrevista con Khadija Amin, refugiada en España

Las mujeres olvidadas de Afganistán: «Estamos como en una cárcel, solo podemos respirar»

La periodista afgana, Khadija Amin, es la voz en España de casi una treintena de mujeres afganas que esperan obtener un visado de asilo para recuperar su libertad

El 15 de agosto de 2021, después de presentar las noticias de las nueve, la periodista afgana Khadija Amin (Kabul, 1993) se fue a grabar una entrevista para un reportaje en el que estaba trabajando. Aquellos días la prensa extranjera había especulado sobre la posibilidad de que los talibanes tomasen la capital de Afganistán, pero Khadija seguía con su vida normal porque lo veía como algo imposible. Poco después de salir de la redacción recibió la llamada de su jefe invitándole a no volver. Kabul había vuelto a caer en manos del régimen talibán.

«Yo no estaba preparada para esto, fue muy duro. Sabes que no vas a poder volver a trabajar porque ya has tenido la experiencia de vivir bajo el control talibán desde 1996 hasta 2001», explica al mismo tiempo que lamenta que todos los derechos que habían logrado las mujeres afganas en los últimos 20 años se «perdieron en unas horas».

Se marchó de Kabul en agosto de 2022, evacuada en un vuelo militar rumbo a España, y dejó atrás a su familia. Sus padres se han refugiado en Holanda, pero su hermana y sus sobrinas siguen en Afganistán. También están allí sus hijos –uno de 10 años y dos mellizos de 8–, a los que pudo visitar varias veces en Alemania antes de que su exmarido se los llevase de vuelta. Como mujer afgana ha abandonado la batalla de la custodia porque sabe que no la puede ganar, aunque está «segura de que un día vendrán y me encontrarán».

Necesitamos el apoyo de la comunidad internacional para volver a la vida normalKhadija Amin

Cuando Afganistán se encontraba bajo el paraguas de la Unión Soviética, antes de 1996, la mujer era alguien y, de hecho, Khadija llegó a ver fotografías de sus padres en los años 80 en las que su madre no llevaba velo. «Hace 50 años las mujeres estudiaban con los chicos e, incluso, tuvieron derecho a votar un año antes de lo que pudieron hacerlo las mujeres en Estados Unidos», defiende, aunque al mismo tiempo es crítica con los países occidentales, ya que considera que «entraron y después abandonaron Afganistán» y «lo que le está pasando a las mujeres es, en parte, responsabilidad suya».

Unos años después de la salida de Rusia tras la caída de la URSS los extremistas lograron el poder por primera vez y las cosas cambiaron drásticamente. Durante su infancia Khadija se vio obligada a estudiar en clandestinidad, las mujeres empezaban a perder derechos y libertades.

Khadija Amin presentando el informativo en la televisión afgana para la que trabajaba

Khadija Amin presentando el informativo en la televisión afgana para la que trabajabaCedida

Pero, en 2001, con la entrada, de nuevo, de tropas extranjeras en el país –esta vez el Ejército estadounidense– y la consecuente caída del Gobierno fundamentalista islámico, el país volvió a abrirse a las mujeres y pudieron dar el salto a la universidad –gracias, en parte, a haber estado preparadas. «Era una vida normal, podíamos estudiar, salir, lo que es normal fuera de Afganistán, incluso las chicas no llevábamos velo», explica.

Soy testigo de cómo hemos luchado para tener derechos y cómo hemos perdido todoKhadija Amin

Ahora, la situación es mucho más delicada para ellas. «No podemos hacer nada, en Afganistán no pueden estudiar, no pueden trabajar, no pueden cantar, no pueden hablar en público, cosas que, para las que vivimos en países occidentales es algo normal. Pero es que hace unos meses nos prohibieron incluso estudiar medicina, no vamos a tener ni médicos en el futuro», denuncia.

Atrapadas en Pakistán esperando asilo

Alrededor de una treintena de mujeres afganas que, como Khadija, huyeron de los extremistas se encuentran atrapadas y olvidadas en Pakistán en proceso de solicitud de asilo en para venir a España. Dos de ellas han llegado a Madrid, una está por llegar y el resto están a la espera de que se les conceda una entrevista o, tras haber pasado ese trámite, esperan que el ministerio de Asuntos Exteriores tome una decisión sobre su visado.

Pero la situación en el país vecino del que proceden ha empeorado para los refugiados afganos. Tal y como explica Amin, muchos están siendo deportados y, en el caso de las mujeres, si vuelven a caer en manos de los talibanes están sentenciadas a muerte por las actividades o profesiones que desarrollaron antes del regreso de los fundamentalistas en 2021. Entonces muchas eran periodistas.

Según datos difundidos por Reporteros Sin Fronteras, el 80 % de las que eran periodistas antes del regreso de los talibanes ya no trabajan y a quienes lo siguen haciendo les persigue la sombra de la amenaza constante. Muchas de ellas se han visto obligadas a huir ilegalmente a Pakistán, que comparte frontera con Afganistán y cuyas capitales, Kabul e Islamabad, están relativamente próximas. La situación es delicada, ya que muchas han defendido públicamente los derechos de la mujer, lo que las pone directamente bajo la lupa de los extremistas. Es el caso, por ejemplo, de Shamila Mashal Bigi (Kapisa), perseguida por el régimen fundamentalista.

Shamila Mashal Bigi, periodista y activista afgana, durante un programa de radio

Shamila Mashal Bigi, periodista y activista afgana, durante un programa de radioCedida

«Debido a mis actividades en Afganistán y las protestas que organizamos contra la tiranía y la injusticia de los talibanes, me detuvieron una vez y me amenazaron de muerte repetidamente», cuenta Shamila. Lleva en Pakistán desde septiembre de 2022, país al que entró ilegalmente debido a la dificultad de su situación, y desde entonces no ha dejado de intentar obtener un visado en la Embajada española. «Llevo más de dos años solicitando asilo a España porque siempre he oído hablar de su apoyo a las mujeres», dice ilusionada.

Al mismo tiempo, Shamila asegura que cuando analiza la situación en la que se encuentra se siente «completamente destrozada», ya que Pakistán también las presiona para abandonar el país. «No tenemos a dónde ir», lamenta. Khadija, quien defiende sus derechos desde España, explica que la situación de estas mujeres en Pakistán es muy complicada ya que «no es un país seguro y el visado para quedarse allí es muy caro», al no trabajar «no tienen de dónde sacar dinero para pagarlo».

La religión, herramienta de opresión

La joven Maryam Mirzaee (Kabul, 2002), que hace tres meses que llegó a Pakistán, también ejercía como periodista en su país y trabajó como reportera y presentadora en medios como Ayna TV, Radio Sedaye Banowan o 1 TV. Maryan hizo todo lo posible por quedarse y trabajar en medios, «me encantaba el periodismo», confiesa. De hecho, asegura que «es posible que sea la única periodista que nunca ha enviado un email o solicitado salir de Afganistán, pero últimamente se ha había hecho muy difícil continuar».

La periodista afgana, Maryan Mirzaee, presentando un programa de radio

La periodista afgana, Maryan Mirzaee, presentando un programa de radioCedida

Para ella, el problema en Afganistán no se reduce a los talibanes, es una cuestión cultural, «muchos hombres ven a las mujeres como enemigas». Cuando preguntas si hay un solo hombre en su país que defienda los derechos de las mujeres la respuesta es la esperada, «hay muy pocos y quienes lo hacen, lo hacen en secreto». El régimen talibán ha hecho tanto daño a la sociedad afgana que «ha cambiado incluso la forma en la que los padres, hermanos y esposos, miran a las mujeres» porque «el veneno» que difunden «se ha infiltrado hasta en los hogares».

En parte, esta situación se debe al uso de la religión «como una herramienta para imponer leyes y restricciones a las mujeres». «Se hacen interpretaciones de la mujer como ciudadanas de segunda clase», lo que da lugar a situaciones en las que la mujer «no puede ejercer si quiera sus libertades básicas», explica Shamila. Un ejemplo, antes del regreso de los fundamentalistas ella podía ir al gimnasio, hacía ejercicio dos horas al día, un pequeño 'lujo' perdido en 2021.

La periodista afgana Maryan Mirzaee trabajando en un reportaje de calle

La periodista afgana, Maryan Mirzaee, trabajando en un reportaje de calleCedida

«Algunas mujeres se ven obligadas a permanecer en silencio para evitar que maten o encarcelen a sus familiares, pero, es un silencio de conciencia, no de ignorancia, es para sobrevivir», defiende Maryan. Para ella, Khadija es un ejemplo de las que «no aceptaron su situación y alzaron la voz»; «es una joven valiente que no solo alza su voz, representa la voz de miles de niñas y mujeres en Afganistán y Pakistán».

El objetivo: conseguir asilo en España

El Gobierno español ha manifestado en varias ocasiones su compromiso con las mujeres afganas, aunque muchas de ellas llevan años esperando la oportunidad de que la Embajada de España en Islamabad les de la oportunidad de explicar su situación y abrir la puerta a la obtención de un visado. Shamila, por ejemplo, lleva más de dos años con su solicitud de asilo y, por fin, hizo su entrevista el pasado 25 de febrero, aunque todavía espera una resolución. «España es mi única esperanza», dice, «no solo para mí, sino para otras que fueron entrevistadas incluso antes que yo y tampoco han recibido respuesta».

Khadija Amin, que espera que el Ministerio de Asuntos Exteriores acepte dar asilo a las mujeres afganas que están esperando, asegura que «la comunidad internacional debe tomar una decisión sobre Afganistán, ya que, sino, vamos a vivir así toda la vida». Sin embargo, existen también algunos problemas, muchas tuvieron que abandonar su país corriendo y no tienen documentos para demostrar, por ejemplo, que eran periodistas.

Ya no les queda más que la esperanza. Shamila está en España, porque «en Afganistán lo único que queda es la muerte». «Si esperamos puede que caigamos en manos de los talibanes, pero antes de que eso ocurra, puede que ya esté muerta; prefiero el suicidio, no queda otro camino», dice sin titubear. También es la desesperación la que lleva a una persona como Maryan Mirzaee a no querer ni siquiera que sus restos descansen en la tierra que le vio nacer: «La visa de regreso equivale a morir. Quiero morir en otro país, no en Afganistán».

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